Maduro faltó a su palabra al proponer el “canje” de Oscar López Rivera por Leopoldo López Mendoza
Editorial
La importancia de empeñar la palabra va ligada al honor, un valor en desuso para la clase política venezolana. La honorabilidad ha dejado de ser una característica necesaria en la política de la Venezuela del siglo XXI y por lo tanto la palabra y los juramentos están devaluados. Por eso se atreven a jurar ante el Dios de sus padres e incumplir en el acto, por eso lo que dicen desde el poder no tiene sustento alguno. Cifras huecas, discursos eternos, pero sin enjundia. El presidente Nicolás Maduro, en una arrebato de lo que luego ha confesado fue un comentario “jocoso”, propuso a viva voz que si Barack Obama liberaba al independentista puertorriqueño Oscar López Rivera él haría lo propio con Leopoldo López. Con aquella ocurrencia Maduro puso a ambos personajes al mismo nivel; el mandatario, con la propuesta que salió de su boca, dejó claro que López Rivera y López Mendoza eran cautivos de manera irregular y solo después de un gesto humanitario de sus captores podrían respirar fuera de los calabozos. Sabemos que Maduro lanzó aquello a la ligera, como quien usa una exageración para argumentar que algo es imposible. Pero resulta que el imperialista Obama dejó en libertad al “terrorista”, mientras Maduro miró hacia otro lado cuando le tocaba hacer lo mismo con el “monstruo”. Como se ve, los hombres de honor son una especie en extinción y su lugar lo ocupan entes sin criterio, devaluados, muchas veces infames. Lo mismo juran que no darán su brazo a torcer hasta lograr tal o cual cosa, mientras sus actos revelan enormes contradicciones respecto a lo dicho. Una “revolución” plagada de niños que mueren por falta de medicamentos en los hospitales públicos, una “revolución” que es incapaz de devolverle al trabajo su rol enaltecedor en la sociedad, que utiliza el dinero y la corrupción como herramienta para comprar conciencias y bajar la cerviz del otro, y que no se detiene a rectificar a pesar del desastre, que niega el derecho al voto y criminaliza a la disidencia solo puede estar dirigida por una especie de monigotes para los que el honor no existe y por eso jugar con las libertades de los demás es cuestión de risas, algo jocoso. EDE