Si algo ha quedado claramente demostrado en Venezuela estas últimas dos décadas, es que el chavismo es una corriente política sin guía teórica, sin programa y sin planes que orienten efectivamente la acción programática.
Oscar Battaglini
En ese sentido, lo que hasta ahora ha presentado es una serie de propuestas e iniciativas inconexas (el “Plan de la Patria”, “los motores de Chávez y Maduro”, “la Venezuela potencia”, etc, que han terminado, como sabemos, en el más estruendoso fracaso. Resultado que confirma que la gestión gubernamental del chavismo, con Chávez y sin Chávez, ha estado caracterizada por el espontaneísmo, el voluntarismo y la improvisación (no exenta, por lo demás, de un cierto temerario aventurerismo), enmarcado en el desorden más absoluto, que viene a ser lo que explica la marcada tendencia del chavezmadurismo (en su expresión civil-militar) a incorporar a su estructura de poder, cualquier elemento (político, económico, ideológico, represivo, etc) que le sirva tanto para el ejercicio cotidiano de ese poder, como para su pretensión de perpetuarse en el mismo. Ejemplo de esto es la adopción que hace Chávez (y el chavismo) de los conceptos de “izquierda” y “revolución socialista”, cuando venía de afirmar en entrevista concedida al profesor Agustín Blanco Muñoz, publicada en su libro “Habla el comandante”, que él no era ni marxista ni socialista, ni sabía nada sobre esos temas, y que se adscribía a lo que en esos momentos denominaba “capitalismo humanista”, Es decir, no tenía una base teórica sólida y se confesaba ignorante de estos temas. Cabe señalar que esa conversión se produce cuando se convierte en pupilo de Fidel Castro, y el proceso político venezolano bajo control chavista, se hace dependiente del régimen cubano; al tiempo que se unifica de manera farsesca, alrededor de un supuesto contenido “socialista y revolucionario”, que presenta entre sus manifestaciones más ostensibles, la forma altisonante como en el seno de la fuerza armada chavista (facha), este supuesto contenido, es expresado por la oficialidad del estamento castrense. Diera la impresión que, sorprendentemente y de un día para otro, los militares venezolanos se volvieron “socialistas y revolucionarios” (no todos por supuesto).
Una adopción parecida a esa es la ocurrida con respecto a la ley contra el odio, que tiene su origen en Francia a instancias de una legisladora de ese país que debido a su condición étnica, fue objeto –vía internet- de agravios contra su persona. A partir de este acontecimiento, varios países de la comunidad internacional incorporaron a sus aparatos judiciales sendas leyes con ese mismo carácter; incluidos algunos de América Latina, entre ellos: Argentina, Perú, Chile, Uruguay, Colombia, Ecuador, Bolivia, Honduras, El Salvador, México y otros.
En nuestro país esa ley fue aprobada por la constituyente fraudulenta el 8 de noviembre de 2017, y entró en vigencia a mediados de este mes. Hasta donde sabemos, en todos los países mencionados esa ley está elaborada entorno a la necesidad de preservar y garantizar, por un lado, el pleno ejercicio de los derechos de género, de las etnias y de la libertad religiosa; y por otro, a penalizar las violaciones que se cometen contra esos derechos y sus actores sociales. Sólo en nuestro caso, esa ley asume o se le confiere un carácter fundamentalmente político, intencionalidad que se pretende ocultar mediante el recurso engañoso de hacerla extensible a la preservación de toda una gama de derechos que son enumerados una vez establecida la fórmula … “y contra cualquier forma de violencia política”… cuya calificación pasa a ser de la competencia discrecional del organismo ad hoc designado por la constituyente fraudulenta (“Comisión para la promoción y garantía de la convivencia pacífica”…).
Es evidente que estamos ante otro instrumento político de tipo totalitario (fascista) que la dictadura militarista utiliza a su libre arbitrio y de manera perversa, para vigilar y castigar a la disidencia democrática que se expresa desde la Asamblea Nacional legítima; los partidos políticos de oposición, los sindicatos de obreros, los gremios de profesionales, la prensa libre, la radio, la TV, las redes sociales, la Internet, etc.
