El chavezmadurismo ha convertido al país en un vulgar peón en el tablero de la geopolítica practicada por Rusia, en un intento por imitar pasajes y acciones de la fenecida “Guerra Fría”. En la gráfica, Serguéi Shoigú, ministro de Defensa de Federación Rusa, junto a su colega Padrino López.
Oscar Battaglini
La situación acaba de ser revelada por la diplomacia rusa en el desarrollo del conflicto que mantiene con Ucrania, la Unión Europea y la OTAN.
Putín y su régimen forajido movido por el interés de impedir que la OTAN continúe extendiendo su influencia hacia los países de la antigua “Unión Soviética”, se atrevieron a hacer un uso chantajista de la posibilidad de que Rusia desplace hacia Venezuela soldados y armas en una clara demostración guerrerista en contra de los Estados Unidos.
Esta declaración de la diplomacia de Putin que no pasa de ser una simple balandronada por donde quiera que se la mire no tendrá ningún efecto práctico, ha dejado, sin embargo, en evidencia el hecho de que nuestro país ha sido convertido por el chavezmadurismo en un vulgar peón en el tablero de la geopolítica practicada por Rusia en un intento por imitar pasajes y acciones de la fenecida “Guerra Fría”, en la que, por cierto, como es harto conocido, en sus casi cincuenta años de duración, no llegó a producirse ni un solo enfrentamiento armado entre la “superpotencia” constituida por la “Unión Soviética” y los Estados Unidos.
Si eso no ocurrió en medio de las circunstancias que le sirvieron de marco histórico a la “Guerra Fría, la Guerra de Viet-Nam, la crisis de los misiles cubanos en 1962, ahora menos habrá de ocurrir. Sobre todo porque la Rusia de Putín no tiene como la tuvo cuando ostentaba el rango de “superpotencia”, ninguna posibilidad de medirse (de confrontarse con los Estados Unidos) ni en el terreno militar, ni en el económico, ni en ningún otro terreno, y salir airoso del intento. Esto, Putín lo sabe perfectamente, pero hace su teatro para ver qué provecho le puede sacar en la Mesa de negociación política. En consecuencia, su juego político está más dirigido a manipular a sus peones para que le hagan el trabajo, particularmente el ruido que en este caso le conviene en el desarrollo de la disputa y negociación con sus adversarios de Ucrania, la Unión Europea y los Estados Unidos, que como sabemos, representa el principal actor político militar de la OTAN.
Ese es precisamente el papel que cumple en todo esto Maduro y su entorno palaciego, en especial su círculo militar.
De entrada hay que decir que son de suma gravedad las declaraciones de la diplomacia rusa porque como se ha dicho, ponen al descubierto la obsecuencia y la subordinación del Estado y del gobierno madurista, con respecto al Estado y el gobierno ruso, pero lo más grave en todo esto es, en primer lugar, el hecho mismo de unas declaraciones que hacen aparecer al gobierno madurista como una marioneta al servicio incondicional de un poder extranjero, en segundo lugar, el hecho que esas declaraciones no hayan sido respondidas por el régimen madurista, lo que de por sí, da a entender que éste las acepta como ciertas y auténticas. A esta actividad se le puede aplicar la conocida sentencia “el que calla otorga”; y en tercer lugar, que esas declaraciones de la diplomacia rusa, meten al Estado y a toda la nación venezolana en un conflicto geopolítico que, sin duda, pudiera acarrearnos consecuencias más lesivas y negativas de las ya existentes y que afectan, como sabemos, la vida de todos los venezolanos. Sobre todo porque esas declaraciones hacen de nuestro país un actor beligerante en un conflicto con el que nosotros no tenemos nada que ver de manera directa, y en el cual se nos pretende involucrar por parte de un gobierno constituido por una cáfila de aventureros y fanáticos (civiles y militares); es decir, por un gobierno constituido – como diría el doctor Arturo Uslar Pietri- “por gente hundida en la anarquía, sin concepto de nacionalidad… agentes torpes de la pobreza, el atraso y la destrucción”.
Se corresponde esa pretensión con la política conflictivista (de choque permanente) contra los Estados Unidos, las burguesías nativas y los sectores político-democráticos nacionales impuesta como modelo por el stalinismo en Rusia, en los países del llamado “socialismo real” de Europa del Este, en China, en Korea del Norte, en la Cuba de la familia Castro, en la Nicaragua de Daniel Ortega, y en la Venezuela chavista. Se trata de un modelo político que en todos esos países ha sido presentado por las burocracias en el poder como “socialista”; pero cuando se revisa con detenimiento el carácter (el contenido real) de dicho modelo en todas partes, se llega a la conclusión de que el mismo no va más allá de una suerte de capitalismo de Estado (de capitalismo burocrático) extremadamente improductivo (subdesarrollante, que no sólo bloquea el crecimiento normal (cuantitativo y cualitativo) de la sociedad, al condenarla a la pobreza en todas sus modalidades, sino que las somete a la más bárbara privación de sus derechos democráticos y aun control totalitario (fascista) de la actividad social de los ciudadanos. He ahí la razón de fondo por las que esas sociedades han permanecido bloqueadas en su desarrollo societal a lo largo de su historia contemporánea y por la que ese modelo político ha fracasado en todos los países donde se ha implantado, hecho que ha quedado simbolizado con la caída del Muro de Berlín.
La Rusia de Putín no tiene ninguna posibilidad de medirse o de confrontarse con los Estados Unidos, ni en el terreno militar, ni en el económico, ni en ningún otro terreno»
En el supuesto que la burocracia aventurera que gobierna en Venezuela, de su aprobación para que Putín cumpla con su designio de trasladar a nuestro territorio, armas y soldados en el desarrollo del conflicto con Ucrania y con la OTAN, eso sería considerado por los Estados Unidos como una acción de guerra en contra de su seguridad, acción que colocaría a nuestro país como un objetivo militar en el caso de que ese conflicto escale y llegue a un enfrentamiento armado entre las partes. De llegar a ser así, uno no puede sino suponer las consecuencias nefastas a las que se vería sometido nuestro país, debido a la temeridad, el fanatismo, el espíritu aventurero e irresponsable de unos gobernantes ilegítimos, que actúan movidos más por sus apetencias circunstanciales (individuales) que por el bienestar, la seguridad y el interés colectivo de los venezolanos.