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La industria de la muerte #Análisis #AbsalónMéndezCegarra

En la Venezuela socialista, la muerte se hace acompañar de una serie de acontecimientos que se transforman en ruina económica para cualquier hijo de vecino que tenga la desgracia de no tener recursos económicos

Absalón Méndez Cegarra

La muerte es el fin de la vida humana y de todos los seres vivos, animales y vegetales. Es un hecho natural. La vida comienza con la concepción y termina con la muerte. Todos los seres humanos, unos más, otros menos, estamos conscientes de la finitud de la vida; sin embargo, en nuestra cultura, no nos preparamos para su acontecimiento y casi siempre nos sorprende.

La sorpresa de la finitud de la vida se hace acompañar de dolor, congoja, llanto, recuerdos y mil cosas más, jurídicas y no jurídicas; pero, en nuestro medio, en una Venezuela afectada por multitud de pérdidas, país destruido por los cuatro costados, la muerte tiene implicaciones diferentes, particulares, que hacen superar prontamente el dolor, la pena por la pérdida del ser querido, para hacer frente a una cosa mucho más terrible: el negocio o la industria de la muerte. Negocio que ha proliferado en el país sin miramiento alguno.

Ya, en el pasado, se sabían cosas del negocio: cementerios, funerarias, hospitales, clínicas, etc., pero, la pandemia del Covid-19, ha hecho que aflore lo más feo de los venezolanos: la deshumanización, insensibilidad, el desafecto, la desvalorización de la dignidad humana y el aprovechamiento de la pena y el dolor de nuestros semejantes con fines crematísticos.

La muerte en Venezuela ha dado nacimiento a una floreciente industria. Los bienes y servicios de esta industria se consiguen en una poderosa cadena de comercialización. El producto principal, es, por supuesto, el fallecimiento de un ser querido y una familia o responsable sobreviviente. A partir del deceso aparece la oferta de servicios la cual opera a la libre, sin concierto ni control.

¿Cómo se traslada y para dónde? Pregunta inocente. En este instante empieza a funcionar la mafia funeraria»

El punto de partida de la cadena de producción es el lugar, causa y circunstancias de la muerte. Nos vamos a limitar a la peor de las muertes, a nuestro juicio, por Covid-19. Aislamiento y desprendimiento total. Podría decirse, secuestro permitido. Sí, el fallecimiento ocurre en casa, necesario acudir a la morgue (SENASEF) a solicitar el certificado de defunción.

Este paso hay que cumplirlo en horas de oficina; pero, los funcionarios del registro civil tienen horario de salida, no, de entrada, pueden llegar a las 10, 11 de la mañana, y se retiran a la una de la tarde, indefectiblemente, necesario volver el día siguiente. Un funcionario de guardia recibe la solicitud y, de inmediato le dice al solicitante, que en ese momento no hay quien llene el certificado ni médico que lo firme, pero, el cadáver no puede permanecer en casa, es necesario trasladarlo.

¿Cómo se traslada y para dónde? Pregunta inocente. En este instante empieza a funcionar la mafia funeraria. La mayoría de las funerarias no efectúan traslados sin la previa obtención del certificado de defunción. Muy pocas funerarias hacen el traslado sin el certificado de defunción, las que inexplicablemente lo pueden hacer, cobran 40 dólares por dicho certificado, más el costo del servicio funerario, el contacto lo hace el funcionario de la morgue.

Luego de horas y horas de espera, llenar planillas, corregir planillas por errores cometidos por los funcionarios, sacar copias y más copias a Bs seiscientos mil cada una»

Este funcionario se reserva la información referente a la sala situacional de Covid-19, que existe, como servicio gratuito, para resguardar en la morgue el cadáver. Este es otro trámite a realizar y, en otra dependencia. Hay garantía del servicio, no es posible saber el momento. Por lo general, tarda horas. Retirado el cadáver es llevado a la morgue en La Yaguara, lugar desconocido.

Luego de horas y horas de espera, llenar planillas, corregir planillas por errores cometidos por los funcionarios, sacar copias y más copias a Bs seiscientos mil cada una, se pasa al Registro Civil. Un funcionario mal encarado comienza a redactar el acta y señala que la solicitud tiene que hacerla un familiar directo del fallecido, otra persona distinta debe presentar autorización de la Junta de Condominio o Consejo Comunal, esto ocurre después de horas de espera. Sí, la persona fallecida es casada, no puede utilizar el segundo apellido, porque según la Ley del funcionario, la mujer casada pierde un apellido, a corregir, nuevamente, la planilla y, más, copias.

Con el certificado en mano, el siguiente paso es el contacto funerario y la solicitud de servicio en el cementerio. Otra espera interminable. Documentos y más documentos, pago de impuestos, sin especificar concepto, la muerte paga impuestos, contratado el servicio, a partir de ese instante entra en escena el servicio funerario contratado, servicio que procede a retirar de la morgue el cadáver y trasladarlo directamente al crematorio. El cementerio indica día y la hora a partir de la cual puede retirarse las cenizas.

Con las cenizas en una cajita, necesario decidir qué hacer con ellas. La Iglesia Católica admite la incineración, , pero, no, el esparcimiento de las cenizas. Entonces hay que buscar donde colocarlas con el respeto debido al ser querido.

Los nichos en los cementerios están copados, hay opciones a partir de 800$. Afortunadamente, la Iglesia Católica ha permitido a algunas iglesias parroquiales de la ciudad capital, construir columbarios»

Inhumar las cenizas es otro procedimiento y dinero de por medio. Una oficina específica (SUHAT), otorga el permiso, consignación de más copias de documentos.

Finalmente, queda la opción de buscar un columbario, pues, el enterramiento, significa parcela y cientos de dólares para abrirla y todo lo demás. Los nichos en los cementerios están copados, hay opciones a partir de 800$. Afortunadamente, la Iglesia Católica ha permitido a algunas iglesias parroquiales de la ciudad capital, construir columbarios, medida positiva, laudable, favorable y más respetuosa y digna para un ser humano. Estos columbarios tienen un lugar sagrado, especie de fosa común, donde se pueden depositar las cenizas sin costo alguno.

En la Venezuela socialista, la muerte se hace acompañar de una serie de acontecimientos que se transforman en ruina económica para cualquier hijo de vecino que tenga la desgracia de no tener recursos económicos para adquirir los bienes y servicios de la productiva industria de la muerte.

@absalonmendez1

EL AUTOR es abogado y licenciado en trabajo social. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV. MSc en Administración Privada, doctor en Ciencias Sociales. Ha participado en la redacción de la Ley Orgánica del Sistema de los Seguros Sociales, Ley de Vivienda y Hábitat, Ley del Régimen Prestacional de Salud, Ley del Régimen Prestacional de Empleo, entre otras.

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