La ineptitud y la mediocridad de una corriente política autocalificada de “revolucionaria” y “socialista”, donde quiera que ha gobernado ha salido siempre “con las tablas en la cabeza” debido a su fatal y destructivo manejo institucional.
Oscar Battaglini
La parálisis y la imagen ruinosa que actualmente presenta nuestro país es sólo comparable con la situación en la quedó luego de culminadas la guerra de Independencia y la guerra Federal en 1821 y 1863 respectivamente. Para hacernos una idea lo más aproximada de los daños provocados por ambas contiendas, basta con recordar que la primera duró 11 años, durante los cuales, asumió en todo su recorrido un carácter feroz y se desarrolló en un país de menos de un millón de habitantes, con una economía agropecuaria en condiciones de precariedad, y se libró, por término medio, con los trabajadores (peones) reclutados en las haciendas agrícolas y en los hatos ganaderos para ser convertidos en soldados. La segunda, podría afirmarse, se realizó en condiciones similares a la primera. Al final de la guerra Federal, además de las más de 200 mil víctimas por ella provocada, el país presentaba las siguientes características: Una economía en ruina, puesto que la guerra había destruido todas las fuentes de riqueza nacionales. Las propiedades privadas (tierras de cultivo, haciendas y hatos) estaban improductivas por falta de cultivos y mano de obra disponible. El Estado se veía gravemente afectado por la caída del ingreso fiscal proveniente de las actividades de exportación e importación de origen agrícola y pecuario. En esas condiciones el gobierno de la federación carecía hasta de los recursos para cubrir el gasto corriente de la Administración Pública. Sorprende que siendo esa la situación existente, el diario oficial, “El Federalista”, en su edición del 30 de julio de 1863, opine que bajo el gobierno de la federación triunfante … “no habrá más porfía que el progreso ni más obra que la del bien común, ni más empeño que el de la felicidad y grandeza de la patria”…
Cuando uno oye a Maduro en sus chácharas de radio y TV, hablando este mismo lenguaje en medio de la catástrofe provocada por su acción de gobierno –y el de Chávez, por supuesto-, se percibe el engarce que, sin duda, existe entre el anacronismo chavezmadurista y la barbarie caudillista-militarista de nuestro siglo XIX.
Estando de acuerdo entre la semejanza que puede establecerse entre el estado en que quedó el país luego de las dos grandes guerras por las que atravesó y la situación imperante bajo la dominación chavezmadurista, de suyo se comprende el estado calamitoso generado por esas guerras en el seno de la sociedad venezolana de entonces. Pero, ¿cómo explicar el desastre existente en la actualidad, cuando aquí no se ha producido una guerra y mucho menos de las magnitudes de las ya mencionadas.
Frente a esta evidencia –y lo incontrovertible de la misma- afloran con gran fuerza las verdaderas razones de la frustración del chavismo en el ejercicio del poder, y de la tragedia del pueblo venezolano que, como el cubano y otros pueblos del mundo, ha sido forzado a pasar por la experiencia (nefasta) de un ensayo político condenado de antemano al fracaso más rotundo. Las razones de esto, son básicamente dos:
1-el carácter excluyente de un proyecto político que llega al poder promoviendo, de la manera más irracional e impolítica, la separación y el conflicto entre los venezolanos. Eso es lo que, fundamentalmente, explica:
1.1-la cerrada e intransigente negativa de Chávez y, en general del chavezmadurismo oficial, de llegar a acuerdos con sectores del empresariado legítimo del país para echar a andar la economía nacional. En su lugar se impuso la política de las expropiaciones de empresas y de fundos agrícolas que, conjuntamente con la serie de medidas y resoluciones de índole económico-financieras decretadas por el régimen chavezmadurista, han descalabrado la actividad agropecuaria y la industrial manufacturera nacionales.
1.2-el creciente irrespeto y la recurrente transgresión de la normativa constitucional que rige la convivencia política democrática del país. El resultado de esta práctica ha sido el surgimiento, de hecho, de un régimen político dictatorial militarista que viola permanente y sistemáticamente los derechos humanos y políticos de los venezolanos, y que se impone mediante la violencia y el fraude electoral.
2-la ineptitud y la mediocridad de una corriente política autocalificada de “revolucionaria” y “socialista”, la cual, donde quiera que ha gobernado ha salido siempre “con las tablas en la cabeza” debido a su fatal propensión destructiva. El caso más conocido a este respecto es el de Stalin, de quien Trotsky llegó a decir que …“era la mediocridad más eminente del partido”.
Es entonces, el hecho de que la dictadura careciera de un pretexto o una coartada que de algún modo le permitiera “justificar” la catástrofe que ha provocado en Venezuela, así como la ruina generalizada a la que ha sometido a toda su población, lo que finalmente la induce a coger el camino –seguramente que por recomendación de la burocracia cubana- de hacerse la víctima y buscar unos culpables a quienes acusar de ser los responsables de la destrucción del país, y del prolongado e interminable vía crucis por el que atraviesa el pueblo venezolano. Tenemos entonces que, de ahí es de donde surgen las “tesis” de “la burguesía y la oposición apátridas”, de la “guerra económica”, de que las sanciones económicas y financieras aplicadas en contra de la dictadura por la comunidad internacional a partir de finales del mes de octubre del año 2018, son la causa básica de la crisis venezolana. A este respecto cabe señalar que, hasta esa fecha y un poco más adelante, las relaciones económicas y comerciales con los Estados Unidos, Europa Occidental y los países asiáticos, se mantuvieron en condiciones relativamente normales. De tal manera que las incidencias negativas de esas sanciones, comenzaron a hacerse efectivas del año pasado a esta parte, cuando tendieron a radicalizarse, y cuando ya era ostensible y en estado crónico, la crisis humanitaria compleja que afecta gravemente la existencia de los venezolanos.
Lo dicho no quiere decir que las sanciones no hagan más gravosa la situación general del país, pero está suficientemente claro que la permanencia y la radicalización que han venido experimentando, se deben: 1- a la contumacia de un régimen político que persiste en la violación de los derechos humanos y político-democráticos de los venezolanos, tal y como queda registrado en los más recientes informes acerca de la situación venezolana realizados por el equipo que dirige la alta comisionada para los derechos humanos de la ONU, Michelle Bachelet; 2- a su deliberado propósito de obstruir y sabotear toda posibilidad de una negociación política con la oposición legítima del país que tenga como resultado la solución pacífica, constitucional y electoral de la crisis política; 3- a su permanente intención de recurrir a la violencia y al fraude electoral como políticas de Estado, para perpetuarse en el poder al mejor estilo de los Lukachenco, Putin, o los Castro en Cuba, por ejemplo.