Cualquiera sea la presión y la represión, López no va a aceptar la farsa electoral del próximo mayo, con la que la dictadura quiso embaucar a la oposición democrática sin darle garantías electorales
Manuel Malaver
Desde la rebelión popular del primer semestre del 2014, Leopoldo López, pasó a convertirse en la figura política más temida por la dictadura que Nicolás Maduro había heredado de Chávez y buscaba borrar las referencias que, por 13 años, hicieron creer a Venezuela y el mundo que, el “Socialismo del Siglo XXI” era un especimen constitucional y podía desafiarse -y vencerse- desde el marco estricto de la Constitución.
Fueron seis meses de gigantescas manifestaciones populares antidictadura, como no se veían desde el 2002 y el 2003, que de uno a otro rincón sacudieron al país, dejaron un saldo de 41 asesinados, 600 heridos y más de 2000 encarcelados, torturados y enjuiciados pero que, se constituyeron en la marca de que la lucha contra Maduro y sus huestes pasaba a manos del pueblo, y solo una estrategia política que contemplara lo electoral con la calle, podría proporcionarnos el triunfo.
No es aventurado afirmar que López se aproximó a esta idea durante los años en que participó en las agendas electorales que corrieron del 99 al 2012 (las últimas en que Chávez resultó electo) pero un hito que debió estremecerlo e indicarle que el camino era otro, fue el gigantesco fraude electoral cometido por Maduro contra el candidato opositor Henrique Capriles, quien, en las elecciones del 13 de abril del 2013, había ganado con una ventaja de 500 mil votos.
Continuó un nuevo fraude, el de las elecciones para alcaldes del 15 de diciembre de ese mismo año y así, la oposición que desde 2007 habían venido remontando la cuesta de los votos hasta ganar unas elecciones presidenciales en el 2013, se encontraba de repente, electoralmente, sin nada.
De modo que, se hacía urgente e inexcusable llamar la pueblo, al país, para que comprendiera el atajo antiinconstitucional y antielectoral tomado por la dictadura, y, lo que fue más importante, se incorporara a una nueva forma de lucha que lo tomaba como protagonista.
Leopoldo López aceptó el reto, para esa fecha ya era el líder de un partido político, “Voluntad Popular” que no dudó en secundarlo en lo que, aparte de su bautizo de calle fue su bautizo de fuego, pues muchos de los jóvenes que entregaron la vida y su libertad por Venezuela en aquellos días, pertenecían a sus filas.
López también resultó preso, en una maniobra urdida por Diosdado Cabello para sacarlo de la calle y desde entonces, desde hace cuatro años, es un prisionero del régimen pero sin que ello haya mellado su voluntad y vocación porque Venezuela sea libre.
Es cierto que, como han señalado algunos de los críticos de Leopoldo, sus ideas, sus planteamientos, quizá pecaron de cortoplacismo, pero también lo es que, insistir en la vía de lo “electoral por electoral”, habría llevado a una reacción tardía y cuando no quedaba tiempo para que el país tomara conciencia de hacia donde conducía el neototalitarismo a Venezuela y como era urgente movilizarse para ponerle término.
Otras críticas vendrían después, la más sonada de las cuales ha sido su participación en los diálogos que arrancaron en octubre del año pasado y se extendieron hasta hace menos de un mes en República Dominicana, pero como ha dicho López, “con la lucha de calle, teníamos que agotar la vía del diálogo, una no debía anular a la otra, pero fracasado el diálogo, hay que volver a la calle”.
Es indiscutible que el allanamiento de la residencia de Leopoldo en la mañana del jueves pasado -donde cumple una medida de “casa por cárcel”-, tiene que ver con esta posición, pero sin que ello signifique que cualquiera sea la presión y la represión que se ejerza contra él, vaya aceptar la farsa electoral del próximo mayo con la que la dictadura quiso embaucar a la oposición democrática sin darle garantías electorales.
Hace apenas unos días se cumplieron cuatro años de la prisión de Leopoldo López y si bien es cierto que la dictadura no ha cejado en su conducta criminal y delictual frente a su caso, igual lo es que más y más venezolanos se han incorporado a la lucha y es cuestión de que la Unidad opositora ponga una nueva estrategia en la calle para que la pesadilla llegue a su fin.
Ahora, a diferencia del 2014, más del 80 por ciento de los venezolanos está contra la dictadura y lucha por su derrocamiento y más y más fuerzas se incorporan para que la tragedia venezolana encuentre solución este mismo año.
Particularmente se muestra activa a este respecto, la comunidad internacional que, a través de la OEA, la ONU y la EU se mueven en la idea de sancionar a aquellos funcionarios de la dictadura incursos en delitos de corrupción y violaciones de los derechos humanos.
Pero países como Estados Unidos, Canadá y España (acatando acuerdos de la EU) también han aplicado sanciones a funcionarios maduristas, y se espera que muy pronto, los países de América Latina se unan a lo que debe llamarse una “guerra diplomática” para que los últimos dictadores del mundo occidental no se salgan con la suya.
Leopoldo López es, tanto en el cambio de la opinión nacional con respecto a la pandilla narcosocialista que les ha quitado libertad, comida y medicinas, como en el de la internacional que ya ha decidido que el orden jurídico es incompatible con un estado fallido y forajido como el que representa el dictador, un factor que, ya sea desde la calle, la cárcel o la casa que le han dado por cárcel, anima, motiva e inspira a que las luchas por la libertad y la democracia en Venezuela no se apaguen.
Lo mismo puede decirse de su partido “Voluntad Popular” que, bien desde la Asamblea Nacional, los consejos legislativos, los municipales y la calle siempre está en movimiento, presente donde el pueblo lo llame y en el exterior se hace sentir donde sea necesario apoyar a los venezolanos que en otros países reclaman líderes que los ayuden a que los gobiernos y los pueblos del mundo sepan que Venezuela no está sola y tienen unos ciudadanos que no la abandonan.
Sería largo citar los nombres de estos venezolanos ejemplares que tienen como principal política de sus vidas luchar sin descanso por la libertad y la democracia en Venezuela y que no le tienen límites al heroísmo y el amor por su país, su partido y su líder para que de nuevo la luz de la paz y la reconciliación vuelvan brillar en la patria de Bolívar.
De todas maneras, Daniel Ceballos, Lester Toledo, Olivia Lozano, Patricia Ceballos, Juan Guaidó, Gaby Arellano, Luís Florido, Manuela Bolívar, Carlos Vecchio, Lilian Tintori, Desireé Barboza y tantos otros vienen a la memoria pero que no cito en razón de su trabajo en la estructura partidista.
Una fuerza ante la cual tiembla Maduro, Cabello, Reverol, y la pandilla que ha secuestrado a Venezuela para ponerla en mano de un gobierno de ocupación extranjero, el cubano, pero que doblegará a los invasores y a sus agentes, como la Venezuela republicana que nacía y Bolívar que la condujo derrotaron al vetusto imperio español.