La memoria y el recuerdo se convierten en un ingrediente esencial de la reparación que se debe a las víctimas
“Quién olvida su historia está condenado a repetirla”
Jorge Santayana
COFAVIC
La memoria, el nunca más, no deben ser frases sueltas ni un recordatorio vacío del propósito de la sociedad de evitar las formas más graves de violaciones a los derechos humanos. La memoria, el nunca más, deben ser un rechazo firme y contundente a las nuevas formas de ejercicio abusivo del poder y deben permitir visibilizar otras violaciones, generalmente silenciadas.
La memoria, la justicia y la verdad, nos invitan a vincular los hechos del pasado con los problemas actuales de nuestra sociedad, porque, en definitiva, el desafío de una política de memoria no es construir memoriales ni estatuas conmemorativas, sino crear sociedades más justas, igualitarias y democráticas.
Venezuela debe unirse contra el olvido para mantener siempre presente los sucesos de febrero y marzo de 1989, conocidos como el Caracazo y caracterizados por saqueos, protestas y violencia generalizada.
A casi tres décadas de esos hechos la impunidad se mantiene. No existe a la fecha ni una sola condena a los responsables. La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos no se ha cumplido en su totalidad. Luego de 28 años no se sabe quiénes dispararon en Catia, El Valle, Petare o La Vega, quién dio la orden de enterrar los cadáveres en fosas clandestinas y quiénes ejecutaron esa orden. Esas preguntas aun permanecen sin respuesta.
El proceso de exhumación e identificación de los restos de las víctimas del Caracazo que se encontraban en el sector La Peste del Cementerio General del Sur, iniciado el 21 de septiembre de 2009, luego de más de ocho años, no ha logrado resultados que permitan identificar plenamente los restos hallados.
Este proceso fue iniciado sin la participación de las víctimas agrupadas en COFAVIC, aun cuando enviaron múltiples y reiteradas comunicaciones al Ministerio Público y a organismos competentes solicitando que se les involucrara en el proceso, que se les permitiera tener acceso a los expedientes de sus casos y que además se solicitara la cooperación a expertos internacionales de su confianza, como el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que realizó las primeras exhumaciones en el año 1990, como consta en actas y protocolos dejados por esos expertos.
Las autoridades han señalado ante los medios de comunicación que en 2009 exhumaron 125 osamentas y restos óseos, pero sólo 47 guardan relación con los hechos de “El Caracazo”.
Las omisiones y el silencio no han impedido que en COFAVIC se mantenga el mismo espíritu de lucha y esperanza porque existe el convencimiento de no querer olvidar lo que pasó porque anhelan que no haya repetición. El lema es que el recuerdo siempre tiene que estar presente porque las nuevas generaciones tienen que saber lo que ocurrió.
Por eso, la memoria empieza como un movimiento de base que reivindica la mirada de las víctimas. El propósito, la aspiración, es que la mirada y la perspectiva de las víctimas sea siempre un elemento esencial a la hora de abordar las violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y que finalmente pueda instaurarse una “cultura de las víctimas”, lo que, según algunas opiniones autorizadas, conduce a la “necesidad de construir una cultura de la memoria que permita a las generaciones presentes construir un futuro en el que el pasado no se repita” (Mate, 2003, p. 10).
Atada a esta idea está la convicción, presente en el derecho internacional de los derechos humanos y en la jurisprudencia de los tribunales internacionales de derechos humanos, de la reparación.
La reparación es entendida como la rehabilitación de las personas que han sufrido las consecuencias de las violaciones de los derechos humanos. Es en el marco de esta concepción integral de la reparación donde cobran sentido las políticas de memoria, ya que la memoria y el recuerdo se convierten en un ingrediente esencial de la reparación que se debe a las víctimas.
Queremos cerrar esta reflexión con las palabras de Ariel Dulitzky, experto del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Desapariciones Forzadas: “Las iniciativas de memoria invitan, pasiva o activamente, a todos y todas, incluidas aquellas personas que ni siquiera saben sobre los hechos que se recuerdan (como pueden ser las generaciones actuales que nacieron luego de que se cometieran las violaciones) o incluso que pueden disentir con los mensajes transmitidos, a reflexionar sobre los mismos. Es que las iniciativas de memoria nos exigen no solo recordar a las víctimas, sino pensar de manera crítica acerca de nuestra historia y en cuáles fueron las fuerzas que desencadenaron la guerra (como en los Balcanes), el racismo y apartheid (como en Suráfrica), la guerra civil (como en Guatemala o El Salvador) la dictadura o la opresión política (como aquí en el cono Sur). Una política de memoria debe impulsar el debate sobre los procesos ideológicos, políticos, económicos y sociales que preanunciaron la violencia estatal y que posibilitaron, facilitaron, sustentaron y/o se beneficiaron del terrorismo de Estado y/o la violación masiva y sistemática de los derechos humanos”.