El pueblo está en su cabal plenitud; no en la palabra abusiva del demagogo oportunista
Gustavo Luis Carrera
Se habla, se hace propaganda y se gobierna “en nombre del pueblo”; y el pueblo ni se entera de cuándo autorizó a alguien a usar su nombre como eslogan manipulador. Son tantos los ejemplos históricos, del pasado y de la actualidad, que con ellos se podrían completar las páginas de un libro.
De hecho, es una farsa: el usurpador del nombre del pueblo es un dañoso actor de una mala película, tan grotesca como perniciosa.
¿DÓNDE ESTÁ EL PUEBLO? Hay quien pretenda tener la representación de toda una colectividad concentrada en su persona. Y actúa, en consecuencia, como si fuera el propio pueblo. Sabiendo todos que el pueblo reside en sí mismo, y es intransferible, no portable ni comprimible.
En la comunidad plena, constituida en su real totalidad, reside la noción de “pueblo”; no en un sector o en una fracción, que es manipulada y presentada como si fuera la integridad colectiva. El pueblo está en su cabal plenitud; no en la palabra abusiva del demagogo oportunista.
RESPETO AL SOBERANO. La democracia redistribuyó papeles y funciones sociales. Antes el soberano era el rey; ahora es el pueblo. La soberanía popular se ejerce en el ámbito del ejercicio democrático.
Un pueblo es soberano cuando tiene participación efectiva en las decisiones nacionales, y hace valer su autoridad a través del voto libre, universal y transparente.
En la actualidad no es concebible una democracia que no reconozca que la soberanía reside en el pueblo, y no en la voluntad personalista y absolutista del gobernante de turno, sostenido por la fuerza de las armas y afianzado en la opresión de ese pueblo soberano, que debe ser dignamente respetado.
DEMAGOGIA REPETIDA Y DESCOMPUESTA. Hablar “en nombre del pueblo” es el lugar común hipócrita de déspotas y usurpadores. “En nombre del pueblo” las asambleas aprueban leyes orgánicas a capricho; los presidentes y jefes de gobierno imponen decretos absolutistas, y persiguen, reprimen, encarcelan y hasta matan, con la complicidad de las fuerzas que operan las armas.
“En nombre del pueblo” se constituyen las dictaduras, y el dictador se pretende un homónimo del pueblo. En el pueblo reside la soberanía, y nadie puede usurparla, usando su nombre en vana demagogia y hastiante repetición tramposa ¿Cuántas veces oímos el uso indebido del nombre del pueblo?
Hasta percibimos la trampa cuando se añade el nombre de “pueblo” o de “popular” a cuanta acción se emprende como manipulación de un régimen que se basa en el nominalismo gatopardiano: aparentar el cambio, para que todo siga igual, o peor.
Ya nadie, que tenga libertad de pensamiento y capacidad crítica cae en la manida trampa. El pueblo no se halla supeditado al uso oportunista de su nombre. Realmente cansa este eslogan demagógico.
VÁLVULA: Tanto se habla “en nombre del pueblo”, y hasta se pretende gobernar usando la misma contraseña -que ya cansa de ser oída-, que todos estamos hastiados de tan reiterada consigna, que solo es una trampa engañabobos. Sigue siendo usada hasta el cansancio con ánimos arribistas y embaucadores; mientras el verdadero pueblo sabe que sólo se trata de una reiterada, y ya manida, manipulación demagógica”.
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.