La mayor parte de las operaciones de empresas fantasma en los “paraísos fiscales” lesionan el bien común y público y la soberanía de los pueblos
Heinz Dieterich
En solidaridad con Alexis Ponce y su esposa Nelly, enferma de cáncer, cuyos derechos humanos sigue violando el gobierno del católico Presidente Rafael Correa
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Una operación de la CIA contra Rusia y China
Pocas veces Washington se ha visto más idiota en sus operaciones de subversión política y propaganda negra como en los Panamá Papers, como muestran los datos respectivos. Toda persona informada sabe que el diario Sueddeutsche Zeitung, usado globalmente para lanzar (surface) el escándalo, es un servil vocero de la OTAN y su amo Washington; es decir, representante de la castrada clase política alemana que sirve desde 1945 de Calibán neocolonial al imperialismo estadounidense. George Soros, acusado por Wikileaks de ser co-participe en esta cábala contra Rusia y China, es uno de los arquitectos y epicentros del aparato occidental que se dedica a orquestar las “contra-revoluciones de color”. La admisión pública del portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, de que Washington efectivamente financió a traves de la USAID a periodistas que hackearon el bufete panameño Mossack-Fonseca y publicaron los Panamá Papers, finalmente dio el sello de bonafide a la información respectiva de Wikileaks. Sobra decir, que USAID es uno de los principales conductos de subversión internacional que usa la CIA desde hace décadas. La divulgación de la información original por los medios occidentales se enfocó fuertemente en Putin y Xi Jinping —pese a que no había nada incriminatorio contra ellos en los documentos— demostrando una vez más que el Imperio puede confiar en los sólidos reflejos condicionales pro-imperialistas de sus cajas de resonancia “libres”.
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Operación sofisticada, desenlace idiota
Toda la operación cuidadosamente hilada para influenciar las elecciones y avanzar la agenda de regime change (cambio de gobierno) en Rusia y China, se echó a perder con la aceptación pública de Toner, que violó la regla operativa principal de operaciones encubiertas de Estados Unidos: la doctrina del “desmentido plausible”. La top secrete Directiva de Seguridad Nacional (NSC) 10/2 de 1948, que determinó que la CIA debe ejecutar operaciones encubiertas de “propaganda, guerra económica, actividades preventivas directas, incluyendo sabotaje, anti-sabotaje, medidas de demolición y evacuación; subversión contra Estados hostiles, incluyendo la asistencia a movimientos de resistencia, guerrillas y grupos de liberación de refugiados”, estableció también como axioma, que la subversión y la mentira deben ser congénitos en la política exterior de Washington. Todas las actividades deben “planearse y ejecutarse de tal forma que ninguna responsabilidad del gobierno estadounidense fuera evidente para personas no autorizadas, y que, si se descubría, el gobierno estadounidense pudiera negar plausiblemente cualquier responsabilidad por esas actividades”. Esa doctrina de “plausible denial”, que es esencial para cualquier tipo de actividades subversivas y criminales estatales, fue grotescamente rota por Toner en el caso de los Panamá Papers. La razón del faux pas (paso en falso) es obvia: con la evidencia de Wikileaks, todo “desmentido plausible” de la mano peluda de Big Brother era implausible.
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¿Por qué no hay gringos?
Comparado con las revelaciones de Assange, Snowden, et al, en los Panamá Papers casi no se mencionan delincuentes de cuello blanco de Estados Unidos. Esto es así por dos razones: la operación se dirigía contra China y Rusia y los estadounidenses pueden lavar su dinero más cómodamente en casa. Bajo el título: “Necesitan esconder algún ingreso? Olvídense de Panamá. Use Delaware”, el New York Times reporta que en “Wyoming, Nevada and Delaware, es posible crear esas empresas fantasmas sin que nadie pregunte prácticamente nada”. Y agrega que “en algunos lugares puede ser más difícil conseguir una licencia para pescar que registrar una empresa fantasma” (8.4.2016).
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Delincuencia económica legalizada
La mayor parte de las operaciones de empresas fantasma en los “paraísos fiscales” lesionan el bien común y público y la soberanía de los pueblos. Son crímenes económicos, legalizados por la porkycracia dominante y sus gobiernos nacionales títeres, comparables a los llamados tax inversions en Estados Unidos, la extorsión financiera de Estados supuestamente soberanos (Argentina) por los delincuentes hedge funds y múltiples otros mecanismos que ha instalado la clase dominante global para quedarse con el plusvalor de la gente trabajadora del mundo. Al decirlo con la claridad de Bertolt Brecht: “¿Qué es el robo de un banco comparado con la fundación de un banco?”
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Delincuencia política
Hay que diferenciar las empresas fantasmas de criminalidad económica global legalizada, de las empresas fantasma que organizan los servicios de inteligencia para sus operaciones criminales. Las “contra-revoluciones de color”, el cambio forzoso de gobiernos como en Libia, Siria, Ucrania; los centros clandestinos de tortura; la destrucción de movimientos populares y la manipulación de elecciones con hackers, propaganda y corruptelas, tienen que ser financiadas con operaciones encubiertas. Generalmente, esas operaciones violan el derecho internacional y, frecuentemente también, el nacional. Sin embargo, son parte integral del arsenal político de las potencias medianas y, por supuesto, de toda potencia imperial. No cabe duda, que muchas de las operaciones de Mossack-Fonseca se refieren a
actividades de guerra sucia de este tipo, en la cual la razón de Estado —es decir, de la clase dominante— choca con la esencia de la democracia: los arcana imperii (secretos de Estado) con el derecho de información y decisión de los comunes, la res publica; un problema no resuelto en la sociedad de clases desde hace cinco mil años.
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La Madre de todas las Batallas del Siglo 21
En toda época histórica hay una luz general que ilumina los fenómenos de la realidad y que configura la capacidad de comprensión humana respectiva. Hoy día, y para las décadas venideras, esa luz la proporcionan la geo-economía: la apropiación del plusproducto mundial mediante las tasas de ganancia, y la geo-política: el dominio político-militar del sistema global. Su clave de decodificación de la actualidad es el intento de Washington, de desmembrar, por todos los medios posibles, a China y Rusia. Habiendo logrado un pacto militar de agresión con Tokio, Washington envía la próxima semana a su ministro de Guerra, Ashton Carter, a la India, para repetir la hazaña mediante tres tratados fundamentales (foundational agreements): el Logistic Supply Agreement (LSA), el Communication and Information Security Memorandum Agreement (CISMOA) y el Basic Exchange and Cooperation Agreement (BECA). Si Washington logra esos acuerdos, habrá rodeado a Rusia y China con una alianza militar agresiva de tipo OTAN, que va de Japón, Corea, Filipinas, Australia, India e Israel hasta Alemania y Polonia. Considerando que Carter no se cansa en decir públicamente que Rusia es la principal amenaza estratégica existencial para Estados Unidos y que Obama estipula constantemente que no se permitirá que China modifique el actual orden mundial, queda claro que la operación Panamá Papers no es más que una jugada de soft power en el gran ajedrez mundial por la dominación de Mother Earth, que Washington sólo puede ganar, si debilita a Putin y Xi, para desmembrar a Rusia y China. Se trata de la cara bonita del soft power de la Guerra Global, que el neofascismo estadounidense (neocons) libra para asegurar un nuevo American Century de dominación. Sólo una alianza militar entre Rusia y China puede evitar que Uncle Sam logre alcanzar ese objetivo.