Sin pan y sin circo, el sistema represivo se ha perfeccionado
Gustavo Luis Carrera
Reprimir es un verbo transitivo que, en una de sus acepciones principales, significa justamente: impedir, con el uso de la fuerza, que se produzca o se desarrolle una acción o un pensamiento de proyección social. Así, en los tiempos, la represión ha cancelado partidos políticos y ha sojuzgado a pensadores públicos. Entonces, ¿qué de extraño ha de tener que la represión invente nuevos sistemas de ejecución, como el hambre y la enfermedad derivadas del alto costo de la vida?
LA SUJECIÓN IMPUESTA POR LA CRISIS ECONÓMICA. El «pan o la arepa de cada día» no es solamente una advocación religiosa. Es la angustia cotidiana de no tener qué comer. Hecho cierto que cada día afecta a una población mayoritaria, que va desde los sectores marginales, pasando por los proletarios, para llegar a los de una clase media que cada día es menos media y menos clase. Así, la crisis económica, traducida en un insólito alto nivel del costo de la vida, termina por imponer una sujeción aberrante en cada familia, en cada persona, en cada mente donde se aloja la angustia de sobrevivir.
HABLAR DE HIPERINFLACIÓN ES HABLAR DE MISERIA. Los economistas manejan el calificativo de «hiperinflación» para denominar el espantable proceso por el cual los precios de todos los artículos de uso y consumo se «inflan» de manera hipertrofiada, rompiendo toda posibilidad de aproximación con respecto a los salarios, cada vez más bajos y raleados. Ahora bien, ¿cómo se traduce esta bestial desproporción? Se equivale con la miseria, con el hambre, con la penuria. Y de allí sólo hay un paso a la mendicidad y a la muerte. Lo cual, así suene excesivamente dramático, es un hecho cotidiano, que se cumple ante los ojos incrédulos de toda una sociedad afectada.
LA ANGUSTIA COTIDIANA DE LA SUPERVIVENCIA. Cada mañana, la salida del sol compite con el reto de: ¿qué comer hoy?, ¿qué medicinas han de conseguirse?; y: ¿cómo pagar, a altísimos precios, lo que se consiga para alimentarse o para aliviar los males físicos y emocionales? Sí. Esa es la realidad. Y quien la niegue, miente descaradamente; o se escuda detrás de sus intereses políticos o de sus pródigos haberes personales, de familia o de circunstancia burocrática oficial.
LAS CARENCIAS COMO SISTEMA REPRESIVO. De hecho, los regímenes gubernamentales saben del poder de este sistema. En la antigua Roma decían «pan y circo», y así, medio comido y entretenido, lograban mantener dominado al pueblo. Ahora, sin pan y sin circo, el sistema represivo se ha perfeccionado: el alto costo de la vida es suficiente muro de contención y eficiente arma compulsiva en el proceso de dominio de una colectividad. Y es el propósito evidente: hacer de las carencias un sistema represivo.
VÁLVULA: «Es ingenuo pensar que la indiferencia oficial ante el alto costo de la vida, el cruel desajuste entre salarios y precios y la hiperinflación, es una actitud solamente propia de la ineptitud. Piénsese con atención y fácilmente se delimita la existencia de un propósito político aberrante: dominar a través de la crisis imperante, que apenas permite sobrevivir. ¡Cruel estatuto!».