Gustavo Luis Carrera
Los comicios plantean una perspectiva de gran trascendencia y compromiso. Al menos así es teóricamente. Porque en la práctica todo se relativiza: depende de las circunstancias. Y estas peculiaridades impiden que se asuma como válido el principio universal de votar libre y conscientemente. Pero, como quiera que sea, es un evento comprometedor en los distintos niveles de sus actores y accionadores. Y allí se encuentran los factores responsables de los resultados finales.
EL ABSTENCIONISTA. En toda elección siempre ha habido un porcentaje determinado de inscritos, con derecho a voto, que se abstienen por costumbre o por indiferencia; son los abstencionistas tradicionales. Pero, en este evento electoral, que ahora tiene lugar, surge el abstencionista que se contiene reflexivamente, de acuerdo a su decisión personal. Sin descartar al abstencionista que reacciona en forma de rechazo ante una confusión que le parece divagante. De este modo se suman quienes omiten el cumplimiento del acto de votación, restando al resultado final una parte significativa de actuantes en la convocatoria electoral. Todo responde a criterios subjetivos, de libre ejercicio de cada uno. Y poco, o nada, hay que agregar al respecto.
EL VOTANTE. Quien decide votar, en esta oportunidad, lo hace en correspondencia con sus ideas y su ubicación frente al hecho electoral en sí. La perspectiva teórica es la del voto libre y consciente. Pero, los modernos sistemas de publicidad son apabullantes y a la vez poco operativos. Se repiten hasta el cansancio y terminan por hastiar, sin comunicar concretamente un criterio que sirva de real orientación al elector. Para votar efectivamente es necesario estar en conocimiento concreto del candidato seleccionado; no permanecer en la posición mecánica de quien actúa por un acto reflejo, sin meditar su decisión. ¿Un llamado a la conciencia de cada quien, asumiendo el compromiso con su país y no solamente consigo mismo o con grupo de personas afines? Sí. Justamente. Hay que subrayar que el voto es parte del alto concepto que se tenga de toda la colectividad, como nación, como ente histórico y cultural.
LAS RESPONSABILIDADES. La trascendencia práctica y principista de los comicios es más que evidente. De allí parten nuevos compromisos y se expresan aspiraciones con proyecciones materiales y sociales en general. ¿No es obvia, entonces, la vinculación del voto con el conjunto humano que llamamos nuestro país? Lo que aspiramos a hacer resaltar es la condición colectiva del hecho personal de votar. Su proyección significativa alcanza mucho más allá del entorno individual: se vota con el conjunto social en la mente. Cuando se habla de una suma de voluntades expresada en unos comicios, se alude a la natural perspectiva grupal de los resultados. Éstos no atañen solamente a su accionante, se convierten en interés coincidente con la percepción de los connacionales. No olvidemos que, constitucionalmente, la soberanía reside en el pueblo. No en personas, ni en grupos. Es en toda la colectividad de un país. Y esto parece olvidarse cuando se asumen posturas y decisiones absolutamente subjetivas, personalistas. La propia noción de agrupamiento social, como su denominación lo expresa, implica una perspectiva actuante de compromiso colectivo. ¿Aspiramos a hacer relevante la responsabilidad pluridimensional del votante? Sí. Pero, sobre todo, queremos destacar el compromiso con su nación, con su tierra. Recientemente hablamos de la condición esencial, básica, de tener conciencia de un país, no reducirse, egocéntricamente, a sí mismo. Bien. Hay que repetirlo reflexivamente: sin la conciencia de un país, el elector se nulifica en sus intenciones positivas. Solamente el convencimiento del nexo indestructible con su ámbito social y humano, con sus compatriotas, salvaguarda la voluntad solidaria del ciudadano.
VÁLVULA: «Votar es un acto histórico de trascendencia social. Se inscribe en el devenir nacional como una forma de expresión de una conciencia de país. No es una mera expresión subjetiva, que sólo atañe a quien la ejecuta. Es el ejercicio de un compromiso grupal, gregario, proyectado hacia una totalidad nacional. Por ello, aquel que vota con su país en la mente cumple a la vez con su responsabilidad personal y colectiva».
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