La evolución del pensamiento universal va unida a los sistemas de gobierno y dominio social establecidos a través del tiempo.
Gustavo Luis Carrera
Historiadores, sociólogos, politólogos, así como políticos activos, observan productivamente los hechos y las enseñanzas que se derivan de este proceso indetenible. También el ciudadano común, pensante y provisto de experiencia, advierte esta simbiosis determinante: la estructura del sistema imperante impone un orden caracterizado por una idea, un propósito y una asociación colectiva. Es decir, es una dimensión ideológica, política y social. En suma: el presente y el porvenir de una colectividad. Hagamos una aproximación al tema desde la perspectiva del ciudadano reflexivo.
SISTEMAS DE GOBIERNO. Las denominaciones de las estructuras gubernamentales son tan variadas como lo son las formas operativas de ejercerlas. Aparte de la Dictadura, sistema absoluto de mando único, sin apelación posible, y de la Monarquía, que representa el poder ejercido por una sola persona (rey o emperador), por lo general con carácter vitalicio y hereditario, hay una diversidad de apelativos que van desde la prestigiosa Democracia hasta la burlesca Obtucracia. Veamos la panoplia de términos usuales.
- La Democracia es, por definición, el gobierno del pueblo.
- La Aristocracia es, por semántica, el «gobierno de los mejores» (del griego «aristokratia); pero, en realidad, es el gobierno de una clase privilegiada.
- La Autocracia es el gobierno de uno solo (calificación específica de la Dictadura).
- La Plutocracia es el gobierno de los más ricos.
- La Monocracia es equivalente a la Autocracia: el gobierno que depende de una voluntad unipersonal.
- La Tecnocracia es el gobierno de los tecnócratas: especialistas en técnicas administrativas y económicas.
- La Meritocracia es el gobierno que se rige por los méritos de quienes lo ejercen.
- La Acracia, del griego «a» (no) y «kratia» (gobierno) es la desaparición del Estado y de sus organismos; sinónimo de Anarquía, de Anarquismo. Aparte de otras denominaciones, últimamente se ha agregado, con base en la experiencia manifiesta, la Cleptocracia, es decir: el gobierno de los ladrones. Y de igual manera, con ánimo satírico, se ha incorporado la Obtucracia, o sea: el gobierno de los más torpes. E inclusive, la última adquisición semántica, de igual propósito burlesco:
- La Kakistocracia: el gobierno de los peores, de los más ineptos.
Platón auspiciaba la Sofocracia: el gobierno de los filósofos, de los sabios. Y algunos pueblos, entre ellos etnias indígenas americanas, adoptaron una Gerontocracia: el gobierno de los más ancianos. Y el enunciado puede proseguir con derivativos específicos y funcionales. Pero, sobresalen los dos más abarcantes históricamente: la Monarquía, de donde deriva la Dictadura o Autocracia; y la Democracia, la apertura a la dimensión libertaria de igualdad y justicia imparcial de los tiempos modernos y contemporáneos.
DISYUNTIVA DE NUESTRO TIEMPO. Para cualquier observador se hace evidente que en nuestra contundente actualidad se yerguen poderosamente, uno frente a otro, dos sistemas donde inclusive por encima de lo político sobresale lo económico: el Capitalismo, de muy vieja data y renovado ropaje; y el Socialismo, de nuevo y accidentado rostro. Se trata de una especie de disyuntiva extremista, donde un polo niega totalmente al otro, representando, cada uno, una alternativa irreconciliable. Esa es la perspectiva donde la penetración analítica, la sindéresis racional y la agudeza que genera la experiencia, nos conducen a sopesar, críticamente, sin prejuicios doctrinarios, la contabilidad económica y social de cada sistema. No basta con mirar las banderas de éxito y eficacia que cada postura enarbola ostensiblemente, ocultando fallas y carencias ostensibles. No basta con situarse, a priori, en defensa irracional de uno de los dos extremos. Es necesario sincerar los hechos reales y contundentes del haber político, social, y muy particularmente económico, de cada sistema.
EL FRACASO ESENCIAL. Sin pretender analizar, en una reflexión circunstancial, tan complejas y confusas alternativas sistemáticas, vayamos a la dimensión de los resultados, que están a la vista, en aspectos realmente esenciales a propósito de lo que debe ser el desiderátum sociopolítico. Podría resumirse el planteamiento en dos preguntas clave. La primera: ¿han logrado estos sistemas alternativos, el capitalismo y el socialismo, acabar con la pobreza? Y la segunda: ¿han alcanzado estos sistemas el fundamental objetivo de la implantación de la justicia equitativa e incontaminada? La respuesta negativa es irrefutable. Con el capitalismo, inclusive en su desarrollo pleno, los márgenes de pobreza se comprimen; pero no desaparecen. Con el socialismo, aplicado con férreo rigor, tampoco se han eliminado las carencias y las limitaciones que conducen no a vivir, sino a sobrevivir. Y a su vez, con el capitalismo la aplicación de la justicia no ha variado un punto de su tradicional favoritismo del más poderoso económica o políticamente. Situación de desafuero y despotismo judicial que se repite en el socialismo a ultranza, bajo la dictadura de un partido único que hace y deshace judicialmente. Entonces, honestamente, hay que proclamar que ambos sistemas han fallado en dos aspectos esenciales de la vida social, que son indicativos de un real y rotundo fracaso.
Seguiremos con el planteamiento de una integración sustancial: la Pantocracia.
VÁLVULA: «La evolución social y política a través de la historia va de la mano de los sistemas de gobierno imperantes. Hay un punto de deslinde: antes y después de la Democracia. Aunque, en la actualidad, la disyuntiva se presenta como una competencia a muerte entre el capitalismo y el socialismo. Pero, la realidad es que ninguno de estos sistemas ha podido acabar con la pobreza e imponer una justicia equitativa y honesta. Es necesario concebir una integración valedera y fecunda: la Pantocracia».
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