El ochenta por ciento de los venezolanos sabe lo que es el hambre, por lo que, en muchos casos, tienen que recurrir a los contenedores de basura.
Félix B. Sucre
La revolución bolivariana del socialismo siglo XXI, liderizada por el militar golpista Hugo Chávez, hoy en manos de su heredero Nicolás Maduro, actual inquilino de Miraflores, no llega a responderle ni a sus milicianos.
Es normal ver por las calles de Caracas, donde se concentra el poder político y militar, los milicianos son un brazo que no recibe los mismos beneficios que reciben los de la cúpula de la fuerza militar que consagra la Constitución Bolivariana, sino que apenas reciben las bolsas del clap, con productos de segunda, tercera y hasta de cuarta categoría; por eso no es de extrañar ver a uno que otro hurgando en contenedores para depositar basuras y otros desechos.
Sin embargo, el propio inquilino de Miraflores, Nicolás Maduro, se llena la boca hablando de la gran fuerza que representa para la revolución invencible el cuerpo de Milicianos, donde son muchos los ancianos que están dispuestos a salir a dar la vida por la Patria, en honor a su comandante supremo Hugo Chávez, quien, con sus discursos, le sembró que ellos eran parte de la Fuerza Armadas Bolivariana, preparada para enfrentar a cualquiera que pretenda hollar la Patria.
Ellos también son los hijos de Chávez, quien se ha considerado el heredero de Bolívar, aún cuando no fue nunca un ejemplo de valor y moralidad; no obstante, se creyó el cuento y, murió con ese cuento.
La historia de la revolución bolivariana del socialismo del siglo XXI, hasta con sus milicianos y sus militares, no ha tenido la debida preocupación ni dignidad; ellos, como el ochenta por ciento de los venezolanos, también saben lo que es el hambre, por lo que, en muchos casos, tienen que recurrir a los contenedores colocados en lugares de la ciudad por las empresas recolectoras de basura, y buscar algo para paliar el hambre. El hambre que la revolución también le ha generado a su propia gente.