Analizando el panorama político, una de las conclusiones a las que por fuerza se llega, es la de que, en nuestro país, jamás se realizarán de nuevo elecciones libres o normales, mientras permanezca en el poder el régimen autoritario militarista encabezado por la dupla Maduro-Padrino López.
Oscar Battaglini
Esa determinación derivada de la naturaleza de este tipo de régimen político, se ha convertido no sólo en una política de Estado que, sistemáticamente, la dictadura madurista ha venido poniendo en práctica para burlar las aspiraciones político-democráticas de la sociedad venezolana, sino también es un eficiente mecanismo –junto con la coacción jurídico-política- concebido para la realización de su propósito de perpetuación en el poder.
De este modo se repite en Venezuela lo que desde hace años –y más recientemente ha venido ocurriendo:
1- en la Rusia de Putin, quien lleva más de 20 años continuos al frente del gobierno, y acaba de imponer mediante un referendo realizado en medio de la pandemia del Covid-19, una reforma constitucional a su medida, para perpetuarse definitivamente en el poder;
2- en la Bielorrusia de Lukashenco, quien llegó al poder en 1994, y dos años después convocó un referendo que le permitió modificar la Constitución de su país para, de ese modo, otorgarse a sí mismo poderes absolutos. Hace pocos días, después de 26 años continuos en el poder, montó otro simulacro electoral en el que, según él y las autoridades electorales a su servicio, habría obtenido más del 80% de los votos;
3- en la Cuba de la familia Castro, la cual, a semejanza de lo que sucede en Korea del Norte, donde desde 1972, cuando Kim Il-Sung asumió la presidencia del país, y a quien a su muerte en 1994, le sucediera su hijo Kim Jong il, y a éste, a su vez, le sucediera en 2011 Kim Jong un, actual jefe de Estado, para desgracia de ese martirizado pueblo. Bueno, durante todo ese tiempo, Cuba ha sido el santuario del despotismo caribeño, del partido y del pensamiento único, aberraciones que ha pretendido trasplantar a nuestro país con la complicidad manifiesta de la burocracia (civil-militar) que usurpa el poder político en Venezuela;
4- en la Nicaragua de Daniel Ortega, quien desde su regreso al poder (principios del año 2.001) ha recurrido permanente y sistemáticamente a la violencia política y el fraude electoral para mantenerse en el poder, como ocurriera en el último simulacro electoral habido en ese país, en el que tuvo la desfachatez de presentarse de nuevo a la reelección con su mujer como candidata a la vicepresidencia de la república;
5. En el Irán del Estado confesional y fundamental regido por los ayatolláh de la religión musulmana, para quienes la guerra contra el occidente cristiano que tuvo lugar durante las cruzadas (siglos XI–XIII) aún no ha terminado. Lo cual explica varias cosas: la ausencia de democracia y la precariedad de los derechos civiles en una sociedad esencialmente patriarcal y machista, y de cómo esa situación afecta particularmente a la condición de la mujer iraní, quien sigue obligada a ocultar su rostro detrás de un velo (el hiyab), le está prohibido hacer declaraciones a los medios de comunicación para denunciar los abusos y atropellos que permanentemente se cometen en su contra, lo cual es calificado como un delito contra el sistema político imperante, le está prohibido asistir a espectáculos públicos, y para inscribirse en una universidad o viajar al exterior debe solicitar y obtener la autorización del padre, esposo o hermano mayor para poder realizar tales actividades;
6- en la Turquía de Erdogan, quien ejerce el poder desde el año 2014, posición desde la que ha impulsado, sobre todo después del intento de golpe de Estado del año 2016, una serie de reformas constitucionales de carácter reaccionario que le han otorgado poderes absolutos y le han permitido imponer “legalmente” un régimen de terror represivo. Se estima en más de 30 mil el número de personas que han sido detenidas, principalmente activistas políticos, funcionarios del Estado, trabajadores, estudiantes, periodistas, etc;
