El «madurismo» asesina políticamente al educador y articulista venezolano, martirizado «por órdenes de arriba».
Heinz Dieterich
El 25 de marzo en horas de la noche y sin orden judicial, el profesor venezolano Javier Vivas Santana fue detenido ilegalmente por la Dirección de Contrainteligencia Militar (Dgcim) del autoritarismo burgués imperante en Venezuela. A las 48 horas fue presentado ante un tribunal ordinario en la isla de Margarita en donde la fiscal no encontró elementos para imputarlo. El general responsable y los oficiales de la Dgcim en Margarita le dijeron a Javier: «Profesor, nosotros sabemos que usted no es ningún delincuente y menos un criminal, pero su detención es por órdenes de arriba»…
Martirio, «por órdenes de arriba»
Entonces el profesor fue trasladado a la sede del Dgcim en Caracas donde estuvo detenido desde el 28 de marzo hasta el 12 de mayo. En dicha sede, donde las «autoridades» le robaron hasta sus ropas y zapatos, pasó los primeros 25 días en una celda de castigo, de cuatro metros cuadrados, durmiendo solo en el piso y en interior, «con un frío terrible y en total oscuridad. Los tres días iniciales de ese martirio no me dieron comida ni agua y sin poder siquiera cepillarme ni bañarme.»
«Cuando salí de allí con dos convulsiones a cuestas, fue que pude bañarme por vez primera en mi secuestro y logré comer de manera decente por la ayuda que me brindaron otros presos políticos. Cuando salí de esa celda, algo mejoró la reclusión y pude comprobar que estaba solo con presos políticos; entre ellos, el ex presidente y ejecutivos de Pdvsa, militares, y hasta el tío del líder opositor Juan Guaidó.»
«El Madurismo me asesina como su preso político»
El 13 de mayo trasladaron a la víctima junto con otros 56 presos políticos al «infierno carcelario» de El Rodeo III en Guatire, donde «todo es una violación a los derechos más esenciales del ser humano». Empezó «la otra etapa del plan en mi contra», prosigue el testimonio de la víctima.
«Aquí en el 90 por ciento de los casos solo se come arroz o espaguetis blancos con caraotas y lentejas, mientras la población penal muere de hambre o tuberculosis, al punto que en los últimos meses van más de 50 fallecidos por esas causas. En lo personal he perdido casi 30 kilos de peso en tres meses de secuestro político.”
“Las condiciones de insalubridad son dantescas. En ocasiones los presos deben evacuar en bolsas y ante la falta de agua esos desechos son enviados a las áreas externas”.
“Jamás he recibido anti convulsivos y menos útiles de aseo personal; y obviamente nunca me llegará alimentación complementaria”.
“Debo aclarar que todo el personal del Grupo de Rescate y custodios y trabajadores me han tratado con respeto y valoración humana”.
“He vivido torturas y horrores”.
“Les escribo desde la clandestinidad de El Rodeo III. Ojalá pronto logre la libertad. Lentamente el Madurismo me asesina como su preso político.»
La moralmente corrupta socialdemocracia
El autoritarismo burgués de Maduro –ante un terrible colapso moral de la socialdemocracia latinoamericana– cuenta todavía con el apoyo de los descalabrados reformistas de la Patria Grande: los kirchneristas y «socialistas» del Cono Sur; los Petistas de Brasil; los pequeñoburgueses andinos del «vivir bien» y del «marxismo comunitario» (Correa, Patiño, García Linera, et al.); los post-revolucionarios centroamericanos y «la izquierda» azteca, que navega entre las utopías del pasado y las dulces mieles del poder presente.
Estos políticos profesionales criollos, buscando desesperadamente el reciclaje post-derrota dentro del capitalismo subdesarrollado dependiente, no tienen reparo alguno ante el hecho, de que los destructores del proyecto socialcristiano de Hugo Chávez hayan convertido a la nación venezolana en una «cárcel del pueblo», con mazmorras llenas de obreros, militares patrióticos, luchadores populares e intelectuales críticos; con los rehenes de la autocracia cívico-militar laborando por un salario mínimo legal de 2.5 dólares al mes; con el Salvador de la Patria Chavista (Raúl I. Baduel) encarcelado desde hace casi once años; y un «presidente obrero» ilegítimo, a quién le encanta gastar con la «primera combatiente» cientos de dólares en un exclusivo restaurante de Estambul, fumando obscenamente Habanos Cubanos, que cuestan múltiples veces más de lo que gana un obrero venezolano en diez años con el salario mínimo.
Esta inmoral manada reformista criolla está ligada a los amaestrados socialdemócratas capitalistas de España –los Monedero, Iglesias, Montero, de Podemos («Podemos ha fracasado, se ha convertido en irrelevante,» Varoufakis) y de la socialdemocracia pro-OTAN (Zapatero, PSOE)– en el nuevo «espacio del progresismo», el quijotesco desacierto llamado «Grupo de Puebla».
