Manuel Vadell fue expresión de un chavismo que nunca se acostumbró a las mieles del poder
Julian Rivas
Adiós a un gran luchador, Manuel Vadell. Él enarboló la bandera de los humildes, de los marginados a lo largo de los gobiernos hostiles de la Cuarta República, con todas las persecuciones de la época.
Su temple de editor marca historia. Recogió los mejores pensamientos progresistas, vedados en otras casas editoras. Igualmente difundió libros educativos de importancia en la formación universitaria e ideológica.
De Vadell podemos recordar sus tiempos al lado de Domingo Alberto Rangel, integrado a cuanto proyecto editorial se esbozó para dar un rumbo distinto al país. Igualmente recordamos el Vadell al lado de Chávez, especialmente aquel Chávez que cruzaba un desierto y eran pocos los que le tendían la mano. Uno de ellos, Vadell.
También fue pionero junto a Domingo Alberto Rangel, Pedro Duno, Simón Sáez Mérida, Nora Castañeda, Francisco Mieres, Rebeca Sánchez, Argelia Laya, Alí Primera, y muchos otros, en la solidaridad con los pueblos, especialmente con el pueblo palestino.
La noticia nos cayó como un golpe, aun sabiendo de sus problemas de salud de años. He hablado de este doloroso hecho con amigos, como Raimundo Kabchi, Fidel Hernández o Orésteres Kiko Leal en Trujillo, el Catire Parra en Barinas o Israel Sotillo en Valencia, todos estamos conmovidos. Porque era amigo entre amigos, solidario.
Vadell es expresión de un chavismo que nunca se acostumbró a las mieles del poder. Vivió a su manera y con ciertos gustos por supuesto: Compartir un buen plato, fumar un cigarro y beber un café fuerte. Y estos fueron momentos para la alegría, para una salida chistosa que conducía a una carcajada. Luego retomaba el debate como un observador político, del cual todos aprendimos.
Vadell, para algunos el viejo Vadell, fue un luchador que desde tiempos de la dictadura con manto de democracia supo llevar aliento a quienes estaban en la misma trinchera de lucha. Creyó en el pueblo, en Venezuela y difundió el pensamiento en su labor de editor.
Nuestro sentido pésame a su familia.
Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.