Tienden puentes a la dictadura, a pesar de que los persiguen, los vapulean y hasta los encarcelan
Tamara Suju Roa
Mucho se ha dicho sobre el diálogo impuesto en Venezuela, que comenzara en mayo de 2016 y cuyo gran logro fue acabar con la convocatoria para el referendo revocatorio que llevaba a cabo la oposición, terminando así con el deseo de la mayoría de los venezolanos de acudir a las urnas para decidir el futuro político de nuestro país.
También ayudó a lavarle la cara al régimen internacionalmente y que toda acción emprendida por gobiernos, parlamentos y organismos internacionales como la OEA se paralizara, en un silencio suspensivo, cómodo para los gobiernos regionales, que encabezó el gobierno estadounidense, que no quería mayor problema en su patio trasero antes de sus elecciones presidenciales. Todo esto es ya de conocimiento público, y los verdugos del referendo revocatorio saben perfectamente quienes son. Dentro de Venezuela y fuera de Venezuela.
Hoy me quiero referir a la macabra manipulación que los “gerentes” del diálogo, llámense Zapatero, Samper o los actores de la “oposición” que todavía sigue prestándose —con sus ambiciones parcelistas— a tenderle puentes a la dictadura, a pesar de que los persiguen, los vapulean y hasta los encarcelan, tienen o llevan a cabo con quienes están más vulnerables y más emocionalmente afectados. Los presos políticos y sus familias.
Es muy doloroso, y lo digo porque conozco a quienes han sido victimas de ésta macabra manipulación, contemplar cómo han puesto a algunos presos políticos y sus familias a pedir que la oposición democrática vuelva al diálogo desesperadamente, incluso argumentando que es la única solución, cuando precisamente son las violaciones de los DDHH las que desnudan a Nicolás Maduro internacionalmente. Para entender bien que Venezuela está viviendo en dictadura desde hace tiempo, solo basta con observar cómo han puesto a estas personas a pedir por sus derechos, hasta por los mas elementales: el derecho a la vida, a la integridad física y a la salud. ¿Es que acaso el Estado no debe garantizar los derechos humanos de las personas que están bajo su custodia?
Ninguno de los que hoy están presos por motivos políticos debió pasar un día encarcelado. Ninguno debió ser aprehendido, torturado, maltratado, y tratado como animal de circo, y yo no he escuchado a estos personajes, a los “gerentes del dialogo”, a los que llevaron a la oposición democrática a perder el tiempo para oxigenar al régimen, reclamar o exigir contundentemente el cese inmediato de las torturas, denunciar el secuestro de quienes a pesar de que ya tienen órdenes de excarcelación, la dictadura los mantiene presos contradiciendo órdenes judiciales, y mucho menos los he escuchado alzar su voz en contra de la persecución continua y sistemática contra lideres de los partidos políticos, sobre todo, del que se negó contundentemente a formar parte de ese dialogo que no tenía ninguna garantía: Voluntad Popular.
La utilización de los presos políticos y la manipulación de su dolor, de su desespero y la de su familia, las amenazas, intimidación y persecución sin tregua contra quienes le dicen la verdad a la dictadura, el acoso y censura a los medios de comunicación y a las organizaciones de derechos humanos que desnudan las mentiras del régimen, es la táctica para el sometimiento que Nicolás y su combo está imponiendo para que los venezolanos vayan pensando mejor, si se van, si dejan el futuro del país en las manos de aquellos que valientemente día a día se enfrentan a las arbitrariedades a pesar de los palos que reciben, o si, asumiendo su compromiso ciudadano, internalizan el problema, entienden que los regímenes no democráticos solo pueden ser derrocados cuando los pueblos deciden conquistar su libertad y ponerle un parao a la arbitrariedad, la opresión y la injusticia y se suman a ser parte de la solución, con sus denuncias, exigencias y protestas, superando esa desesperanza que parece haberlos abrazado agobiados por la sobrevivencia diaria.
Mientras tanto, la dictadura extiende su dominio. Impone una estructura represiva a la que llama “comando anti golpe” conformada por quienes encabezan las listas como violadores de derechos humanos, anuncia el despliegue de “fuerzas especiales de acción rápida de la milicia” (la milicia fue creada por Chávez como brazo armado en defensa de su revolución) en todo el país, sobre todo en los barrios, y continúa utilizando al Tribunal Supremo de Justicia para darle “legalidad” a las arbitrariedades y a las violaciones constitucionales diarias.
Las gestiones para una transición en Venezuela deben ser claras, decididas y contundentes. Todo aquel que obstaculiza las acciones para presionar a la dictadura y llevarla al único terreno viable para superar la crisis, como lo es la salida de Maduro del poder y las elecciones generales, es cómplice. Las tibieces y silencios ya no caben en una Venezuela conmocionada. No hay tiempo.