A la llamada revolución bolivariana, el talento, el estudio, la actividad científica y el conocimiento, les son ajenos y muy distantes
Luis Fuenmayor Toro
Si algo que queda claro de todos estos años de zaperoco chavecista es que la ignorancia del liderazgo político, gubernamental y opositor, es un escollo insalvable para establecer directrices y conductas, que nos permitan ser una gran nación: culta, trabajadora, productiva, soberana, independiente y justa, con todos sus habitantes disfrutando patrones de vida elevados y que mejoren sin interrupción. Recorrer este camino necesariamente transita por garantizar a la población una educación de calidad y no cualquier tipo de educación, sino aquélla que lo prepare para el mundo contemporáneo actual. Y es aquí donde se inicia la incomprensión de nuestros líderes en quienes el rasgo dominante es la ignorancia, que estimula y soporta decisiones negligentes y un sectarismo que niega todo lo que desconoce o no es propio, comenzando con el conocimiento científico y el desarrollo intelectual.
A la llamada revolución bolivariana, el talento, el estudio, la actividad científica y el conocimiento, les son ajenos y muy distantes, lo que se expresa en su desprecio por los investigadores, intelectuales y universitarios en general, a quienes incluso se declara la guerra al ser considerados enemigos de los cambios y de los sectores sociales humildes. Recuerdo que cuando dirigí la Oficina de Planificación del Sector Universitario (1999-2004) y llevamos adelante la política de calidad y excelencia académica, fuimos sujetos de críticas destructivas por ciertos funcionarios ministeriales, quienes habían captado el desprecio del alto Gobierno por este tipo de propuestas, algo que para ese momento no comprendíamos, y querían, como buenos trepadores, congraciarse con sus amos. Rigoberto Lanz, ya fallecido, se percató de la situación y escribió un artículo donde reivindicaba la calidad y la excelencia, señalando que no eran una exquisitez de la burguesía.
No fuimos los únicos que debimos dar una lucha en el Gobierno en defensa de la importancia del conocimiento científico, el economista Víctor Álvarez expone su experiencia en artículo reciente (1), en el caso concreto de la conferencia “Intelectuales, democracia y socialismo”, en la que más de 50 pensadores de prestigio, partidarios además del Gobierno de Hugo Chávez, efectuaron críticas a lo que consideraban desviaciones y errores de la “revolución”. Plantearon soluciones para detener el deterioro que ya ocurría, pero sus voces fueron acalladas por el entonces canciller Nicolás Maduro, quien simplemente los llamó “habladores de paja”, sin anteponer ningún argumento. Quien no tiene conocimientos, no tuvo educación, fracasó en la escuela o en la carrera universitaria o incluso en un postgrado, tiene un resentimiento que lo hace odiar lo que no pudo superar.
Sin pretender que las comparaciones efectuadas tengan un alcance mayor, pues las culturas y las épocas son diferentes, en China se vivieron tiempos extremos contra la intelectualidad y el conocimiento durante la Gran Revolución Cultural Proletaria, adelantada desde 1966 por Mao (2). Se acosó a los intelectuales, profesionales y artistas, por considerarlos alejados de la revolución y por lo tanto sus enemigos. Clausuraron colegios, y profesores y maestros fueron apresados y enviados al campo o a centros industriales para su reeducación forzada, que les incorporara los valores proletarios que no tenían. Dirigentes del Partido Comunista chino fueron afectados en este sentido; el propio Deng Xiaopin debió trabajar en una fábrica de tractores y su familia fue execrada y sufrió los excesos de la revolución.
La acusación de capitalista al hijo de Deng y su lanzamiento por una ventana de la Universidad de Pekín son muestras de una situación extrema, que acabó con lo más valioso del talento chino y que termina luego de la muerte de Mao y la llegada al poder de Deng Xiaoping en 1978. Se asume entonces un proceso de reformas, entre ellas la reconstrucción del sistema educativo formal. Los resultados de los 40 años transcurridos, que han llevado a China a ser la primera potencia económica del mundo, hacen innecesarios más argumentos. El impulso educativo logrado permitió, ya en 2009, que los estudiantes de 15 años de Shanghái, ciudad china autónoma, lograran los mejores resultados en el mundo en las tres categorías evaluadas por la Prueba Internacional PISA (lectura, matemática y ciencias naturales) y con holgado margen de ventaja sobre los estudiantes de Europa y EEUU.
El éxito de los jóvenes de Shanghái radica en que reciben una educación de calidad en escuelas concebidas como centros de investigación, difusión y desarrollo de la docencia, para lo cual han formado maestros y profesores de elevado nivel, que atienden grupos de 30 a 50 estudiantes, con dos o más docentes por aula. La carrera académica se soporta en el talento y los méritos, 40 horas de actividad semanal con sólo el 40% de docencia directa; muy bien remunerados, diferencialmente de acuerdo al escalafón y a su desempeño. Los docentes se especializan en cada disciplina del conocimiento, incluso en la educación primaria, y la evaluación es por exámenes exigentes realizados con frecuencia a estudiantes y maestros. El ingreso a la educación secundaria, superior y universitaria se efectúa a través de pruebas de ingreso. Son 40 años de trabajo con evaluación permanente del desempeño.
Basta leer el parágrafo anterior para comprender también nuestro atraso, subdesarrollo y miseria intelectual. En el mismo lapso eliminamos exámenes y evaluaciones, derogamos las pruebas de admisión, objetamos el talento, condenamos los méritos, desechamos la carrera académica, designamos docentes por motivaciones bastardas y los mal pagamos; impulsamos el facilismo, desaparecimos las disciplinas del conocimiento y a los docentes especializados, todo bajo argumentos pseudoacadémicos y socialistoides. Ni que hablar de la planta física de los planteles, la inseguridad reinante, el tráfico de drogas y la pérdida total de la disciplina escolar. En nuestro caso son 40 años perdidos como nación. Nos asesinaron el futuro.
1.- Víctor Álvarez. Un intelectual execrado por la intelectualidad. http://www.panorama.com.ve/opinion/Un-intelectual-execrado-por-la-intelectualidad-por-Victor-Alvarez-20170303-0114.html
2.- José María de Viana. El distrito Escolar de Shanghai o el Sputnit chino. http://prodavinci.com/2017/03/03/vivir/el-distrito-escolar-de-shanghai-o-el-sputnik-chino-por-jose-maria-de-viana/