¡Que los Dioses de las Palabras preserven su encomiable labor de resguardo y exaltación de los venezolanismos!
Gustavo Luis Carrera
Toda lengua se compone de palabras de uso general, tradicional, y de vocablos calificados de «modismos». Un modismo es una voz, o una expresión, propia de un país o de una región; y su empleo puede ser considerablemente amplio o de relativa restricción. Inclusive hay modismos que se exportan, siendo adoptados en otras latitudes, sobre todo si llenan un vacío en los matices significantes de un idioma. Cuando un modismo -ya sea propio del país o adaptado de otra lengua- se generaliza, pasa a ser palabra natural.
EL USO DEL LENGUAJE. La lengua, el idioma que se habla y se escribe, es un bien común a todos los isoparlantes, es decir, al conjunto de usuarios de ese recurso comunicativo. Habitualmente, los diccionarios de la lengua española registran entre ochenta mil y cien mil palabras de uso reconocido; incluyendo modismos, concretamente de España, de Hispanoamérica y de Estados Unidos. Calculo que por cada país hispanoamericano todavía habría que sumar cinco mil modismos; de donde resultaría un total cercano a ochenta mil añadidos, lo cual casi duplicaría el registro actual de vocablos incorporados en los archivos oficiales que llamamos diccionarios. Pero, resulta que hay personas que se manejan, y hacen política, y estructuran negocios, comúnmente, con un vocabulario habitual que no pasa de quinientas y tantas palabras; y eso les basta para alcanzar altos cargos en el gobierno, o llegar a presidente de la república, o ser grandes empresarios de circunstancia. Así, el uso del lenguaje es aleatorio, inclusive desechando el tesoro expresivo de los modismos popularizados.
PANORAMA DE LOS VENEZOLANISMOS. Existe un Diccionario de Venezolanismos y hay Glosarios y Léxicos que registran modismos venezolanos. Pero, ya en el plano de incorporar venezolanismos al Diccionario de la Real Academia Española, la preocupación de la Academia Venezolana de la Lengua es evidente y propia de sus funciones difusoras. En 1999, la Comisión de Lexicografía, presidida por el destacado lingüista Luis Quiroga Torrealba, entre las publicaciones de esta Academia nacional, dio a conocer «Los venezolanismos del Diccionario de la Real Academia Española». Allí el profesor Quiroga destaca cuál fue el criterio que se aplicó en este caso para determinar la condición de «venezolanismo»: «…toda selección del léxico que se ha de incluir o ha de permanecer en el DRAE, debe limitarse exclusivamente a aquellas voces que han alcanzado el uso general en cada país…usuales en el habla estándar…más allá del carácter estrictamente regional o sociolectal».
INCORPORACION EN EL DICCIONARIO. La definición es registrada de este modo en el diccionario: «Venezolanismo. Vocablo o giro privativo de Venezuela». Y esta sería la caracterización más restrictiva: palabras que solamente se usen en nuestro país. En realidad, no es posible dar por sentada esa limitación. «Arepa», «joropo» y «casabe», vocablos venezolanísimos, sobrepasan las fronteras nacionales. De otra parte, como se advierte en el texto lexicográfico al cual nos referimos, muchos americanismos son usuales entre nosotros, así como en otros países; y de acuerdo a la teoría reduccionista, no serían, específicamente, venezolanismos. De hecho, en la práctica, se nos informa en la publicación en referencia que la primera aportación de venezolanismos que hizo la Academia fue de sesenta y seis vocablos; que han sido incorporados, desde 1899, en sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia Española. Para la edición de 1992 se enviaron cuatrocientas veinte y seis voces; y seiscientas una para la del año 2000. Habría que agregar los centenares de americanismos usuales en Venezuela. Igualmente sería necesario sumar los vocablos de procedencia indígena habituales en nuestro país, sobre todo de origen caribe, arahuaco, cumanagoto, chaima, tamanaco. Señalando, siempre, que se omiten, por riguroso criterio globalizante, los venezolanismos que funcionan, con expresiva y pintoresca eficacia, a nivel regional, zonal y hasta sectorial, con referencia al uso a nivel de Estados, de ciudades, de barrios y de grupos familiares. No hay que olvidar que la lengua es un ente vivo y funcional: no cesa en su dinámica proteica de crecimiento y desecho; y vale en cuanto cumple su función esencial, sine qua non: comunicar. Consideración que destaca la ingente tarea de estudio y salvaguarda que corresponde a la Academia Venezolana de la Lengua, y en particular a su Comisión de Lexicografía. ¡Que los Dioses de las Palabras preserven su encomiable labor de resguardo y exaltación de los venezolanismos!
VÁLVULA: «Quienes se limitan a un lenguaje de quinientas palabras de uso cotidiano, por ignorancia o descuido, desechan su misma lengua; inclusive desestiman el valor de los propios modismos venezolanos. Modismos que estudiosos lingüistas han investigado y organizado en nuestro país, destacando la necesidad de que sean incluidos en el diccionario oficial de la lengua española. Estos modismos -nacionales, regionales, locales- son esencia espiritual y sutileza connotativa de nuestra identidad».
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.