Donald anunció que cancelará los avances de Obama con Cuba y amenazó, genéricamente, a los gobiernos populares latinoamericanos
Heinz Dieterich
En el “Encuentro Latinoamericano Progresista” (Quito, 29/30/09), el presidente ecuatoriano Rafael Correa fue preguntado, si era una broma su afirmación, que “para América Latina el candidato preferencial sería Donald Trump”. Correa contestó que para América Latina era mejor que ganara Trump.
“¿Cuándo llegaron los gobiernos progresistas al poder, con Obama o con Bush? Era tal el rechazo a las políticas elementales de Bush, que generó toda una reacción en América Latina. Lo mismo generaría Trump. Exacerba las contradicciones, pero por el bien de Estados Unidos y por mi aprecio personal hacia ella, quisiera que gane Hillary (Clinton)”. ¿Cómo se explica que una persona inteligente como Correa haga una declaración tan inconsistente y científicamente absurda? Inconsistente, porque si Trump es mejor para la Patria Grande, ¿por qué quiere Correa que gane Hillary Clinton? Absurda, porque en el actual contexto hemisférico su hipótesis de correlación –A mayor opresión, mayor unificación– es una “nonsense correlation”, una correlación sin sentido empírico.
Por supuesto, en una entrevista televisiva siempre es posible equivocarse. Pero, la importancia de este caso, al igual que los comentarios de su canciller franco-británico sobre la democracia, consiste en que refleja la incoherencia ideológico que reina en los protagonistas de la Revolución Bonita latinoamericana y que contribuye estructuralmente a la incertidumbre política de las masas.
¿Quién se beneficiaría en América Latina con Trump?
Trump es un abusador sexual misógeno que quiere abolir los derechos más elementales de las mujeres, conquistados en siglos de lucha. Ese bully se ha aliado con los grupos sexistas más reaccionarios de Estados Unidos, como la Pro-Life Coalition, en contra del derecho de la mujer al aborto y la planeación familiar.
Asimismo, se ha comprometido a nombrar jueces anti-aborto a la Corte Suprema de Justicia. En consecuencia, la mitad de la población latinoamericana (mujeres) saldría perjudicada existencialmente en sus derechos vitales. Se abre un abismo valórico entre el intelectual Correa y el hijo campesino Mao Zedong, quién siempre sostuvo, que las mujeres “sostienen la mitad del cielo”.
Sin embargo, el bully sexista Trump no sólo es misógeno, sino también racista y xenofóbico. Para impedir el cruce de los inmigrantes fácticos a Estados Unidos pretende construir una gigantesca muralla en la frontera sur, pagada por México. Para él, los mexicanos son esencialmente “violadores” y traficantes de drogas, hecho por el cual reclama la expulsión de 11 millones de ellos (sic). Los islámicos, a su vez, son básicamente “terroristas”, que hay que alejar del país.
Las inversiones directas estadounidenses en América Latina deben regresar a “God´s own country”. Si no, hay que penalizarlas fiscalmente, por ejemplo, imponerle un impuesto aduanero de 35% a las importaciones mexicanas (y 45% a las chinas), aunque esto generaría una crisis económica generalizada en la Patria Grande y, a nivel mundial. Como miembro de la plutocracia gringa prácticamente no paga impuestos y se ufana de su calidad de parásito fiscal como “genio empresarial”; pese a que los ciudadanos pobres pagan su parasitismo con la miseria social. Tiene una gravitación natural hacia la violencia y el abuso. Aboga abiertamente por torturar a los familiares de “terroristas”, como hicieron los Nazis.
Con la presidencia, se le daría el botón nuclear, en un sistema político totalmente corrupto y un Pentágono y la CIA, llenos de figuras como Herostratus, pero nucleares. Durante la Guerra de Yom Kippur entre Israel y los países árabes (1973), se ordenó de emergencia a las fuerzas nucleares estadounidenses, “preparar la guerra nuclear contra la Unión Soviética”. Los oficiales no podían consultar al Presidente Nixon, porque estaba borracho. Henry Kissinger, no elegido por nadie, se hizo cargo de la situación. En este sistema, bajo la Constitución estadounidense, una orden del presidente Trump de usar armas nucleares, no podría ser vetado por nadie.
