La demagogia y el exabrupto buscan establecer un proceso electoral con voto paritario de profesores, empleados, estudiantes y egresados; desconociendo el espíritu de cuerpo y la calificación de los votantes
Gustavo Luis Carrera
La Universidad es una de las pocas instituciones sociales que guardan su prestigio en nuestro país. Junto al Clero, viene a ser de los escasos emblemas de significación identificadora que aún representan una venerable tradición. Por ello, todo lo que acontece en la Universidad repercute directamente en el ánimo nacional.
EL HOSTIGAMIENTO. Enfáticamente, el sistema de gobierno ha asumido la actitud de persecución reductora hacia la UCV y las demás Universidades autónomas. De hecho, se establece un cerco que persigue la aniquilación: exorbitante reducción del presupuesto, eliminando las posibilidades de aspectos esenciales, como la actualización académica y la conservación de la planta física. De hecho, la aportación del Ejecutivo apenas alcanza para cubrir la nómina de profesores y funcionarios, escasas provisiones estudiantiles, así como gastos menores. En realidad, sin fondos para la investigación y el desarrollo de la oferta académica, las Universidades terminan por ser símbolos de un pasado de enseñanza modernizada. El ataque obsesivo se complementa con una campaña oficial de descrédito público de la institución universitaria autónoma.
LA PRETENSIÓN. El propósito de esta especie de estado de sitio establecido en torno a la Universidad, es, como se hacía con las ciudades en la antigüedad, agotar la resistencia de sus habitantes y terminar de liquidar su existencia. Exactamente ese es el procedimiento: destruir la institución, para entrar en ella como sitio devastado. A fin de cuentas, sobresale la pretensión final: acallar el centro de cuestionamiento y de rebeldía conceptual que representa, por origen y tradición, la Universidad. Ha sido, de siempre, el propósito fallido de gobiernos obsedidos.
ENCRUCIJADA ACTUAL. La Universidad, como institución, enfrenta en la actualidad un reto particularmente significativo: el sistema de gobierno ha añadido a su sistemática campaña de ataque un elemento de singular trascendencia: se pretende imponer en las elecciones universitarias un procedimiento que contraviene la Ley de Universidades, violando la autonomía esencial. La demagogia y el exabrupto buscan establecer un proceso electoral con voto paritario de profesores, empleados, estudiantes y egresados; desconociendo el espíritu de cuerpo y la calificación de los votantes. Es tal la confusión que esto anuncia que, fácilmente, se puede desembocar en una Universidad inmanejable, acrática y fragmentada. No es necesario esforzarse para percibir la intención subyacente: deformar la condición universitaria, supeditándola a la política de oportunidad, sumiéndola en una deplorable decadencia. Y tal es la encrucijada en que se hallan las Autoridades Universitaria y las Asociaciones de Profesores Universitarios. Tienen en sus manos una altísima responsabilidad: cómo manejar esta absurda y obtusa pretensión sobre una Universidad aherrojada.
VÁLVULA: «El sistema de gobierno ha declarado la guerra a la institución universitaria autónoma; añadiendo ahora el despropósito de un proceso electoral ilegal y disparatado. Las Autoridades Universitarias deben defender la Universidad aherrojada» (glcarrera@yahoo.com)