Constituye una insensatez embarcarse en un avión capitaneado por un pelele incapaz de volar, ni siquiera, un papagayo
O.E
Un avión como un país, es la reunión de personas en movimiento hacia un destino común, aunque esto, en determinados casos, resulta ironía pura. Venezuela, por ejemplo, que desde el 6 de diciembre del 99 ha tenido mucho movimiento, solo que en continuo retroceso.
En el estado actual puede decirse, sin exageración, que casi todos los desastres aéreos obedecen a lo que en la terminología se conoce como error o más bien, horror humano.
— ¡Señor, señor, los pasajeros reclaman! Dicen que volamos en círculo, que estamos extraviados, que perdemos altura y que en lugar de avión, en pocos minutos seremos submarino.
— Tienen razón. Parece que vamos hacia ninguna parte ¿Será que nadie está dirigiendo este camastrón? Reclámale al capitán.
— Pero, señor, ¡si usted es el capitán!
Un avión sin caja negra, jamás, debe iniciar el despegue. Cuando se sabe sin la mirada contralora de tal equipo, la tripulación se torna, desvergonzada, corrupta, rochelera, manoseadora del erario de los sufridos pasajeros. Hasta capaz de ejercer, en pleno vuelo, el segundo oficio más antiguo en el mundo de la aeronáutica, el de narcoaviadores.
— ¡Señor, señor, los pasajeros, otra vez! Dicen que tenemos una caja negra sorda, ciega, muda, parapléjica y que por el tipo de música que emite -no sé, no lo digo yo, lo dicen ellos- en lugar de negra, más bien es caja fúnebre.
— Fúnebre o no fúnebre, sigo en el ajo “como sea”.
Constituye una insensatez embarcarse en un avión piloteado por un pelele incapaz de elevar, ni siquiera, un papagayo. En tales casos, el hipotético capitán, a la primera turbulencia se asusta, palidece, no sabe qué hacer, se lanza en paracaídas: “Ya regreso, que tengo que consultarle a Raúl Castro”.
¡Su atención, por favor! Se anuncia la salida del viaje, sin número, sin plan de vuelo y sin probabilidades de retorno. Como hemos tenido quejas contra pilotos, copilotos, sobrecargos y azafatas, hemos cortado por lo sano. Así que como capitán, ha sido nombrado el maletero más rufián del aeropuerto.