Hace algunos meses, Trump preguntó tres veces en una hora a un experto de política exterior, por qué, si Estados Unidos tenía armas nucleares, no podía usarlas (“if we have them why can’t we use them?«). ¿Ya lo habrá entendido? Last but not least, el Donald anunció que cancelará los avances de Obama con Cuba y amenazó, genéricamente, a los gobiernos populares latinoamericanos. A la luz de esos hechos, y se podrían mencionar muchos más: ¿existe algún método de optimización racional que permita afirmar, que a América Latina Trump le conviene más que Clinton?
Trump y Clinton ante la Patria Grande
La diferencia esencial para la Patria Grande, de eventuales presidencias de Clinton o Trump, es la previsibilidad. Ambos son lumpen-políticos y demagogos del gran capital que ejecutarán la misma política exterior frente a América Latina, que impusieron sus antecesores. Pero, Clinton es más previsible y controlable, que Trump. Y, por eso, ni un sólo presidente (CEO) de las primeras 100 empresas más importantes de Forbes ha donado un sólo centavo a Trump.
El Gran Capital sólo extiende una carta blanca a un estrafalario, aunque sea de su propia clase, cuando los riesgos de la inversión son previsibles. Trump no cumple con esta condición. Por eso, estaba condenado a fracasar desde el inicio.
La verdad, que Correa no dijo
Correa debía haber dicho, para no faltar a la verdad, que Trump le conviene a Rusia. Porque dentro de su ignorancia, incultura y demagogia general, cuenta con una “virtud”. No comparte la narrativa hitleriana de los neofascistas (neocons) Clinton, Obama, Bush, contra Rusia.
Su posición sobre Siria, Iraq, DAESH, etc., es absolutamente correcta, porque está basada en los hechos y el sentido común, no en el belicismo criminal y demagógico de los neofascistas.
Esta verdad le hubiera convenido, inclusive, en lo personal, en cuanto a su proyecto de retiro bohemio post-2017, en Bélgica. Clinton nunca perdonará, que el único obstáculo a su elección fue Wikileaks. Y Wikileaks es Julián Assange en la Embajada del Ecuador en Londres. Si Clinton decide, después del 2017, cobrarle a Correa el favor que le hizo a Assange, no tendrá ninguna seguridad en la Unión Europea, que no es más que un apéndice neocolonial del Pentágono, de la CIA y del State Department. Sus únicos refugios invulnerables serían Moscú o Beijing.
Revolución bonita y misión clasista
El hecho, de que un hombre inteligente y valiente como Correa exprese semejante superficialidad en Russia Today, que confunde aún más a los pueblos latinoamericanos, indica la incertidumbre ideológica, que ha invadido el software de los protagonistas de la revolución bonita.
Ven el implacable roll back (avance) del monroeísmo gringo y su invalidación de todas las estrategias progresistas disponibles: el desvanecimiento del Socialismo del Siglo XX en Cuba; la desaparición de la lucha armada cuál vía al poder, en Colombia, y el fracaso de su propio desarrollismo socialdemócrata en Venezuela, Brasil, Argentina, y también en Europa (Syriza, Podemos, los Verdes, etc.) Por su carácter de clase, como políticos e intelectuales burgueses, potenciados por la amenaza de destrucción monroeísta, carecen de una propuesta civilizatoria post-capitalista del Siglo XXI. Atrapados en la inminencia sistémica, inventan utopías y fraseologías que la clase dominante global convierte en distopías, cuando quiera.
La métrica de la liberación
La tarea de la crítica consiste en “deshacer las flores imaginarias” de las cadenas oligárquicas, para que el hombre tire las cadenas y goce de las flores auténticas de la vida. Contra esta métrica ética-política de la praxis y liberación humana, formulada por el genio de Karl Marx en 1843, debe medirse todo enunciado público. En una escala de cero a diez, los intelectuales orgánicos de la Revolución bonita estarían en el nivel tres.