Un toro sin bolas
Mientras la Voz de Conciencia de la Patria Grande, el gran transformador Pepe Mujica, a quién Maduro ha tratado con vilipendio y bajeza –»es un estúpido»– ya no se oye, el operador kirchnerista de turno, el presidente Alberto Fernández, rehén de La City porteña, ha demostrado ser lo que en Argentina llaman «un toro sin bolas».
Federico Villegas, el representante argentino ante los organismos de la ONU, había avalado un informe de Michelle Bachelet, que expresa una «profunda preocupación por la situación de los derechos humanos» en Venezuela, diciendo que: «También coincidimos en que sólo el orden constitucional, la democracia y el estado de derecho harán posible garantizar el pleno respeto y ejercicio de todos los derechos humanos en Venezuela».
Ante la violenta reacción de los talibanes y oportunistas de la pampa húmeda y de Doña Cristina, en respaldo al usurpador caribeño, Fernández se encontró ante el dilema, que en Venezuela se llama: ¿Con qué culo se siente la cucaracha? Y, ante este dilema, decidió recular ante la verdad expresada por su embajador en Ginebra, quién también había hablado de la necesidad de «elecciones inclusivas, transparentes y creíbles». Reculó ante la verdad objetiva, afirmando que el régimen de Maduro es legítimo y que habrá elecciones parlamentarias democráticas el 6 de diciembre.
¿Vocación de Mussolini trópical?
En «democracias» como la de Benito Amilcare Andrea Mussolini también se buscaba una aparente legitimidad. Las elecciones del 6 de diciembre, anunciadas por Maduro, no tendrán nada de «inclusivas, transparentes y creíbles». Son otra farsa de un gobierno que a veces pareciera remedar a Trump y a sus comparsas.
Los últimos sufragios democráticos en Venezuela tuvieron lugar en abril 2013 (presidenciales) y en diciembre 2015 (parlamentarias). En las primeras, apenas seis meses después de que Chávez ganara las elecciones nacionales con diez puntos de ventaja al candidato opositor Capriles, Maduro, aun con el aval en vida del Comandante Chávez, apenas logró aventajar a Capriles con el 1.5 por ciento de los votos. Era el ”menetekel” (escritura en la pared) de un ominoso futuro que esperaba a la nación.
La nación reprueba a Maduro
En las elecciones legislativas de diciembre del 2015, se reveló que el saco del Comandante le quedó demasiado grande a Maduro y su régimen fallido. El «presidente obrero» y la «primera combatiente», aun con el control de todo el Estado, Pdvsa y del movimiento chavista, perdieron estrepitosamente la mayoría de la Asamblea Nacional. El poder legislativo unicameral venezolano quedó en manos de la oposición, con un total de 112 diputados frente a 55 del madurismo.
A apenas dos años y nueve meses de la muerte del presidente Chávez (2013), y a un año y ocho meses antes de que Trump impusiera las primeras sanciones financieras contra Venezuela (agosto 2017), Maduro ya había perdido la base de masas y el apoyo social multiclasista, que sostenía el proyecto modernizador socialcristiano de Hugo Chávez.
La farsa electoral venidera
Desde diciembre del 2015, no ha habido ninguna elección democrática en Venezuela y no va a haber ninguna, mientras los defraudadores maduristas sigan en el poder. Plantear la participación en el sufragio venidero del 6 de diciembre, para «convertir las elecciones parlamentarias en un referéndum liberador», no es más que una quimera que prolongará la situación.
Todo el grupo usurpador del poder carece de ética y honor, cuya palabra no vale nada. En términos de Karl Marx, son un estrato de la lumpen burguesía, que logró secuestrar las esferas políticas, jurídicas, económicas y militares de la sociedad.
Ahora, con el desmantelamiento del esquema CLAP por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) mexicana –que había sido tolerado por el gobierno anterior de Peña Nieto– el mandato de Maduro pierde su principal instrumento de control político de las masas (además de la despiadada represión) y no es seguro, que Irán, Rusia o China van a querer sustituir esa logística mexicana-turca-árabe de los alimentos, organizada por el empresario y cuate del «presidente obrero», Alex Saab.
Es por eso que se pretende organizar ahora otra farsa electoral para diciembre, cuyos resultados no encontrarán reconocimiento en Europa ni en América, ni en la mayoría del pueblo venezolano.
Socialdemocracia criolla: una clase política castrada
Cuando se contrasta la actitud de Alberto Fernández y toda la rastrera clase política socialdemócrata latinoamericana con las letras del noble himno nacional de Argentina y del espíritu de los Libertadores de la Patria Grande, queda claro, que esta clase política nunca será el ente transformador que requiere la América Morena.
La emancipación social de lo que El Libertador Simón Bolívar llamó cariñosamente «este pequeño género humano» (Carta de Jamaica), sólo será efectiva, si se basa en la verdad objetiva y actúa por la verdad objetiva. Doblegarse ante el cinismo, llamando a la verdad una mentira, es criminal.
¡Como también lo es callarse ante el asesinato político de Javier Vivas Santana!