7- en la China de la burocracia ultra neoliberal, autoritaria y totalitaria que monopoliza el poder político ene se país que, como es sabido, es el elemento que ella aporta en su asociación estratégica con el capital internacional (de los Estados Unidos, Europa y Japón), y desde el cual crea las … “mejores condiciones para el desarrollo de la libre empresa, lo que significa acomodar las reglas del juego de la política a las reglas de la libre empresa –o sea, que el gobierno ponga todo el poder regulatorio del que dispone, al servicio de la desregulación, el desmantelamiento y el menoscabo de las leyes y estatutos existentes que puedan imponer restricciones a la empresa, para que las promesas gubernamentales de no utilizar su poder regulatorio, resulten creíbles y convincentes- … En la práctica, esto significa bajos impuestos … y por sobre todas las cosas: flexibilidad laboral, (es decir, el empleo de mano de obra fuera de las nóminas ordinarias de las empresas y sin seguridad laboral y social de ninguna naturaleza; jornadas de trabajo de 14 y 16 h/d, trabajo infantil, proscripción de los sindicatos y de la contratación colectiva; represión y penalización frente a la protesta de los trabajadores, etc.) Z. Bauman, “Modernidad liquida”, México, FCE, P.160. Demás está decir que en este país no se realizan ni siquiera simulacros electorales para cubrir las apariencias.
El que hayamos tomado como referencia la situación política de esos países (aliados del gobierno venezolano) en relación con lo que ocurre actualmente en el nuestro, obedece al hecho de que se trata de una situación, o de un esquema político que -como se ha dicho- se repite en todos los casos en los que el poder es ejercido por un individuo o por una camarilla de aventureros que llega a esa posición, levantando de manera farsesca, las banderas de la redención social y política, y terminan estableciendo regímenes aún más reaccionarios, injustos y opresivos que los precedentes.
Ese es el estado de cosas al que el militarismo madurista pretende darle continuidad con el simulacro electoral parlamentario en marcha, y que por lo que se observa, el régimen dictatorial está dispuesto a llevar hasta el final, a pesar:
1-de que apenas un 16% de la población con derecho al voto se muestra en estos momentos dispuesta a acudir a la cita electoral fijada para el 6/12/2020 (Datanálisis). Se estima que a medida que nos acerquemos a esa fecha, el porcentaje de asistencia se reduzca todavía más.
2-de que, de los casi 3 millones de venezolanos que debían inscribirse y actualizar sus datos en el registro electoral, apenas han podido hacerlo un poco más de 200 mil.
3-de que a estas alturas todavía no se sabe cómo se va a votar, porque, como es del conocimiento público, las máquinas de votación se quemaron y ya no hay tiempo para mandar a hacer unas nuevas que permitan realizar un acto de votación razonable mente confiable y creíble.
4-de que la crisis humanitaria compleja y en desarrollo y el Covid-19, sobre todo por el temor al contagio, han impuesto sobre todo condiciones que impiden tanto la realización de una campaña electoral relativamente normal, como un acto de votación que no sea mediante la participación presencial del votante, cuestión que ya no es así en muchos países del mundo.
Lo que se percibe muy claramente en el empeño de la dictadura madurista de llevar a cabo esas elecciones contra viento y marea, es la intencionalidad perversa de aprovecharse, en primer lugar, de las irregularidades señaladas, en particular del estado de zozobra creado por el Covid-19, como hicieron Putin y Lukashenco, y en segundo lugar, de la situación de ilegalidad a la que están sometidos los principales partidos de oposición, para imponer un resultado electoral fraudulento, que si bien le permitiría, en lo inmediato, arrebatarle a la oposición democrática la Asamblea Nacional, no le daría ni el reconocimiento político nacional-internacional, ni la sacaría de la crisis terminal en la que se encuentra. De ahí que sea lícito pensar que con estas “elecciones” el país estaría entrando en una fase de mayor agudización de la crisis general y del conflicto político en particular que podría tener un resultado o un desenlace no deseado por la dictadura militarista.