Lo folklórico es lo profundo y permanente, que resulta de la selección y la conservación por voluntad activa de un pueblo
Gustavo Luis Carrera
La historia de las ideas ofrece múltiples ejemplos de llamados insistentes a la reflexión ante el uso deformado y deformante de palabras y términos calificadores.
Parecería que la tendencia ignorante puede mucho más que la racionalidad y la lógica. Uno de estos casos reiterativos se refiere al empleo contradictorio del término «folklore» y de su derivado «folklórico».
Inclusive a sabiendas de que repetimos esta advertencia correctora, la enfatizamos, porque ante la tendencia a olvidar, hay que volver a decir lo ya dicho.
DINÁMICA DE LO FLOKLÓRICO. El vasto y proteico mundo de las costumbres y los usos populares constituye el fundamento cultural de un pueblo, de una nación.
Ha sido y será siempre así. La caracterización de una nacionalidad se sitúa en la dimensión de las tradiciones populares: es lo distintivo, es lo permanente.
Y ese haber cultural se denomina folklore, a partir de esta palabra utilizada, en 1846, por el arqueólogo inglés William John Thomson, significando “saber del pueblo”. Y esta sabiduría es tradicional, colectiva y permanente. Se conserva fundamentalmente de boca a oído; pero no desecha la vía escrita.
Su proceso integrador se funda en una decantación a través del tiempo y el uso.
Los años, los siglos, dan raíz a su estructura, y el uso reiterado por experiencia y selección le concede legitimidad. Así, el folklore se instituye como resultado de un intenso y permanente proceso selectivo: se establece y permanece lo que la decisión colectiva considera lo superior, lo conservable.
En suma, hablamos, con propiedad, de lo folklórico como sinónimo de autenticidad, identidad y conservación.
FUNDAMENTO Y PERMANENCIA DE LO FOLKLÓRICO. El folklore traduce lo que el pueblo ha hecho suyo con fundamento en la profundidad, la representatividad y la permanencia. Profundidad, porque se entrama con la raíz misma de una identidad nacional.
Representatividad, porque resulta de una introyección, de la aceptación voluntaria de toda una colectividad. Permanencia, porque su dinámica se establece de este modo: conservar los fundamentos éticos, sociales y artísticos, aceptando la evolución natural que impone el paso del tiempo en usos, temas y valoraciones.
Es decir, un proceso que descubre el secreto del cambio conservador, de la transformación tradicionalista. Sencillamente, un ejemplo de dinámica histórica, social y estética, que deber ser modelo inteligente y creativo para otros campos del pensar y el hacer.
EN SUMA, ya basta del empleo torpe del término “folklórico”, representando el absurdo de decir lo contrario de lo que se pretende.
Calificar de folklórico lo que se ve como circunstancial y aparente, lo que es frívolo y huero, es el craso error de expresar lo contrario de la supuesta calificación que se busca.
Es tiempo de saber que lo folklórico es lo profundo y permanente, que resulta de la selección y la conservación por voluntad activa de un pueblo.
Ya es hora de respetar el lenguaje y la sindéresis de quien lee o escucha. Respetar el idioma es respetar la cultura.
VÁLVULA: “En el empleo del término ‘folklórico’, como en asuntos de política y de policía, al hablar y al escribir lo procedente es averiguar primero y disparar después. Sólo así es posible escapar de la ignorancia.
Lo folklórico no es lo superficial y lo pasajero; es lo profundo y lo permanente; como son los pueblos”.