El documento de la CEV relativiza la gravedad de la tragedia y se refiere al régimen chavista en perfumados y maquillados términos de “intentos totalitarios” y “ventajismo”.
Humberto González Briceño
Desde el comienzo de la tiranía Chavista esta oficina administrativa de la Iglesia Católica ha mantenido una línea política inalterable de apoyar la pseudo legalidad chavista derivada de la Constitución de 1999 y suscribir todas las estrategias colaboracionistas articuladas por la falsa oposición desde participar en elecciones fraudulentas y mesas de negociaciones hasta desmovilizar la insurrección ciudadana.
En lugar de ser el templo de refugio para proteger a la resistencia ciudadana y convertirse en la voz de esperanza de una nación que se niega a morir, la burocracia de la Iglesia Católica en Venezuela se ha reducido al papel de instrumento de manipulación por parte del régimen y su falsa oposición, abusando de la fe de quienes creen en los intérpretes de la palabra de Dios.
El documento en cuestión debe ser examinado cuidadosamente porque fue redactado en términos ambiguos y ambivalentes para permitir variadas y cómodas interpretaciones que permiten justificar el llamado a votar como la única opción frente al falso dilema de quedarse de brazos cruzados.
El segundo párrafo del referido documento comienza por ratificar lo que ha sido la política entreguista de la MUD y la falsa oposición: Una defensa sentida de la democracia e institucionalidad chavista. La CEV llama a asumir la “normalidad ciudadana” por la vía racional del voto en un país donde la ausencia de instituciones y garantías nos ha retrocedido a la barbarie. Frente a las mafias chavistas que hoy controlan a Venezuela la única racionalidad posible es un acto puntual de fuerza que los saque del poder para proteger la vida y la integridad de la familia venezolana. Pero la CEV prefiere hacer un llamado pérfido a la racionalidad del voto aunque en forma aún más irracional admita en el mismo documento que el proceso al cual llama a participar está plagado de insalvables irregularidades.
Para sellar la invocación el documento remata: “…la participación masiva del pueblo es necesaria y podrá vencer los intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno.” Este tipo de voluntarismo solo comparable con la política ficción ha sido la causa de que muchos venezolanos, civiles y militares, estén presos y torturados y otros tantos hayan sido asesinados por el régimen chavista. Muchos de ellos llevados bajo engaño al matadero bajo la falsa creencia metafísica que solo basta con un “Creer es Poder” o el ultra demagógico “Fuerza y Fe”.
» La CEV prefiere hacer un llamado pérfido a la racionalidad del voto aunque en forma aún más irracional admita en el mismo documento que el proceso está plagado de insalvables irregularidades»
Los venezolanos han participado y atendido todos los llamados que se le han hecho desde la CEV y la falsa oposición para participar masivamente en elecciones. Han sido ya casi dos décadas votando masivamente una y otra vez para finalmente descubrir que todo era una gran estafa política para atornillar al régimen por “vías democráticas”. Votar “masivamente” es el narcótico que se usó para adormecer a los venezolanos, pero ya hoy el tiempo y la sangre derramada ha inmunizado a la mayoría ante los efectos letales de la droga electoral.
El documento de la CEV relativiza la gravedad de la tragedia y se refiere al régimen chavista en perfumados y maquillados términos de “intentos totalitarios” y “ventajismo”. ¿Intentos totalitarios en un país azotado y desangrado por los colectivos y bandas chavistas? ¿Ventajismo en un régimen político hecho a la medida del chavismo y que lo controla todo hasta el número de votos que saca la “oposición”? Hablar de “intentos totalitarios” y “ventajismo” es una insolente e inmerecida bofetada de los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana contra todos los venezolanos. Y provoca, con serenidad y estoicismo, poner la otra mejilla tan solo para mirar, por unos instantes, a los ojos del agresor.
El documento de la CEV es una jugada política que invoca retóricamente el bien común pero que carece de religiosidad y le da la espalda a la fe cristiana para lavarle la cara a la tiranía. Gracias a Dios y por fortuna para la civilización occidental de tradición judeocristiana, los discípulos de Jesús tuvieron la firmeza, el carácter y la convicción que hoy carecen los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana para propagar y defender la fe. De lo contrario jamás habríamos conocido a la Iglesia Católica.-