En Miranda, Mérida y Táchira, la oposición está regalando el triunfo al oficialismo, al PSUV. Los dos candidatos opositores, en Miranda, pasarán a la historia patria como dos grandes traidores.
Absalón Méndez Cegarra
El Consejo Nacional Electoral (CNE) ha dado la señal de partida oficial de una campaña electoral que tendrá su fin el 21 de noviembre del año en curso, con la elección de gobernadores de las entidades federales, alcaldes municipales, asambleas legislativas y concejos municipales. Como suele suceder, el gobierno, es decir, el PSUV y algunas otras organizaciones políticas, hace tiempo vienen haciendo una campaña electoral adelantada.
Para esta mega elección se han postulado miles de candidatos pertenecientes a la gran cantidad de franquicias políticas que existen en el país. En juego perverso el máximo tribunal de la República quita y pone candidatos, rehabilita o inhabilita candidatos y condena a muerte o revive organizaciones políticas, todo a conveniencia, por supuesto, de quien dirige la comparsa electoral.
La sociedad nacional luce agotada, frustrada y casi que resignada a los dictados gubernamentales. No la anima ningún interés de participación electoral, pues, estima que es una pérdida de tiempo el acudir a votar, toda vez que los resultados están a la vista, el ganador será, como siempre, la tolda oficialista. Sin embargo, en actuar resilente, los venezolanos, por cultura democrática y creencia en el voto popular como forma de elegir a sus gobernantes, se sobrepone a la pesadez que le agobia y, según algunos resultados de encuestas realizadas, en la medida que se acerca la fecha programada para los comicios, aumenta porcentualmente la decisión de acudir al llamado electoral.
Este aumento en el interés en participar electoralmente obedece, en gran medida, a los análisis realizados por destacadas personalidades e instituciones de la sociedad civil, la Iglesia católica, por ejemplo, que concluyen en la necesidad de votar y en rechazar la abstención como forma de protesta pacífica y silente. Agregan dichos análisis que el no participar en las elecciones propicia y favorece el triunfo del PSUV, organización política que se mantiene unida, con una gran clientela electoral, alimentada con recursos del Estado, la cual, además, cuenta con todo el apoyo de los poderes públicos nacionales.
Un elemento que desespera y desestimula la contienda electoral es el papel que juegan las organizaciones con fines políticos, llamadas, por sí mismas, opositoras; pero, que, por su comportamiento divisionista y parroquialismo, pareciera que juegan a favor del supuesto enemigo o contrincante electoral.
Las encuestas electorales o, algunas de ellas, revelan que más del 80% de la población, rechaza firmemente al gobierno nacional y desea fervientemente un cambio. Para los habitantes del territorio nacional las elecciones son consideradas el camino más idóneo para lograrlo. Y, en tal sentido, cifran tal deseo y sus esperanzas de cambio en quien dice ser opositor al gobierno y, consecuencialmente, promete hacer una gestión de gobierno totalmente diferente.
El gran temor de la población es la de ser engañada, nuevamente, por una oposición que, al parecer, no es tal, sino que forma parte de los mecanismos que utiliza el oficialismo para vencer, el famoso, divida y vencerás.
La oposición venezolana luce dividida, atomizada, fracturada, sin norte político, sin líderes y sin proyecto de país. Solo atiende a intereses mezquinos, a apetencias personales de poder o a negociados individuales, por lo que se ofrece al mejor postor y, éste, no es otro, que el oficialismo.
En los comicios del 21N una oposición bien nucleada, unida y con un proyecto político en mente, tendría grandes posibilidades de triunfo y la población, más allá de banderías políticas y colores partidistas, le respondería acudiendo a votar masivamente, como ha ocurrido en otras ocasiones. Lamentablemente, el panorama electoral luce totalmente desfavorable a la posibilidad de triunfo opositor debido al divisionismo reinante.
Los ejemplos sobran. El más emblemático, a nuestro juicio, es la cómica electoral que ha montado la oposición en el Estado Miranda, una de las entidades federales más importantes electoralmente del país. En esta entidad federal, igual en Mérida y Táchira, la oposición está regalando el triunfo al oficialismo, al PSUV.
En Miranda, la oposición va dividida a la contienda electoral del 21N, con lo cual regalan un triunfo seguro al bueno para nada del actual gobernador del Estado e, igual, sucede en los Municipios, en Sucre, entre otros, en donde repite esa nulidad personal que es el alcalde en ejercicio, cuyo eslogan de campaña es tan insignificante que produce hilaridad: “Sucre tiene con qué”. Ciertamente, el Municipio Sucre, con su alcalde actual, tiene con qué no servir para nada.
Los dos candidatos opositores a la gobernación del Estado Miranda, con opción de triunfo electoral, si no deciden deponer sus intereses personales en el lapso que queda para hacerlo, regalan al actual gobernador, sin merecimiento alguno, la repetición en el cargo para que culmine la obra de enterramiento de la entidad mirandina.
Los dos candidatos opositores pasarán a la historia patria como dos grandes traidores, beneficiarios del oportunismo y serán condenados al ostracismo nacional.
Habrán vendido, seguramente, a precios muy elevados, un triunfo seguro. El actual gobernador se frotará las manos de alegría para recibirlo sin el menor esfuerzo. Esta conducta electoral de la oposición tiene que tener un precio, no puede ser gratuita. La población no logra entender tal conducta, mejor sería, que, desde ya, sumen sus votos a la candidatura oficialista y, no desperdicien dinero en una propaganda electoral absurda y vacía de contenido.
Carlos Ocariz y David Uzcátegui tienen la palabra. Ir a la contienda electoral separados, divididos, es un suicidio político. Una verdadera cómica electoral.
@absalonmendez1