La política venezolana, luego de más de 20 años de supuesta revolución, sigue en la órbita de AD, esta vez como partido opositor en sus dos versiones antagónicas.
Luis Fuenmayor Toro
El caso de las elecciones de Barinas ha servido para profundizar nuestro conocimiento de la conducta del gobierno, la sinceridad de sus promesas, la coherencia de sus actos y sus motivaciones más allá de las simplezas dichas por la oposición extremista. Pero también ha servido para comprender las serias limitaciones del liderazgo, que se le presenta al país como opción democrática de cambio, su franqueza, sus odios viscerales y su carencia de conducta plural. Parecía imposible, que luego de perder unas 15 gobernaciones y un centenar de alcaldías por el hecho de ir divididos, luego de un triunfo muy cerrado en el estado emblemático del chavecismo, se dispongan a actuar de la misma o peor manera. Un factor claramente perturbador, sin duda ninguna, lo constituye la presencia de las fracciones divididas de Acción Democrática (AD) en el campo opositor, pues están más interesadas en destruirse que en enfrentar inteligentemente al gobierno de Nicolás Maduro.
Sin embargo, para ser justos, tenemos que decir que la actitud de los dos bandos adecos enfrentados no es la misma, aunque sus características autoritarias y pretensiones hegemónicas están presentes en ambos. En el caso de Barinas, se puede afirmar responsablemente, con la información que se tiene, que la fracción de Ramos Allup se ha comportado con un sectarismo negligente, agresivo y descalificador, que la hace la principal responsable, junto con sus cómplices en el llamado G4, de que haya en este momento dos candidaturas opositoras principales en Barinas, situación que va a llevar al triunfo del candidato del gobierno en las elecciones del 9 de enero. A esta conducta suicida se suma la del liderazgo agresivo, sectario y fracasado de Voluntad Popular e incluso la del candidato escogido para representarlos: Sergio Garrido.
A los claros llamados de unidad efectuados por quienes hoy apoyan a Claudio Fermín, han respondido destemplada y groseramente afirmando que ellos son la verdadera oposición y calificándolos de “alacranes”.
Se olvidan de quién puede ser considerado como el “alacrán originario”, por haber recibido las riendas de Acción Democrática a través de una decisión judicial del TSJ hace unos 20 años. Parecieran orgullosos de haber atornillado al gobierno de Maduro, de haber mantenido una conducta violenta, responsable de muertes y detenciones; de haber lanzado a las calles a decenas de jóvenes, utilizados como carne de cañón desde la comodidad de lujosos hoteles en el exterior. De haber organizado incursiones mercenarias contra nuestro país, de haber usado las “ayudas humanitarias” en francachelas, de haberse enriquecido con los activos de Monómeros y CITGO y de suplicar por una invasión extranjera.
La política venezolana, luego de más de 20 años de supuesta revolución, sigue en la órbita de AD, esta vez como partido opositor en sus dos versiones antagónicas, resultado que le debemos a la peor gestión gubernamental de los últimos 60 años. Si hay una demostración del fracaso estrepitoso de la llamada revolución bonita es precisamente el renacer del mal llamado partido del pueblo. La suerte de la oposición venezolana depende hoy de una confrontación adeca. ¡Inaudito! Ambas fracciones pretenden zanjar sus contradicciones y conflictos a costa de del futuro de los venezolanos, independientemente, como ya dije, de no tener las mismas responsabilidades. Sería hora ya que la oposición democrática, aquélla que tuvo la valentía de asumir el diálogo, la negociación y la paz, como condiciones para resolver los conflictos, se sacuda el padroteo ejercido por las AD sobre sus conductas.
En Barinas, la presencia hoy del gobierno nacional es avasallante. Lo que no le dieron a su población durante años, están tratando de repartirlo en los pocos días que faltan para las elecciones. La movilización es gigantesca, y no será adecuadamente combatida con un frente más que dividido. La MUD debería públicamente aceptar el apoyo ofrecido por la Alianza Democrática; sus aliados circunstanciales deberían presionarla públicamente en ese sentido.
@LFuenmyorToro