Juan José Monsant Aristimuño
Nuestra generación, quizá incluso la de nuestros padres, no conocieron pandemias como las narradas en la Biblia por profetas y escribas catalogadas de plagas, como castigo divino ante los desenfrenos del hombre.
Crecimos con Christopher Lee y sus Drácula terroríficos, con Vincent Price y Boris Karloff; a Nesferatus, Long Chaney y Bela Lugosi alcancé a verlos mucho después, en la Cinemateca de Caracas dirigida por el agudo escritor y critico cinematográfico Rodolfo Izaguirre, padre del igualmente escritor Boris Izaguirre. Lugosi quizá fue el más auténtico de los Drácula conocidos, pues había nacido al pie de los montes Cárpatos, lugar donde se sitúa el origen, quien en realidad fue según la leyenda, el príncipe Valaquia Vlad, conocido como Vlad “El Empalador”, dada su costumbre de capturar a sus enemigos, los invasores otomanos, y darles muerte por empalamiento. Esa leyenda la convirtió el escritor irlandés Bram Stoker en el personaje más conocido de la cinematografía del terror, en su libro “Drácula” publicado en 1897. Todos los zombis y vampiros conocidos nacieron de la inspiración de Stoker, y de la inglesa Mary Shelley en su obra “Frankenstein o el moderno Prometeo”, editado en 1818.
Con la irrupción del Coronavirus, de alguna manera nos hemos convertido en expertos en microbiología, su origen, causa y destino del virus “matagente”. Desde una conspiración contra Occidente, hasta el haberse escapado de un laboratorio ruso, como rezago de la “Guerra fría, y trastocadas declaraciones atribuidas a Evo Morales, sobre que China había ganado la Tercera Guerra Mundial. Hay quienes recomiendan tomar una pócima de cebolla con ajo, pasada por miel, colocar una escoba detrás de la puerta, vitaminas y anticoagulantes. Lástima que no recomienden un buen scotch tomado al caer el sol.
Lo real es que han comenzado a aparecer los zombis y las idioteces. Idioteces como las de Podemos de España, que invitaron a una concentración pro fémina el mismísimo ocho de marzo, para cinco días después volverse incontrolable la expansión del virus. López Obrador hizo un video invitando al pueblo salir a la calle, y cuatro días después se evidenció la magnitud de la pandemia instalada en México. En los Estados Unidos la ligereza como fue tratado el tema durante casi tres meses y la realidad, hizo que Trump declarara prácticamente el Estado de Emergencia. Algo parecido le ocurrió al Primer Ministro inglés, y terminó en una sala de cuidados intensivos. En Venezuela, según el gobierno, solo hay nueve casos, pero el país entero se ha convertido en un inmenso zombilandia. jjmonsant@gmail.com