Históricamente, la idea de democracia es tan antigua como diversa. Pero, en su esencia del ejercicio del principio de que el pueblo es el soberano, sólo hay sistema democrático si se respetan lealmente sus fundamentos esenciales y son acatados a plenitud
Gustavo Luis Carrera I Letras Al Margen
Por costumbre, todos creemos saber qué es la democracia, cómo se caracteriza un régimen democrático. Y en efecto, seguramente lo sabemos, como un pueblo que ha conocido la democracia. Pero, las distorsiones que han hecho los gobiernos despóticos de este concepto y sistema político no cesan, y justifican una reiteración ideológica.
CONCEPTUALIZACIÓN. El principio democrático empieza a ser aplicado cuando, en la antigüedad clásica, se opta por establecer un gobierno colegiado, dependiente de un conjunto de individuos, y no de uno solo. Esto se proyectó sobre una parte de la población, y con el tiempo abarcó el conjunto poblacional. Es un largo y muy lento recorrido histórico, hasta llegar a lo que hoy entendemos por democracia. Tantos siglos se impuso el gobierno unipersonal, que la incorporación del pueblo al poder sigue en proceso.
ESTATUTO DEMOCRÁTICO. En la perspectiva contemporánea, el acuerpamiento de lo que entendemos por democracia se inicia con la Independencia de Estados Unidos (1776), la Revolución Francesa (1789) y la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824). Y luego con la aprobación de las primeras constituciones: Estados Unidos (1787), Venezuela (1811), España (1812), Francia (1848). En realidad, el surgimiento de la república se interrelaciona con la democracia; pero no son sinónimos: puede haber una república (gobierno de las leyes) sin democracia (gobierno del pueblo).
TOTALIDAD INTEGRAL. Es indispensable destacar la real identidad de la democracia, sistema fundado en principios esenciales, sin cuya presencia activa no existe como tal: estado de derecho, autonomía de los poderes públicos, libertad de expresión y de agrupación, libre existencia de partidos políticos, respeto de la Constitución, alternabilidad en el ejercicio del poder, sufragio universal y efectivo, y el principio sine qua non: la soberanía radica en el pueblo. Este conjunto básico determina la existencia de un sistema democrático; al faltar uno de ellos, no es posible hablar honestamente de democracia. Las tergiversaciones al respecto se evidencian en su propio exabrupto. Así, dirigentes de la URSS, en complicidad con las Academias, crearon el disfraz de «democracias populares» para los regímenes totalitarios que impusieron en países satélites del imperialismo soviético. Así, sigue usando este eufemismo el gobierno autocrático de China. Inclusive hay subterfugios que tratan de esconder el verdadero carácter dictatorial de regímenes que convocan a elecciones, pero con un solo partido como candidato, o en condiciones amañadas de fraude electoral. Es decir, que el sufragio resulta falso: es un voto que no elige. De hecho, puede haber plutocracia (gobierno de los ricos), oclocracia (gobierno de la muchedumbre desordenada), autocracia (gobierno impositivo de una persona); pero solamente hay democracia cuando es integral y a plenitud.
VÁLVULA: «Históricamente, la idea de democracia es tan antigua como diversa. Pero, en su esencia del ejercicio del principio de que el pueblo es el soberano, sólo hay sistema democrático si se respetan lealmente sus fundamentos esenciales y son acatados a plenitud, no en engañosa fragmentación. Hay democracia o no la hay. Pero no puede ser sólo relativamente o en parte».
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