La pretensión del régimen será repudiada por los países y los sectores democráticos nacionales interesados en una solución pacífica, constitucional y electoral de la crisis
Oscar Battaglini
Como es del conocimiento público, nuevamente ha comenzado a hablarse de la posibilidad de que se reanuden las negociaciones de Ciudad de México entre el gobierno y la oposición, las cuales fueron interrumpidas abruptamente por la dictadura alegando la extradición del traficante colombiano Alex Saab, hombre de la más absoluta confianza de Maduro, a quien le había otorgado carta de nacionalidad para incorporarlo como miembro nominal en su representación política a la mesa de negociación política.
Es igualmente importante señalar que la idea de volver a dicha mesa de negociación ha cobrado un renovado impulso a raíz del encuentro habido en Caracas entre una representación política del más alto nivel de la Casa Blanca y la dictadura madurista. Sin embargo es preciso apuntar que tampoco en esta oportunidad, la dictadura madurista tiene un real interés en un proceso de diálogo y negociación política que culmine en un acuerdo que, por un lado, conduzca a la recuperación democrática e institucional del país y, por el otro, que abra los caminos para la superación de la grave y profunda crisis social y económica que afecta la vida de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Eso es lo que explica que en la medida en la que se ve forzada a hablar de la necesidad de entablar un diálogo y una negociación política con los actores sociales y partidistas que le hace una real oposición, y que tienen un auténtico interés en que por la vía del diálogo y la negociación se canalice el disenso político nacional; en esa misma medida emplea un lenguaje descalificador y escatológico contra esos actores políticos; al tiempo que se vale de cualquier subterfugio, pretexto (caso Alex Saab) o maniobra, para sabotear las iniciativas de diálogo y negociación política como han hecho hasta ahora.
En esta oportunidad la maniobra ya puesta en desarrollo, es la de que el diálogo y las negociaciones deben tener un carácter incluyente, lo cual de por sí, es o constituye un planteamiento correcto, eso en el caso de que realmente existan actores políticos con la entidad y la legitimidad que autoricen su presencia directa y activa en ese tipo de evento político. Pero eso, como se sabe, no se corresponde con la realidad en nuestro caso. Aquí los actores político-partidistas que reúnen esas características son, por un lado, el régimen dictatorial y el partido de gobierno, y por el otro, los partidos políticos de oposición organizados en el G-4 o la Mesa de la Unidad democrática. Confirman esta apreciación, en lo que se refiere a este sector mayoritario de la oposición democrática, los resultados de las elecciones parlamentarias del 6/12/15, e incluso los resultados de las elecciones de gobernadores del pasado 21/11/2021; resultados que no fueron más convincentes por el hecho de haberse abstenido parte importante de sus componentes partidistas. Pero todavía hay más: el hecho de que la Mesa de la Unidad Democrática y su dirigente principal Juan Guaidó disponga del reconocimiento de la Comunidad Internacional como presidente interino de la República.
En un claro e interesado desconocimiento de esos hechos, la dictadura desde hace algún tiempo, viene manejando la tesis de las “oposiciones”, denominación en la que incluye a los partidos colaboracionistas con la aviesa intensión de convertirlos en actores políticos con derecho a participar en la nueva ronda de diálogo y negociación.
Como es sabido, la casi totalidad de esas organizaciones son partidos de maletín creados por el régimen dictatorial madurista para que le sirvan de comparsa, de la manera como se observa en la Asamblea Nacional espuria “electa” el 6/12/2020. Se trata, como todos sabemos, de partidos sin arraigo en el seno de la población, y que por lo tanto no representan a nadie, más allá de quienes aparecen como sus promotores, tal y como quedó demostrado en las elecciones parlamentarias de diciembre del año 2015, y en las de diciembre del año 2020, en las que algunos miembros de esos partidos fueron “electos” diputados con los votos que le sobraron a los candidatos del partido de gobierno.
Queda claro entonces que lo que la dictadura madurista persigue con la maniobra de que el diálogo y la negociación política a reiniciar, debe ser incluyente, es ponerle nuevos obstáculos a la posibilidad de que finalmente se pueda producir un diálogo y una negociación política con auspicio y acompañamiento internacional que tenga como resultado la apertura de caminos para la superación de la crisis general –ya crónica- por la que atraviesa el país.
Otra de las maniobras que ha puesto a rodar la dictadura para tratar una vez más la realización de un diálogo y una negociación con resultados realmente efectivos es, en primer lugar, el intento de usurpar la condición de ente convocante del evento en cuestión, función que, como se sabe, ha venido siendo desempeñada por el Reino de Noruega; y en segundo lugar, la pretensión de poner condiciones (como, por ejemplo, la de decidir con quien se reúne para dialogar y negociar y con quien no) para que el evento negociador se lleve a cabo.
Detrás de esto, como es lógico suponer, pudiera estarse escondiendo el propósito de la dictadura de convocar una farsa de diálogo y negociación política tipo “mesita”, es decir, realizado con los partidos de la oposición colaboracionista; evento que sería presentado como el diálogo y la negociación política que el país y la Comunidad Internacional están esperando; todo ello a sabiendas de que tal cosa será repudiada y respondida con un rechazo generalizado de los países y de los sectores democráticos nacionales interesados en una solución pacífica, constitucional y electoral de la crisis.
De más está decir que el Reino de Noruega, la oposición venezolana y el conjunto de la Comunidad Internacional que le ha venido haciendo seguimiento a nuestra situación interna, deben hacer todo lo que esté en sus manos para impedir la consumación definitiva de esos designios perversos de la dictadura madurista.