Hacer política pacíficamente y sin manipulaciones contribuiría a que la oposición disfrute de un proceso electoral presidencial con normalidad
Jesús Silva R.
Nunca antes un gobierno con tantos problemas económicos logró tantos triunfos electorales reconocidos por sus adversarios. Es así que la cúpula opositora suma tres derrotas electorales en un año y queda muy debilitada para la elección presidencial de 2018.
Al producirse la victoria del PSUV en los comicios a gobernadores, hice advertencias que hoy siguen muy vigentes.
Ahora bien, vencida en elección constituyente, en regional y en municipal, la derecha nacional parte en enorme desventaja para el reto presidencial, sobre todo porque con la destrucción de la MUD se encuentra muy dividida y dispone de pocos meses para nombrar a su candidato para Miraflores.
Si se hacen elecciones primarias, se abrirán las heridas de la fallecida MUD y quien gane esa contienda no necesariamente gozará de la lealtad de todos los grupos opositores. Difícilmente un Ramos Allup (conciliador con el gobierno) capte los votos de PJ, VP y demás organizaciones radicales. De igual modo si un caprilista o leopoldero gana las primarias, es probable que clandestinamente los adecos y demás opositores reformistas no le den su voto.
Todos estos escenarios los conoce el gobierno, cuya estrategia exitosa ha sido dividir a la oposición que fue mayoría nacional en 2015 pero que ya no lo es debido a sus propias contradicciones internas. Guarimbas, bloqueo financiero, invasión extranjera, aventura electoral y abstencionismo han sido las cambiantes estrategias de la oposición en pocos meses. De este zig zag ha resultado el desaliento y la impotencia del electorado antichavista que no salió a sufragar en las regionales. Asimismo, los aliados extranjeros pierden fe en la derecha venezolana al verla dividida y perdiendo tantas elecciones seguidas. Los financiamientos billonarios pudieran mermar.
Aunque usted no lo crea, designar un candidato outsider por consenso es lo que menos dolor causaría en la derecha. Esa figura debería ser ajena a los partidos y descartar la guarimba, el bloqueo y la invasión como alternativas de lucha agresiva. Nótese que el empresario de las cervezas y las arepas no se atreverá a este pleito electoral.
Aunque tal vez la mejor alternativa electoral sería la cooptación de un chavista disidente apoyado por sectores opositores y embajadas, vendiendo una imagen de autonomía de ese candidato para no ser catalogado como oligarca o pitiyanqui por el gobierno. Sin embargo, de los disidentes por ahora conocidos, ninguno muestra carisma presidenciable y los medios privados no han podido hacer brillar a estas figuras opacas. Se requiere de un orador potente, conocedor de los códigos que unen a pueblo y gobierno, además de tener conocimientos teóricos para desmontar la retórica socialista. Nada fácil.
En resumen, hacer política pacíficamente y sin manipulaciones peligrosas contribuiría a que la oposición disfrute de un proceso electoral presidencial con normalidad donde ambos polos de Venezuela puedan apreciar serenamente las ofertas de cada candidato para decidir libremente. No obstante, considerando los errores que los dirigentes de la derecha siguen cometiendo, tal vez no logren ver claramente este panorama y reincidan en su mal camino, cada día con menos fuerza y menor margen de maniobra.
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