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Anticorrupción navideña

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Los momentos difíciles de la laboriosa ralea bolivariana


O.E.

La noticia, encendió todas las alarmas de la residencia de los bolivarianos Yakelíngertrudis y Güilliamsfreddy III. Nos referimos a las declaraciones del camarado Maduro, según las cuales él no iba permitir que la corrupción acabara con la revolución, sino que la revolución acabaría con la corrupción.

— ¿Eso significa que me van a quitar mi Masseratti, mamita? —chilló Clintonvizquel, el menorcito de la familia, de 37 años bien cumplidos, pensando en la suerte que le aguardaba al bólildo que le había pedido al Niño Jesús que llegaba esa noche.

La primera obligación de toda madre es tranquilizar a sus polluelos. De manera que Yakelíngertrudis, pese a que la pretendida guerra contra el ñemeo le causó un escalofrío, se apresuró a poner la cabecita de su querubín en su regazo y acto seguido pasó a arrullarlo con la conocida canción de cuna bolivariana.

— Arepita, de manteca / que el Gobierno / nos da teta / arepita, bolivariana / que quien guisa / siempre gana.

Así, cualquiera duerme a pierna suelta.

Una vez a salvo, Clintonvizquel, de cualquier trauma infantil a causa de tamaña impresión, sus amantísimos padres se avocaron al examen de la situación.

— ¿Y qué va a ser de nuestro billuyos con los fletes de Mercal y de nuestras inversiones en Miami, Rusia, paraísos off shore? —se llevó, Yakelíngertrudis, las manos a la cabeza.

— ¿Y de nuestros movimientos ‘e bemba con la compra de los helicópteros rusos, la importación de bicicletas chinas, el uranio que le vendemos al Irán? —gimoteó Güilliamsfreddy III, mientras campaneaba su “Blú Label”— ¡Ya uno no puede ni guisar decentemente!

Son los momentos difíciles de la laboriosa ralea bolivariana. Después de todo, no es cualquier cosa arriesgarse a perder varios milloncejos al mes. De pronto, Yakelíngertrudis tuvo una idea tranquilizadora.

— ¡Llamemos al camarado Diosdedos! —gritó la mencionada bolivariana— ¡Dame su número directo ya, Güillliamsfreddy III!

Pero nada. Por más que repicaba y repicaba, nadie respondía. Y como caía la noche y ya era hora de conciliar el sueño, el bolivariano Freddigüilliams II zanjó sus preocupaciones de esta manera:

— ¡No oh, Yakelíngertrudis! Si Diosdedos está roncando, como un lirón, es porque los guisadores del mundo entero podemos descansar tranquilos… aprovechemos, entonces, para escribirle nuestra carta al Niño Jesús.

Y esa Nochebuena, a los “suciodichos” bolivarianos, les “trajieron” una cuenta de ocho dígitos de un banco de Andorra y se la dejaron al pie del arbolito.

lonpleipeluo@hotmail.com