La sociedad global ve con aleccionador asombro cómo una ambición imperialista se manifiesta, condenando a muerte y destrucción a Ucrania.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
La voracidad imperialista es una tentación que abre las fauces de los estados que se inspiran en ansias de dominio. El fenómeno es típico de las pretensiones hegemónicas de jefes militares, dictadores y monarcas absolutos. La historia es, en buena parte, el sumario de los imperios creados a través del tiempo. Así como se imponen, se desvanecen pasado el lapso de su vigencia. Ha quedado como un dicho actuante el de: «hasta el imperio romano cayó». ¿Y cómo se hacen realidad los imperios? La manera más común -aunque no la única- es la invasión del territorio que se pretende dominar, es decir: iniciar una guerra de conquista.
Así, por la fuerza, se repartieron África los imperios europeos de Inglaterra, Alemania, Países Bajos, Francia, Bélgica, Portugal, España»
LAS POLÍTICAS IMPERIALISTAS. La pretensión de ampliar el territorio que se domina es un impulso que, naturalmente, se concreta en la invasión de zonas vecinas. Este proceso expansionista parece estimularse en sí mismo, a partir del primer éxito, incitando a proseguir el camino usurpador. Hay varias vías de ampliación. Inclusive se da el caso de la compra del territorio pretendido; Estados Unidos compró Alaska -región aparentemente inservible y siempre helada-, por una suma relativamente modesta, a una Rusia deseosa de aliviarse de la que sentía como una carga inútil, pero, lo habitual es el uso de la fuerza: la fuerza económica, la fuerza política, y sobre todo la fuerza militar. Así, por la fuerza, se repartieron África los imperios europeos de Inglaterra, Alemania, Países Bajos, Francia, Bélgica, Portugal, España. Crearon imperios inmensos, encabezados por el mayor de todos, el inglés. Otra forma de dominio es la dependencia económica, desarrollada por centros financieros de Europa y de Estados Unidos. Inclusive el gobierno venezolano cayó en la tentación de intentar sojuzgar, o al menos comprometer políticamente, a diversos estados del Caribe anglófono, con subvenciones económicas. Lo cierto es que la pretensión imperialista es una tentación habitual en gobernantes que se eternizan en el mando.
LAS GUERRAS Y UNA EXCEPCIÓN. El procedimiento imperialista por antonomasia es la guerra: la invasión forzada y cruenta del campo vecino; para proseguir con el siguiente, y luego con el de más allá. Así, por la fuerza de las armas, imponiendo desolación y muerte, se desarrollaron imperios, donde sobresalen el más sólido y duradero de todos, el romano, y los de mayor alcance territorial: el mongol, el inglés, el español, el ruso. En todos los casos el punto de partida fue la guerra, la invasión armada del territorio vecino, y la anexión del siguiente, y así en encadenamiento sucesivo. Siempre a partir de una superioridad militar del imperialista sobre el sometido. No es posible pensar en ejemplo más ilustrativo que el de los europeos provistos de armas de fuego frente a los habitantes del lugar armados de lanzas y flechas. (Y aquí es inevitable evocar la dramática conquista de América, inicialmente por españoles y portugueses, y luego por ingleses, franceses y los entonces llamados holandeses). Sobresale, dentro de este estatus bélico habitual, el caso opuesto del prestigioso rey Salomón, heredero de un imperio impuesto por la fuerza por su padre David, y que él engrandece sin hacer una sola guerra. Israel se expande bajo la guía sabia de quien lleva la designación bíblica de El Pacífico. Salomón da reciedumbre y expansión al imperio israelita a base de pactos, matrimonios y emparejamientos; donde se destaca su mítica relación con la sabia y muy bella mujer negra etíope, Makeda, la inigualable y poderosa Reina de Saba.
Otra forma de dominio es la dependencia económica, desarrollada por centros financieros de Europa y de Estados Unidos”
LECCIONES ACTUALES. En estos tiempos críticos que vivimos, recibimos lecciones históricas ilustrativas y sorprendentes. Quizás la primera y de gran trascendencia ha sido ver en el siglo XX cómo se forjó y se mantuvo por más de setenta años, a la fuerza y con el recurso de las armas, el imperio soviético; agrupando, por la vía de los hechos y la amenaza de muerte, a más de dieciséis países bajo la égida ejecutiva y dictatorial de un autócrata. Así como resulta inconcebible que actualmente, en la segunda década del siglo XXI, en pleno auge del desarrollo de extraordinarios avances tecnológicos y de especial valoración de organismos internacionales concebidos ex profeso para imponer la paz, se pueda dar una muestra de primitivismo y de barbarie tan axiomática como la invasión del gobierno ruso de su vecino país, Ucrania. Esta incongruencia en un mundo que se pretende civilizado, es una grotesca demostración de lo que puede motivar una incoada y enfermiza aspiración de reconstruir un imperio perdido. ¿No es lo mismo que pretendió Hitler, soñando con la Gran Alemania? Ahora la ilusión es reconstruir la Gran Rusia, la zarista y la soviética. Es como una noria. Las cosas dan la vuelta y retornan a sus inicios. Los extremos se tocan; así como el sistema soviético viene de una insurrección contra el régimen zarista y termina imitando sus ansias imperialistas, de igual manera el actual gobierno de la llamada Federación Rusa, en pleno sigo XXI, en el centro de una sociedad mundial que se creía definitivamente civilizada, decide poner en práctica sus ansias imperialistas, arrasando el territorio y sacrificando a los pobladores de Ucrania. ¿Significa esto que las ambiciones imperialistas no son cosas del pasado, sino una perniciosa enfermedad política tan actual como la destructiva pandemia que martiriza nuestra sociedad global? Sí. De hecho, así es: el funesto gobierno ruso se ha encargado de hacerlo evidente ante un mundo conmovido y atónito.
VÁLVULA: «De costumbre, el imperialismo se impone por la fuerza de la armas, instrumentando una guerra invasora dirigida contra el territorio que pretende anexarse. Otras vías son la fuerza económica y la fuerza política. Pero, estas no son circunstancias de un pasado históricamente superado. En la actualidad, la sociedad global ve con aleccionador asombro cómo una ambición imperialista se manifiesta, condenando a muerte y destrucción a un país, Ucrania; mientras la colectividad de naciones agrupadas en organismos mundiales no es capaz de detener tal desafuero».
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