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¿Qué es peor: la abstención o la dispersión? #LetrasAlMargen #GustavoLuisCarrera

La dispersión de la oposición en una feria de múltiples candidaturas es una vía al total fracaso

Gustavo Luis Carrera 

Dejar de votar voluntariamente es abstenerse. Pero, si la abstención no tiene un propósito, es indiferencia social. Y si hay un objetivo, es necesario evaluar el efecto logrado. De otro modo, la abstención puede ser un suicidio político. Como lo es, en paralelo, la dispersión representada por una verdadera feria de múltiples candidatos de oposición ante un oficialismo concentrado en un solo nombre. ¿Es difícil entenderlo?

¿CONTRA LA ABSTENCIÓN? De hecho, la participación electoral es una posición contrapuesta a la abstención programada. Se está contra la abstención porque ésta, las veces en que se ha aplicado, no ha pasado de ser una bandera política, una señal de protesta ante condiciones electorales repudiables y amañadas, sin más efectos materializados. Así, es evidente la condición alternativa de las dos posiciones: si sólo se quiere protestar, se recurre a la abstención; si se pretende cambiar el estado de cosas, se acepta acudir a la confrontación implícita en los comicios. Entonces, en la práctica, asumir la postura electoral es desechar la abstencionista. Así de simple.

¿A FAVOR DE LA DISPERSIÓN? Pero, participar electoralmente no significa fragmentarse en una diversidad de candidatos, sumados sin ninguna coordinación ni criterio representativo. Estar más allá de la posición abstencionista no equivale a estimular la ruleta electoral de «todos somos candidatos»; donde se esconde la competencia del ego de cada miembro de un ejército de aspirantes, en el cual cada uno afirma: «yo soy el mejor». Es elemental. No hay que ser un investigador acucioso para entender que la dispersión de candidatos es la mejor manera de confundir al elector que, de buena fe, aspira a un cambio real de la situación que se padece; y es abrir la ruta al fracaso.

ANUNCIADO CAMINO A LA DERROTA. Inclusive en las elecciones más limpias y legítimas del mundo, quienes van diseminados en una proliferación de candidaturas, por lógica, perderán ante los que se concentran en un solo nombre. Hay que recordar el ejemplo reciente de las elecciones presidenciales en Perú: en un tumulto de candidatos, resultó ganador quien tuvo una muy pobre votación en la primera vuelta. En todo caso, forzando el análisis, la dispersión -atomización- es peor que la abstención. Veamos. La abstención programada es una expresión de repudio y de desconfianza: se rechazan las condiciones ventajistas de unas eleccionesmanipuladas, y se recela, en consecuencia, de unos presuntos resultados amañados. Ahora, que los efectos materializados de la abstención sean mínimos -más significativos en el exterior, ante gobiernos democráticos, que internamente, ante un régimen sordo, mudo y ciego frente a la opinión absolutamente mayoritaria de un país en bancarrota- es otra cosa. Que se plantee como necesidad inmediata rectificar, y acudir a unas elecciones con ciertas -mínimas- mejoras condicionales, también es otra cosa. Pero, en sí, en el terreno de los hechos significativos, la dispersión, la atomización en una multitud de candidatos, obnubilados en la defensa de su ego, sin reparar en las consecuencias fatales de esta feria de candidaturas para el país, es peor que la abstención. Y ello, por una razón muy simple. La abstención intencional representa un repudio, un desconocimiento de resultados manipulados; es decir: un rechazo que se convierte en una denuncia pública e internacional. La dispersión en una multiplicidad de candidaturas perdedoras, solamente beneficiará al régimen, que resultará fácilmente triunfante, aplicando el sabio y astuto principio de «divide y vencerás»; y ello con un añadido muy grave: no se podrá decir que se rechazaron unas elecciones amañadas, ya que se participa en ellas; contando, además, que se producirá la bendición política del aval de unos observadores internacionales. La pregunta parece sobrante: ¿no es peor la dispersión que la abstención? La respuesta debería llegar a la conciencia de los candidatos autodiseminados por todo el país.

VÁLVULA: «La abstención electoral voluntaria es una forma simbólica de protesta ante condiciones adversas y mañosas. La dispersión de la oposición en una feria de múltiples candidaturas es una vía al total fracaso. ¿Qué es peor? La abstención es una bandera de repudio civil. La dispersión es un suicidio político. La respuesta es evidente».

glcarrera@yahoo.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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