El invento de Maduro es un cascarón vacío, un ente sin vida propia
No entusiasma ni a los propios chavistas y se ha convertido en muy poco tiempo en una vergüenza hasta para un amplio sector de la burocracia. Es un secreto a voces puertas adentro. Ni hablar de las grandes mayorías que aborrecen la imposición ejecutada por el Partido Socialista Unido de Venezuela, que no es otra cosa que un burdo golpe de Estado. La Asamblea Nacional Constituyente es vergonzosa por donde se le vea. Desde su gestación hasta su ejecución, y penoso será también su desenlace. Es como un muerto viviente que pretende agarrar oxígeno a punta de amenazas, que ni siquiera es capaz de ejecutar por sí misma los despropósitos, sino que tiene que esperar a que desde Miraflores le manden la tarea hecha. Patético espectáculo que abochorna. De semejante esperpento inconsulto, unicolor y desabrido nada bueno puede salir. Está destinada a ser derrocada por la voluntad popular, la que fue obviada para su puesta en funcionamiento. Ni siquiera los más ingenuos seguidores del chavismo se sienten complacidos con el engendro que deambula y espanta en el Palacio Federal Legislativo. Las falsas promesas y la ineficacia de sus acciones terminarán por hacer implosionar a un movimiento derrotado por sus propios pecados. Es el madurismo un garabato que no convoca a las masas y que se mantiene de pie simplemente porque dentro de todas las crisis que se han juntado en la Venezuela de hoy, una de ellas, vibrante, es la crisis de liderazgo. La mala hora del país ha permitido vida artificial a un ente que es desconocido a lo interno y en el mundo entero. La Asamblea Nacional Constituyente se parece más bien a un mediocre congreso del cogollo, donde ni si quiera se cuidan las formas para no aplastar a los más débiles dentro de la propia dirección de PSUV, donde todo está decidido de antemano. La ANC es otro de los tristes capítulos de un show barato, es lo único que tiene para mostrar un grupete que se niega a entender que ya está bueno de tanta pillería.