Detrás de la suparrealidad retórica se esconden la especulación económica y la manipulación de la opinión pública.
Gustavo Luis Carrera
Así como hay diversidad de lenguas, existen varios niveles de expresión de la realidad. La visión humana, ética, social o política, determina enfoques distintos. Tal acontece con las posturas filosóficas del idealismo y del materialismo. Pero, otra instancia, más cercana y de efectos inmediatos, es la propia del lenguaje cotidiano, de proyección económica y política, donde los manipuladores manejan un sistema expresivo que es sustitutivo de la verdadera realidad.
LA SUPRARREALIDAD RETÓRICA. En anterior oportunidad, he hablado de la que llamo la «suprarrealidad retórica». Ahora vuelvo al tema, porque es un exceso, un vicio deformante, que pretende hacer una burda trampa de la realidad, construyendo otra por encima de ella, a base de palabras sustitutivas. Todo con la intención de engañar vilmente a un público no prevenido. Tal como se sigue haciendo actualmente, con propósitos inconfesables. Está presente la suprarrealidad retórica cuando el usuario pregunta: «¿Aumentaron los precios?» y comerciantes y empresarios responden: «No. Se ajustaron los parámetros de la ganancia»; sabiendo que sí hubo el aumento. Así mismo, cuando el ministro correspondiente dice: «no ha habido cortes de la luz, sino suspensión controlada del servicio eléctrico»; o cuando el vocero económico del régimen afirma: «no bajó el bolívar; subió el dólar»; o cuando desde la vicepresidencia de ese momento informaron que «se hará un ajuste de precios en alimentos y medicinas», sabiendo todos que «ajuste» significa elevación. Ejemplos de esta grotesca manipulación surgen constantemente.
¿BURLA O IGNORANCIA? La pregunta consecuente es natural: ¿qué hay detrás de la suprarrealidad retórica, un intento de burla cruel o es la expresión de una ignorancia supina? En cualquier caso, el resultado es el mismo: un intento de manipular la mente del público. Pero, sobresale el hecho ambivalente: se siente que hay un menosprecio de la inteligencia de la ciudadanía; pero, a su vez, los manipuladores de la suprerrealidad retórica demuestran su ignorancia: suponen que sustituyendo la realidad fáctica, la realidad de los hechos, por una artificial y falsa, están cambiando lo que sucede, y sobre todo engañando de manera perversa a todo un pueblo. No otra cosa se desprende de la circunstancia en que el Tribunal Supremo de Justicia determinó que «no hay control de cambio», sino «una política regulatoria del mercado monetario»; o cuando el Ministro de la Vivienda aseguró que las casas recién construidas no se derrumbaron, «lo que se produjo fue un colapso estructural que las hizo caer». Sigue siendo válida la pregunta: ¿burla o ignorancia?
LA DEMAGOGIA IGNARA. Detrás de la suparrealidad retórica se esconden la especulación económica y la manipulación de la opinión pública. Y en ambos casos se muestra una absoluta y profunda ignorancia. Creer que la gente, colectivamente, puede ser engañada por un lenguaje demagógico parece excesivo. Pero, la historia ofrece numerosos ejemplos de pueblos desviados del buen sentido por un manipulador de oficio, a través de una retórica perversa. ¿Habremos olvidado los venezolanos nuestro acontecer reciente? Cuando un gobierno dice que no tiene «presos políticos», sino «políticos presos», evidentemente cree que la opinión pública está formada por un hatajo de idiotas. Cuando se piensa que poniendo el subtítulo de «popular» a un ministerio, se está haciendo una revolución social, se busca sorprender la buena fe de la gente. Cuando el Ministro de Aguas dijo, en su momento: «Se solicita la colaboración del pueblo para lograr el ahorro necesario en el consumo de agua; y con ese fin se impondrá un racionamiento estricto en el suministro hídrico», uno se preguntó si se trataba de una colaboración o de una imposición, y si tenía algún sentido, que no fuera el ridículo, hablar de «suministro hídrico» en vez de decir «agua», como todo el mundo. De hecho, resalta en la aplicación de la suprarrealidad retórica el juego grotesco de la mezcolanza del menosprecio de la inteligencia de la gente y de la propia ignorancia de quienes la utilizan. Nadie, con un mínimo de capacidad de discernimiento, dejará de advertir la intención de engañar; mientras, con una sonrisa sardónica calificará el pobre nivel mental de los manejadores de la mentira programada.
VÁLVULA. «La realidad se expresa a través de las palabras. Los manipuladores de la opinión pública inventaron la que llamo la «suprarrealidad retórica», es decir una forma de suplantar la realidad a través de la manipulación del lenguaje. Es lo que hacen comerciantes especuladores y políticos inescrupulosos, tratando de engañar a una sociedad disfrazando sus abusos y sus falsedades con el ropaje de trucos expresivos. ¿Caen los usuarios en la trampa? En todo caso, poner en evidencia el engaño es una forma de alertar a la colectividad».
(glcarrerad@gmail.com)