Un gobierno en manos de la falsa oposición en Venezuela sería algo así como un chavismo sin Chávez o la continuación de la corrupción y el saqueo que realiza el gobierno de Nicolás Maduro
Humberto González Briceño
El degredo de la falsa oposición venezolana (G4, Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, y otros) es tan asqueante que no se exagera cuando se dice que comparados con el chavismo estos son definitivamente peores. No se trata tan solo del eterno colaboracionismo para vivir de las migajas que les tira el régimen chavista. A esto hay que sumar el saqueo de los activos de Venezuela en el exterior perpetrado por el hamponato interino una vez que se les presentó la oportunidad de ser una suerte de gobierno paralelo reconocido por varios países, sin poder real de estado pero con la capacidad de administrar los bienes de Venezuela en el exterior.
La comparación con el chavismo es necesaria y obligante porque la falsa oposición insiste en presentarse como una opción política frente al régimen chavista, sin ser tal. Para ser una alternativa frente al chavismo la falsa oposición primero debería ser una alternativa moral que se diferencia totalmente de lo que ha significado el chavismo en Venezuela. Esto sería equivalente a articular una política basada en la honestidad y la pulcritud en el manejo de la hacienda pública que ha sido saqueada en manos del chavismo.
Pero muy lejos de eso lo primero que hizo la falsa oposición una vez instalado el gobierno interino de Juan Guaidó fue comenzar a darle palos a la piñata de los activos de Venezuela en el exterior. Hicieron exactamente lo que el chavismo viene haciendo en Venezuela desde 1999, pero los falsos opositores lo hacen con el caradurismo de venderse como una alternativa política que en teoría sería distinta al chavismo.
La forma como el interinato de Juan Guaidó en nombre del gobierno colegiado de la falsa oposición ha manejado Monómeros y Citgo es una pequeña medida de lo que serían capaces si alguna vez llegan a tomar el poder en Venezuela. Un gobierno en manos de la falsa oposición en Venezuela sería algo así como un chavismo sin Chávez o la continuación de la corrupción y el saqueo que realiza el gobierno de Nicolás Maduro. La única diferencia quizás sea que estos usen una boina azul mientras aquellos usaban la roja para darle palos a la piñata de los dineros de la nación.
No es poca cosa lo que está en juego. Son miles de millones de dólares cuya disputa por el mal reparto ha provocado la crisis terminal del hamponato interino de Juan Guaidó. Al principio el G4 (VP, PJ, AD y UNT) se repartieron el control de Citgo y Monómeros para usarlas como caja chica de sus clientelas partidistas. Sin embargo, la tajada más grande, esto quiere decir los cargos administrativos que deciden sobre las finanzas y los contratos, quedaron en su mayoría en manos de los operadores de Voluntad Popular. Se llegó al extremo que los gerentes de estas empresas que eran cuota de VP le presentaban puntos de cuenta a Leopoldo López cuya campaña mediática se ha pagado con esos recursos.
El interinato de Juan Guaidó está condenado a desaparecer de una u otra forma para finales de año. Por una parte los Estados Unidos ya informaron que no continuarán apoyando a ese híbrido legal más allá de diciembre de 2021. La propia Asamblea Nacional del 2015 acordó que funcionaría hasta el 5 de enero del 2022. No se puede descartar otra prórroga dependiendo de cómo vayan las negociaciones con el régimen chavista, pero esto requeriría un nuevo acuerdo político con una nueva mayoría que no incluya a los de Voluntad Popular. Entonces es la certeza que los negocios del interinato están a punto de terminar es lo que provoca el pánico en la falsa oposición y la empuja a unas negociaciones desesperadas con el chavismo para pedir clemencia y reinserción en un régimen que siempre les concede algo.
Pero aun en medio de las negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición está por definirse qué va a pasar con Monómeros y Citgo. El chavismo lo puso como punto prioritario en las negociaciones de México y seguramente espera que como resultado de los acuerdos con la falsa oposición estas empresas regresen a su control. Sin embargo las últimas declaraciones de Julio Borges y Juan Guaidó donde públicamente se echan las culpas y se disputan el control de Monómeros ponen en evidencia que hay una fuerza muy poderosa que los arrastra a ambos a no desprenderse de esa empresa a pesar de las negociaciones con el chavismo en México.
Varias veces hemos advertido en esta columna exclusiva para La Razón de las arteras maniobras de la falsa oposición para continuar parasitando la política de la mano del chavismo. Lo advertimos temprano cuando se les denunció por buscar una nueva negociación con el chavismo, aunque ellos lo negaron. Insistimos nuevamente cuando denunciamos que la falsa oposición participaría a las elecciones del 21N independientemente de los resultados de las negociaciones y ellos dijeron que no.
En la misma línea hoy tenemos que agregar otra advertencia. Es muy probable que un sector de la falsa oposición haya sacado ya las cuentas y decidido que intentar quedarse con Monómeros y Citgo es más rentable que recibir las migajas del chavismo. Mejor ser cabeza de ratón que cola de león, dicen. No importa si esta se convierte en la excusa para romper las negociaciones con el chavismo. Total, este también ha incumplido sus promesas varias veces. Dependerá de cómo actúan las autoridades de los países donde están ubicados estos activos determinar quién se queda con su control, si Voluntad Popular o Primero Justicia con su nueva tesis del fideicomiso. ¿Cumplirá el chavismo las cuotas burocráticas y las prebendas que le ha prometido a la falsa oposición si no le entregan el control de Monómeros y Citgo? El tono de Borges y Guaidó deja en el ambiente la sensación de que alguien está a punto de escaparse con la cabuya en la pata.