No podemos cambiar de caballo a mitad del río. Ya hay un civil juramentado y reconocido por la OEA, la UE y 60 países como Presidente de la República. Tenemos la ventaja de que se trata de instalar al presidente legítimo
Jesús Antonio Petit Da Costa
La destitución del general Quevedo en PDVSA y el nombramiento de Ministro de Petróleo de Tareck El Aissami, requerido por Estados Unidos como narcoterrorista vinculado a Hezbollah, coincidiendo este nombramiento con la entrega del Complejo Refinador de Paraguaná a Irán, son indicios de que nos acercamos a un desenlace por una de estas vías: 1) Rebelión de los mandos medios militares con posible reclutamiento de mandos superiores, visto que han perdido el manejo directo del negocio petrolero; ó, 2) Intervención militar de una coalición internacional de Estados Unidos en respuesta al desafío de entregar el petróleo venezolano a Irán y al terrorismo islámico.
Estos acontecimientos dan mayor vigencia a mi consejo de que nos preparemos para la transición. La experiencia de 2002 nos obliga a tener claras las ideas de lo que debe hacerse para el éxito. Y lo primero saber cómo estructurar el gobierno de transición. Es obvio que en cualquiera de las dos vías:
1.- El Presidente de la República y, por tanto, presidente del gobierno de transición, debe ser un civil por dos razones: a) los militares están impedidos por la Constitución para ejercer el cargo; y, b) si lo asume un militar será considerado un golpe militar por la comunidad internacional.
2.- Ya hay un civil juramentado y reconocido por la OEA, la UE y 60 países como Presidente de la República. Es el ciudadano Juan Guaidó. Poner a otro es, primero, perder un tiempo precioso solicitando el reconocimiento internacional y, segundo, exponernos al fracaso y todo se venga abajo si no se consigue.
Con Guaidó tenemos la ventaja de que se trata de instalar al presidente legítimo en su cargo, lo cual hace del acto de fuerza (sea rebelión militar o intervención extranjera) en contragolpe constitucional fundamentado en el artículo 333 de la Constitución.
Advierto que no soy amigo de Guaidó. Ni siquiera lo conozco personalmente, de trato y comunicación. Aún más, considero que no lo ha hecho bien hasta ahora. Pero no podemos cambiar de caballo a mitad del río. Consejo sencillo que me dieron en mi pueblo cuando muchacho. Apartemos la pasión y pensemos con mente fría.
Este artículo y los siguientes sobre el Gobierno de Transición es una invitación a reflexionar y tener las ideas claras para que no se repitan los sucesos de 2002, único caso en la historia nacional de que una rebelión cívico-militar que ha tomado el poder lo pierde. A ninguna de las anteriores le sucedió y a la que viene no debe sucederle.
@petitdacosta