Es mediante el uso que se hace de ese instrumento “ilegal”, que se han producido numerosas detenciones de venezolanos por sus comentarios en las redes sociales sobre la situación política y la crisis general por la que atraviesa el país. Lo mismo puede decirse sobre las detenciones del dirigente obrero Rubén González, condenado por un tribunal militar a cinco años de prisión, supuestamente por haber agredido a unos militares, y la del dirigente político Nicmer Evans, quien permanece detenido en el DGCIN (prisión militar) y está siendo juzgado por el tribunal 21 de primera instancia, bajo el cargo de “promoción e incitación al odio” (Art. 20 de dicha ley).
Esta ley que ha sido convertida por la dictadura en una verdadera espada de Damócles (una amenaza constante para la disidencia), está destinada especialmente a:
1-coartar los derechos de los partidos políticos de oposición; los cuales desde su promulgación, han visto reforzada e intensificada la ofensiva represiva que el régimen dictatorial ha desarrollado permanentemente en su contra. De ahí que no sea nada casual el hecho de que esa ofensiva haya estado siempre acompañada de una campaña propagandística dirigida a presentar sus posiciones y declaraciones políticas como elementos promotores de la violencia, la intolerancia y el odio nacional, (Art. 11 de la ley) para, de ese modo hacerse de buenos argumentos “con los que justificar la represión” y la política orientada a liquidar a la oposición democrática del país.
2-a vigilar, censurar y castigar a la prensa libre y a todos los medios de comunicación por sus denuncias y opiniones críticas sobre la situación general del país, y en especial sobre la situación política existente y, sobre todo, los desmanes y el manejo abusivo que el régimen hace del poder. Como en el caso de la persecución desatada en contra de los partidos políticos de oposición. También los medios de comunicación en Venezuela, no sólo han experimentado un mayor endurecimiento de la censura oficial desde la aprobación y puesta en vigencia de la “ley contra el odio”, sino que el contenido de sus emisiones han quedado sujetas a la interpretación discrecional que de ellas haga la dictadura, de acuerdo con los artículos 20 y 22 de la ley, y sobre todo este último, en el que se establecen severas sanciones contra …“los medios que difundan mensajes de guerra, … que hagan apología al odio nacional, o que se considere que incurren en este delito”. Es decir, ellos determinan según su bien intencionada subjetividad qué constituye un delito y qué no.
De allí que muchos comunicadores tengan que pensar muy bien lo que van a decir, y otros muchos ni se atrevan siquiera a señalar las irregularidades, atropellos y desafueros que campean a la vista de todos. Otros, como los figurines complacientes del régimen, voceros de su partido, renunciando a su profesionalismo, es decir, al deber de informar con veracidad (Art. 58 de la Constitución vigente), y saltándose el código de ética del periodismo, optan por mirar hacia otro lado y obviar la realidad palmaria de la injusticia y el autoritarismo despótico, pero nunca formular una crítica necesaria para intentar explicar de alguna manera, el desastre que ha significado el chávezmadurismo para Venezuela. (Una información que debería llamar a la reflexión -por ejemplo- son las preocupantes cifras de Encovi relativas a desnutrición infantil. Más del 30% de los niños venezolanos la padecen, es decir, pasan hambre. Sin embargo esta información no se verá reflejada en los noticieros complacientes de los incondicionales al régimen).
Resulta grotesco que la dictadura militarista-policial, que habiendo colmado de sufrimiento, de intolerancia, de violencia, de espanto (alrededor de 6 millones de venezolanos han salido huyendo de esta tragedia) a nuestro país, pretenda mediante la aplicación de una ley que tiene un claro contenido inquisitorial y fascista, erigirse en una suerte de cruzado de la antiviolencia, de la intolerancia y el odio. ¡Cosas veredes Sancho amigo! https://www.larazon.net/category/oscar-battaglini/