Las elecciones, en sí mismas, no son garantía de democracia. Regímenes dictatoriales y absolutistas hacen “elecciones”, aparentes, fraudulentas
Gustavo Luis Carrera
La sola mención de la palabra, «elecciones», actúa como un crisol de posibilidades de reacciones: los autócratas tiemblan y los demócratas se ilusionan. No es un factor decisivo, en sí mismo; aunque, ha pasado a ser una piedra de toque en las profundidades de la alquimia de la democracia.
Pero, hay elecciones y «elecciones», todo depende de las condiciones y los procedimientos que las rodean y determinan; sin ser una panacea.
REQUISITO ELEMENTAL. Exigencia sine que non de unas verdaderas elecciones es el respeto de las condiciones equitativas y democráticas de preparación, propaganda y supervisión en los comicios. Evidentemente que el conteo de los votos es de gran importancia; pero, igual o mayor significación en los resultados tienen el ventajismo económico y propagandístico gubernamental, las trabas y los exabruptos impuestos a los opositores, la parcialización oficial del ente supervisor electoral, y otros abusos y ventajas. Así, la conclusión es evidente: el requisito electoral elemental es la imparcialidad.
APARIENCIAS HIPÓCRITAS. La convocatoria a elecciones puede ser un acto manipulado, tramposo; una hipócrita apariencia de países disfrazados de repúblicas. Hay «elecciones» en Cuba, en Bielorrusia, en Rusia, en China, en Turquía, en Irán, y en otras «repúblicas» totalitarias. Con las elecciones pasa como con la denominación de república: ninguna dictadura acepta ser lo que es. Así acontece con sus supuestas “elecciones”, trucadas, de partido único o de manipulada permanencia por siempre de un autócrata.
REFLEXIÓN ACTUAL. En Venezuela, la primera elección presidencial libre, directa y universal fue la de Rómulo Gallegos, en 1947. Y a nivel parlamentario, en ese mismo año. La primera de gobernadores de Estado se cumplió en 1989. Antecedente de referéndum es el de 1957, que pierde el dictador Marcos Pérez Jiménez y que, manipulado por el Consejo Electoral, pretendió haber ganado su partido, el FEI. O sea que la experiencia electoral es sobrada en este país.
Y por ello, serenamente, hay que reflexionar sobre los recientes sufragios parlamentarios.
¿Cuál es la conclusión primaria que se impone? Que fue una elección minusválida. La baja participación de votantes así lo determina. Como, por igual, lo establecen las condiciones que han rodeado el acto electoral. A fin de cuentas, el gobierno tiene que reflexionar, considerando el escaso número de votos que pudo amasar.
Y la oposición debe, igualmente, recapacitar, sopesando los pro y los contra ante el acto de votar, dentro del criterio de que una abstención solamente tiene sentido, y futuro, si es una táctica que está inmersa en una estrategia de proyección ulterior.
No hay nada que celebrar ante una elección «minusválida», que desnuda la carencia electoral del gobierno y enreda el difuso camino de una oposición atomizada.
VÁLVULA: “Las elecciones, en sí mismas, no son garantía de democracia. Regímenes dictatoriales y absolutistas hacen “elecciones”, aparentes, fraudulentas. En última instancia, las elecciones son ostensibles signos democráticos solamente si cumplen con la garantía de imparcialidad y de respeto fiel de los resultados. Es decir, si votamos absolutamente todos los decididos a hacerlo, sin temor al fraude y de manera libre, universal y directa”.
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.