Gustavo Luis Carrera
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La alteración del ritmo habitual de las cosas que pasan, sorprende y confunde. Es un fenómeno natural en el comportamiento de las personas y de los grupos humanos. Una vez establecida una estructura en el hacer cotidiano, ésta se hace una regla conductual. Y suele llamársele la «normalidad». Pero, cabe preguntarse si lo «normal» lo es realmente.
¿QUÉ ES LA «NORMALIDAD»? Lo que ocurre de manera acostumbrada pasa a ser un signo evidente de la realidad con la cual nos vamos familiarizando. Pero, esta realidad puede resultar absolutamente repudiable. Y ya no coincide con la sensación positiva de lo que es grato, sino que se sitúa en el orden condenable de lo digno de absoluto rechazo. Entonces, ¿cómo hablar de «normalidad» con respecto a lo que es abominable? En todo caso, sería lo anormal, convertido en lo habitual a través de una distorsión social y política. Así, como cuando en una cárcel, después de una situación extrema, se dice que todo vuelve a la «normalidad», hay que preguntarse si puede ser «normal» estar en la condición de penuria física, de deterioro moral y de diario riesgo de muerte. Tal sucede con una sociedad.
NECESIDAD DE UNA SALIDA. El estado de excepcionalidad o de crisis exige, al final, un desenlace, una solución. Así acontece en la actualidad con la pandemia. Pero, no es posible convenir en una salida falsa, que no conduce a resolver la situación indeseable, sino que reafirma un anterior estado de cosas inaceptable. Por más larga y contundente que resulte la etapa de convulsión y limitaciones, por fuerza y necesidad ha de tener una salida. Y es necesario prepararse para tal eventualidad.
EL REPUDIO A UNA «NORMALIDAD» INDESEABLE. Si la «normalidad» a la cual se ha de retornar es la de la hiperinflación, de la especulación desmedida en los precios, de la escasez de productos y medicinas, de los cortes de electricidad, de la carencia de agua, de la absoluta ausencia de gasolina, de la inseguridad pública, ¿quién puede desear tal retorno? No es posible aceptar que esa es la «normalidad»; en realidad es una «anormalidad» convertida en normal por obra y gracia de un sistema, de un aparato administrativo desfasado e inoperante. Sencillamente, en ninguna forma puede reconocerse como normal tan nefasta anormalidad.Circunstancia que se plantea tanto a nivel individual como en la perspectiva del ámbito colectivo. La conclusión es resaltante: no hay salida viable enel regreso a una falsa normalidad. No es posible caer en la visión deformante que califica de normal la más repugnante realidad; solamente se trata de la anormalidad disfrazada de costumbre.
VÁLVULA: «Si la «normalidad» es el total deterioro de las condiciones de vida, tal como padecemos a diario, en medio de carencias de la más diversa índole, en ninguna forma puede ser deseable volver a ella después de la emergencia pandémica que nos acosa actualmente».
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