El miedo incontenible que experimenta la camarilla civil-militar que usurpa el poder político en Venezuela ante la posibilidad de verse forzada a participar en unas elecciones libres, explica el trauma que les quedó luego del resultado de aquellas elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, cuando la oposición democrática mayoritaria les dio una paliza que aún está viva en su memoria.
Oscar Battaglini
Esto es lo que, en última instancia, explica la prepotencia, la insolencia, los desmanes y el abuso de poder continuado que caracterizan las medidas que en materia político-electoral la dictadura madurista acaba de tomar mediante el TSJ.
Se tratan de unas medidas que evidentemente constituyen una verdadera huida hacia adelante, y que, a todas luces tienen un doble propósito:
- Hacer aún más severas y restrictivas las ya existentes a fin de ponerle un cierre definitivo bajo su dominación al ejercicio de elecciones libres en nuestro país. Esto es lo que se persigue, por ejemplo, con la designación al margen de la Constitución de un “nuevo” CNE que reafirma el control omnímodo, ventajista y delictivo del Poder Electoral por parte de la dictadura; con la invalidación de las direcciones originales y legítimas de los principales partidos políticos de la oposición democrática (G4) y el traspaso ilegal e irregular de la titularidad de esos partidos a tránsfugas que hoy aparecen confabulados políticamente con la dictadura.
- Continuar debilitando hasta su completa liquidación a la institución del voto como tal y, sobre todo, como medio de cambio de la situación política en la que se encuentra el país. El modus operandi de la dictadura a este respecto –porque lo tienen todo calculado- es como sigue:
- Por un lado aprueba y pone en ejecución por intermedio del TSJ, sentencias, resoluciones, etc, que obstruyen, limitan e imposibilitan el libre ejercicio del voto, con lo cual se busca sembrar escepticismo y la desconfianza entre la población, lo cual –por supuesto- deriva en un alto porcentaje de abstencionismo electoral. Pero por otro lado se presentan Maduro y sus voceros de la dictadura como fervientes partidarios de las “elecciones”; y el CNE, bajo su control, haciendo preparativos para la realización de las elecciones de turno. Pero lo que rebasa los límites del cinismo dentro de esta trama perversa, es que, existiendo en este momento sobradas razones para pensar que la dictadura tiene en preparación otro fraude semejante al que viene de hacer en la “elecciones” presidenciales del 20 de mayo de 2018, Maduro y su entorno palaciego ensayan la comedia de erigirse en críticos de la oposición democrática y de la inmensa mayoría del pueblo venezolano que se ve obligado a oponerse y a no a convalidar con su participación la nueva farsa electoral en desarrollo. Esta es la parte de esa comedia en la que entran en escena los actores de la “oposición” de la “mesita”, que si bien son actores secundarios, de reparto (de relleno) y simples figurantes, en esta parte de la opereta cumplen un papel estelar de primer plano, y que le presta un servicio inestimable al régimen usurpador. Esto, como es público y notorio, se materializa en dos aspectos fundamentales:
- En el hecho de que la dictadura siempre tiene en ella una corriente política de “oposición” que le sirva de comparsa en el montaje de los fraudes electorales que, con su complacencia, proyectan, organizan y ejecutan. Prueba de esto es, por un lado, la determinación que han dado a conocer sus integrantes, de participar en todos los procesos electorales montados por la dictadura, sin reparar en las irregularidades, el ventajismo, las trampas y las violaciones a la Constitución, que hacen de ellos un ostensible y escandaloso fraude a la soberanía popular; y por otro, la total coincidencia que existe entre la “crítica” de la dictadura y la que esta corriente política colaboracionista le hace a la oposición que consecuentemente se enfrenta a todos esos desmanes y convoca a la sociedad democrática venezolana: en primer lugar, a no convalidar con su participación el nuevo fraude electoral en marcha; y en segundo lugar a hacer todo lo que esté en sus manos, con el apoyo activo de la comunidad internacional, a no desmayar en la lucha que culmine con la recuperación democrática de nuestro país.
La certeza que tiene la dictadura madurista al querer transmitir la sensación de que comparte el espacio político nacional con una corriente “opositora” -que por lo demás, es la que ella reconoce- mansa, que no protesta por nada, que permite ser humillada sin chistar, que no participa en las luchas sociales y políticas en su contra; que se coloca servicialmente a su lado y que está siempre dispuesta a colaborar gustosamente en la realización de sus planes políticos, como ha venido ocurriendo sobre todo a partir de la conformación de la infausta “mesita”.
En resumidas cuentas, los venezolanos nos encontramos frente a una estratagema electoral fraudulenta que aunque novedosa en nuestro medio, ya fue ensayada con éxito particularmente en las “elecciones presidenciales” del pasado 20 de mayo de 2018, y que, resumiendo, consiste en lo siguiente:
- La violación de la normativa legal y Constitucional que regula los procesos electorales en nuestro país; para imponer autoritaria y de manera espuria un CNE constituido ostensible y mayoritariamente por agentes políticos de la dictadura madurista.
- La exacerbación de las medidas políticas y judiciales que la dictadura ha venido poniendo en práctica en contra de la oposición democrática (ilegalización de sus partidos, inhabilitación política de sus principales dirigentes, el despojo de esa condición y de la propia titularidad de sus organizaciones políticas, la anulación de sus tarjetas electorales ante el CNE, el acoso y la persecución policial, la cárcel y el exilio al que son sometidos muchos de sus dirigentes, etc) para forzarla, de hecho, a abstenerse y, de este modo, provocar que la inmensa mayoría del electorado también se abstenga, como ya ocurrió en las “presidenciales” del 20/05/2018, en las que votó menos del 30% del electorado nacional.
- Y en la disponibilidad de un sector político que dice ser de oposición, pero que en la práctica comulga con todo o casi todo con la dictadura, sirviéndoles de comparsa en los fraudes electorales que ésta organiza y ejecuta.
Es indudable que hoy los venezolanos nos encontramos en una situación parecida a la que se viviera frente al plebiscito montado por la camarilla dictatorial perejimenista con el objeto de perpetuarse en el poder. Como es sabido, el pueblo venezolano se negó a concurrir y a convalidar tal imposición dictatorial; y esa acción se convirtió en uno de los desencadenantes del 23 de enero de 1958. Si bien la historia no se repite como entonces, a nuestro pueblo le corresponde nuevamente, decidir qué hacer en el presente ante un reto semejante.