A Padrino López y Remigio Ceballos se les olvidó que cualquier cosa que haga para perpetuarse en el poder se volverá en su contra
Oscar Battaglini
Se tensa la soga y se aprieta cada vez más el dogal. Esta es, sin duda, la imagen que mejor ilustra la situación política venezolana en la actualidad.
Esta, como sabemos, está cruzada por un conflicto social y político en proceso de agudización que enfrenta, de un lado, a un Estado (y su representación gubernamental) que resume todas las características de un estado anómalo, es decir, la de ser un estado fallido, forajido y policial.
Y del otro, a toda la sociedad venezolana, la cual ha permanecido durante más de dos décadas bajo la dominación y el arbitrio de un régimen político autoritario-usurpador que ha quebrado la economía nacional; que ha empobrecido y condenado al hambre y al desamparo a más del 90 % de la población venezolana; que ha caotizado todos los servicios públicos, particularmente los de salud, educación, agua y electricidad.
Asimismo, que destruyó la estructura institucional del Estado, sin que se colocara en su lugar otra más democrática y de mayor calidad; que ha convertido en política de Estado el fraude electoral recurrente, la barbarie militar-policial y el abuso de poder.
La sociedad lucha por su derecho a una sociedad donde el poder político sea ejercido legítimamente»
Estamos frente a una situación en la que el conflicto político, ha derivado en un enfrentamiento entre un Estado que ha degenerado en un poder despótico -que se excede en arbitrariedad y en prácticas que han venido dividiendo el cuerpo de la nación- y el grueso del colectivo social venezolano. Empeñado este en una lucha de vida o muerte por la recuperación de su derecho a vivir en libertad.
Por su derecho a una sociedad donde el poder político sea ejercido legítimamente y esté representado por ciudadanos dignos, honestos, y plenamente conscientes de la exacta significación que tienen esos valores éticos.
Para cualquier observador atento y acucioso es evidente el cambio que se viene operando en la correlación de fuerzas durante el desarrollo del conflicto político planteado. Este favorece, abierta y ampliamente, a las fuerzas democráticas representadas por los sectores mayoritarios de la sociedad que acaban de rechazar contundentemente el simulacro electoral del 6 de diciembre. Posición que fuera ratificada en la consulta democrática del 12 de diciembre, la Asamblea Nacional legítima y los partidos políticos de oposición democrática, articulados en el G-4.
Se pone más en evidencia, la relativa fortaleza que han venido alcanzando las fuerzas democráticas del país frente a un régimen dictatorial»
Si a esa manifestación de voluntad política democrática de las fuerzas sociales mayoritarias del país, se le adiciona, por un lado, la ratificación hecha por la Unión Europea el Reino Unido, el Grupo de Lima, los Estados Unidos, entre otros, de no reconocer los resultados del simulacro electoral del 6 de diciembre, y de seguir reconociendo a la Asamblea Nacional como un poder legítimo y a Juan Guaidó como Presidente Interino de Venezuela.
Y por otro, los informes Bachelet y del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, en los que se denuncia y se condena la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela, así como la nueva declaración de la Fiscal de la Corte Penal Internacional en la que se ratifica que existen fundados y suficientes indicios para afirmar que en Venezuela se han cometido y se siguen cometiendo crímenes de lesa humanidad.
Entonces se confirma, y se pone más en evidencia, la relativa fortaleza que han venido alcanzando las fuerzas democráticas del país frente a un régimen dictatorial cada vez más deslegitimado internamente y aislado internacionalmente.
Si algo quedó demostrado con los resultados del simulacro electoral del 6 de diciembre y de la consulta democrática, fue eso precisamente. Se demostró sobre todo que la “estabilidad” de la dictadura, desde hace ya bastante tiempo, depende fundamentalmente, del soporte que recibe de la fuerza armada chavista.
La permanente y activa injerencia de la cúpula de la fuerza armada chavista en la vida política nacional, vulnera el carácter no deliberante de los integrantes de la fuerza armada»
Esta fue construida por Chávez, no solo para cumplir con ese fin, es decir, para que se convirtiera en una suerte de guardia pretoriana al servicio (en defensa) del régimen chavista, sino también con el deliberado propósito de integrar a ese aparato militar a la estructura del poder dictatorial chavista. Asimismo, hacer de él su dirección política real y efectiva, como viene ocurriendo.
Y, por último, darle participación y acceso directo a la cúpula de la fuerza armada chavista en los negocios con los bienes del Estado, recursos naturales, petróleo, minerales y empresas de diversa índole.
A la luz de esos hechos se comprende perfectamente:
1.- La permanente y activa injerencia de los miembros de la cúpula de la fuerza armada chavista en la vida política nacional, con lo cual se vulnera el carácter no deliberante de los integrantes de la fuerza armada. Se viola de manera constante y flagrante el artículo 328 de la Constitución de la República, que prohíbe directamente la participación de militares activos en las actividades políticas.
Los cabecillas de la dictadura militarista imaginan que mediante la barbarie represiva (militar-policial) lograrán mantenerse en el poder»
2.- El afán con el que esa cúpula representada por Padrino López y Remigio Ceballos, han asumido la defensa del régimen dictatorial. En tal conducta se percibe muy claramente el interés que tiene esa cúpula militar de mantener en pie a un régimen político que en el proceso de construcción de la fuerza armada chavista (facha):
2.1- Los convirtió en tiempo record y violando los reglamentos, en generales (incluido el rango de general en jefe) almirantes, y los puso a comandar todos los componentes la cadena de mando y burocrática de la institución armada.
2.2- De manera simultánea. les dio cabida en la estructura del poder público, y les concedió (como si esta fuera su atribución) el derecho a deliberar como cualquier actor político. Conviene señalar que todo esto se ha venido haciendo sobre la base ideológica de una supuesta “unión cívico-militar”, enarbolada tanto por el régimen chavezmadurista, como por los propios representantes de la cúpula militar de la fuerza armada chavista.
Llevados de esa ideología imaginan los cabecillas de la dictadura militarista que mediante la barbarie represiva (militar-policial) lograrán mantenerse en el poder de manera indefinida.
Se les “olvida”, en primer lugar, que la crisis política en desarrollo, ha desembocado en una situación en la que cualquier cosa que hagan para perpetuarse en el poder, se vuelve en su contra; y en segundo lugar, que la violencia dictatorial practicada masivamente contra la población venezolana, en las circunstancias actualmente planteadas, puede convertirse en la chispa que incendie la pradera, como ya pasó aquí el 23 de enero de 1958.
EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”.