Después de más de dos meses y de más de sesenta muertos, el general descubre las tropelías perpetradas por ciertos compañeros de armas
Cipriano Fuentes
A Pablo, amigo-compañero-hermano, en solidaridad por los días sonoros del Orinoco.
El universo está lleno de ejemplos de grandes capitanes de la historia —capitán, el único grado militar que tiene valor literario, según Borges el Grande—, quienes, al mismo tiempo, eran conspicuos criminales, porque —ya se sabe— si una persona mata a uno o a pocos semejantes, es un asesino; pero si mata a cientos, miles o —mejor— a millones, es un héroe o un genocida.
Alejandro de Macedonia, Gengis Kan, Atila, Napoleón, Stalin, Hitler, y, sin ir más lejos, nuestro propio Libertador Simón Bolívar, al igual que Castro —ese desaparecido tiranosaurio del Caribe hispano— calificarían, a la luz del moderno derecho internacional humanitario, como candidatos a reos de lesa humanidad o criminales de guerra. Y no le servirían justificaciones o excusas como la territorialidad, la soberanía e independencia nacionales o el principio de no injerencia en los asuntos internos de un país. Quien hoy —en esta circunstancia venezolana— incurra en alguno o varios de tales delitos, sin importar su nombre o jerarquía en el aparato burocrático, debe tener la certeza de que será alcanzado por el efectivo y largo brazo global del Tribunal Penal Internacional (TPI), tratado del cual es miembro el Estado bolivariano.
De los casos tratados hasta ahora por el TPI, suenan los de Slobodan Milošević (actos de genocidio contra pueblos de la ex Yugoslavia) y del presidente Omar el Bashir, urticante jefe de Estado de Sudan, que recibió una orden de captura aún cuando estaba en el ejercicio efectivo del poder.
Por lo que no deja de sorprender que, mutatis mutandis, el general en jefe (Ejército), Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa y Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana —qué apellidos o nombres tan inoportunamente apropiados llevan estos personeros revolucionarios: (el) Padrino; Maduro Moros (está maduro y excluido de la ciudad letrada), Diosdado (da como Dios); Tareck (irrespeta la leyenda árabe), Ron (sin comentario), etcétera— por fin hablara, en presencia de los medios de comunicación nacionales y foráneos, con cierta contenida claridad de las atrocidades cometidas por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Léase presuntos asesinatos, homicidios, torturas y otros tratos crueles, infamantes o degradantes —como violar por el ano mediante la introducción de un tubo a un compatriota (por lo de integrantes de la misma patria)—. Las muertes, muy probablemente, podrían ser calificadas de actos de genocidio contra el valeroso pueblo venezolano que lucha sin descansando por la libertad y la democracia; una economía de mercado con justicia social, libertad de prensa y de religión y, sobre todo, defiende con demostraciones desarmadas el derecho a escoger su destino con discernimiento y libre albedrío.
Después de más de dos meses y de más de sesenta muertos —en su mayoría ocasionados por miembros de la GNB—, el general Padrino descubre las tropelías perpetradas por ciertos compañeros de armas del citado componente. Ni el Ejército (salvo algunos miembros del generalato, como el mismo ministro), ni la Armada y menos la Aviación participan del festín de la muerte de sus con-nacionales civiles, quienes con sus sistemáticas manifestaciones piden el fin de un Gobierno ilegítimo, autor de un golpe desde el Estado contra el Poder Legislativo elegido con nuestros votos universales, directos y secretos. Se observa, además, que algunos GNB delincuentes, ladrones —cual malandrines—, asaltan, despojan de sus pertenencias y roban en uniforme, fusil en mano, a personas pacificas que incluso no participan en la confrontación interna actual.
Bienvenido general en jefe Padrino López a los millones de venezolanos que estamos muy bien enterados, por que lo sufrimos día a día los desmanes —perdón, las atrocidades—, incluido este columnista que fue víctima en días recientes, junto con tres personas de bien, de un asalto en las cercanías de la estación La Paz del Metro de Caracas, cerca de las 7:00 pm de un día lunes, por parte de cuatro guardias delincuentes, indignos del uniforme y de la patrulla militar que, además, decía “Patrullaje inteligente”. Parece que particularísimos GNB no tienen sino la inteligencia militar y hacen gala, cuando lo desean o cumpliendo supuestas instrucciones de su comandante general, mayor general Antonio Benavides Torres, de impedir las manifestaciones pacíficas a toda costa y a cualquier precio.
De nuevo, bienvenido general Padrino López, a los informados de la desastrosa gestión pública de integrantes de la GNB.
@renglon70