Casi un mes se ha cumplido desde que el chavismo sufriera su mayor revés electoral y la cúpula sigue aturdida
EDE
La lectura de los resultados de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre todavía no ha producido un verdadero revolcón en las filas “revolucionarias”. La magnitud de la derrota electoral es inversamente proporcional a los cambios generados desde la cúpula gobernante. Pasan las semanas y no hay reacción. Cualquiera podría pensar que desde Miraflores están esperando a que llegue el 5 de enero, día en el que se juramentarán los nuevos diputados. Pareciera que Maduro quiere tomar de los nombres de siempre a los que integrarán su “nuevo” gabinete. Una vez cumplidos los trámites en la AN, vendrían las renuncias, entrarían los suplentes y llegaría el reciclaje. Otra estafa al pueblo que votó por algunos diputados que serán breves. Otro desplante a las fuerzas dentro de chavismo que desean apartar a los responsables del descalabro. Y es que Maduro no es el único derrotado el 6D. Los responsables de la economía en el Ejecutivo han recibido un castigo contundente en las urnas. Diosdado Cabello, cómo no, también ha acusado el golpe. De ser el segundo de a bordo puede pasar a la retaguardia, más si sus fichas finalmente son descartadas de los puestos de poder, de las instituciones que manejan recursos propios. Jorge Rodríguez, jefe de campaña del chavismo, es otro de los grandes vapuleados. A pesar de querer buscar triquiñuelas para evitar que la derrota le sea endosada, no fue capaz de articular una maquinaria eficaz, a pesar de los recursos, de la propaganda, de los simulacros electorales previos. Pero ninguno de ellos ha asumido su responsabilidad plena, como la luna llena. Huyen hacia adelante cuando intentan malabares para ocultar sus culpas. Han dejado a la derrota huérfana, no se hacen responsables de hecho. Pasa el tiempo y se hacen los locos. Miran para otro lado, mientras la crisis no hace más que crecer. Vaya liderazgo. Con razón son malqueridos hasta en el Psuv.