Las universidades en general ni enseñan a trabajar, ni en ellas se aprende mucho.
Domingo Alberto Rangel
Pido por adelantado disculpas a Simón Sáez Mérida y a mi padre, ambos fallecidos… por tocar en este escrito, de manera quirúrgica, la universidad venezolana y en especial mi alma mater… la UCV… donde ambos honestamente trabajaron, la amaron largos años y con quienes alguna vez toqué este tema.
Escribir estas líneas en un país que como casi todo el mundo occidental del que somos parte… ha caído presa del populismo y la demagogia… es arriesgado porque no hay nada más fácil para eludir tener que razonar contra lo que le disgusta al demagogo… que contra replicar boberías tan falsas como insulsas estilo “la casa que vence las sombras” o simplificar cualquier tema… al punto que en un debate público en vez de razonar quizás baste con aullar el conocido “uu ucv” que recuerda el también vacío “AD juventud”.
Lemas que bien podrían haber salido del costurero de Joseph Goebbels quién le recomendaba a Hitler recortar cualquier tema… al punto que lo entendiera el más estúpido del público receptor.
Todo viene al caso porque en un país donde tenemos una ministra de Educación que en materia de ignorancia podría competir con la ya diplomada pero eterna rectora de la UCV… y mientras el público escucha boberías en pro o en contra de Rusia o de Ucrania… en la A. N. se cocina una nueva Ley de Educación.
Para ser franco mejor sería en este caso, si por un milagro, en uso de sus atribuciones la Asamblea Nacional dictase una medida prohibiendo cualquier ley de educación. Y mejor aún si cerraran todas las universidades y el estado solamente financiara… y muy bien… a los mejores estudiantes que cursen carreras nuevas… las que harán historia en el siglo XXI que hace rato comenzó.
La universidades en general y de eso ya va para un milenio… ni enseñan a trabajar… ni en ellas se aprende mucho. Son instituciones burocráticas que gastan infinitamente más de lo poco que producen… como dice el filósofo de la Literatura Jesús G. Maestro… quien en un mundo afocado por el antihispanismo anglosajón nos recuerda que mil veces vale más en materia de letras Cervantes que Shakespeare.
Una ley de universidades discutida por burócratas menores de la política… apoyada por el populismo más ramplón… que ha arruinado varias veces a Venezuela… no vale la pena.
Pero esta última frase obliga a decantar entonces… ¿cómo deberían ser nuestras universidades?
¡Pues deberían ser diametralmente distintas!
Universidades donde los estudiantes que sobresalen en vez de dedicarse al inútil activismo politiquero… sobre la base de bailoterapias… sancochos… y discotecas… pagadas cada vez más por la corrupción… se dedicaran a estudiar.
Unas universidades donde las mafias profesorales estilo la de la Rectora de la UCV no tengan cabida porque los profesores solo se dedican a mejorar y actualizar cada vez la educación que imparten… en vez de estar gestionando fondos para hacer turismo internacional a guisa de “asistir a congresos”.
Y donde los empleados estén bien pagados… a cambio de que trabajen.
Una universidad libre y eficiente: donde el estado apoye la enseñanza de nuevas carreras en vez de las “tradicionales” que apoyan las mafias de profesores ignaros. Donde no se requiera tener tantas facultades para solaz de la burocracia académica… y se puedan dedicar a dar clase con eficiencia en lo que les gusta y saben. Una universidad donde se compita con otras buscando atraer los mejores profesores.
Bien, pero… ¿por dónde se comienza?
Por muy difícil que sea el camino… hay que empezar con algo como pasitos de bebé… por ejemplo… qué pongan papel tualé en los baños…
Y sobre Simón Sáez Mérida y DAR… puedo recordarle a los demagogos que me reclamen este escrito… que una vez los escuché llamando a la UCV “La Gran Cabrona”.
Ellos sabían a qué se referían… no tapaban la caca como otros.