Ubíquense en el terreno social. Háblenle al estómago de los hambrientos, al corazón de enfermos y familias de fallecidos, al cerebro de los que piensan. Hablen al estómago, al corazón y al cerebro de todos y provoquen el estallido de la rabia
Jesús Antonio Petit Da Costa
El eminente sociólogo, Profesor Ramón Piñango, ha publicado este acertado twitter refiriéndose a la situación actual: “En el Mar de los Sargazos, calma chicha. ¿Se moverá el barco del país? ¿Qué viento lo moverá ¿Con qué rumbo?”.
Como ahora no se enseña geografía e historia, permítanme aclarar que el Mar de los Sargazos, descrito por Colón en su primer viaje, es un sector del Océano Atlántico tapizado por un bosque marino superficial de algas y planctons, el cual se caracteriza por la frecuente ausencia de vientos o corrientes marinas, lo que se llama “calma chicha”: estado de la atmósfera cuando no hay viento y del mar cuando no hay olas.
Un escritor mexicano describió lo que significa para los marinos de mar y tierra, como somos todos: «Hablar de calma chicha es hablar de la quietud. Pero no de esa que cura la fatiga, no de esa que abre espacios a la meditación, no de la que es remanso en la turbulencia de la vida. Hablar de calma chicha es hablar de la otra quietud, la que desespera, en la que no hay negro ni blanco, ni frío ni calor, ni bien ni mal, la que sabe a muerte».
La expresión se trasladó a los fenómenos atmosféricos de las costas, donde la “calma chicha” precede a la tempestad. Podría suscribir estas palabras ajenas y aplicarlas a las costas corianas: “Calma chicha se llama la calma que antecede la tormenta. Eso lo aprendí de niño. Nací a metros del mar. Calma chicha es una expresión que oí de niño. Y conozco su realidad. La he vivido.” Hoy la siento, como el Profesor Piñango. En Venezuela hay una asfixiante y desesperante calma chicha.
«Al barco del país lo moverá una de estas dos tempestades: la rebelión militar antes de la intervención extranjera o el estallido de la rebelión popular«
Se inició la calma chicha en el momento en que el gobierno de Estados Unidos debió darle prioridad a la atención de sus ciudadanos ante la pandemia. Entonces Guaidó recurrió a los remos a ver si se le movía el barco de la transición. Inventó el Gobierno de Emergencia. No consiguió remeros. Quedó estancado en el Mar de los Sargazos, donde permanece. Mientras Maduro ya sin futuro, sobrevive por el virus chino que centró la atención general.
A diferencia de la atmósfera, en la política la tempestad se puede provocar y, en casos como el nuestro, se debe provocar. Dejando que Maduro cargue con la emergencia sanitaria del virus chino para que, en lugar de su salvación, sea su derrumbe. ¿Cómo? Hagan oposición como la harían los comunistas si los demócratas fueran gobierno. Agitación, agitación y más agitación. Dejen de ser políticamente correctos. Dejen los escrúpulos. Y abandonen el debate jurídico. Ubíquense en el terreno social. Háblenle al estómago de los hambrientos, al corazón de enfermos y familias de fallecidos, al cerebro de los que piensan. Hablen al estómago, al corazón y al cerebro de todos y provoquen el estallido de la rabia. Aprendan de los comunistas a hacer oposición, que es lo único que saben hacer.
Al barco del país lo moverá una de estas dos tempestades: por sotavento, la rebelión militar antes de la intervención extranjera si los militares aprovechan, para salvarse, la calma chicha provocada por el virus chino; o por barlovento, el estallido de la rebelión popular, cuyas primeras manifestaciones en las gasolineras prueban que el pueblo desarmado puede hacer correr a los militares de la narcotiranía. Basta que la oposición haga oposición como la hacen los comunistas. Algún día los demócratas deben dejar de ser pendejos puritanos.
ENCARGADURÍA 17 08-04-20