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Roma, sus ingenieros y el socialismo del siglo XXI I Opinión I Luis Fuenmayor Toro

Mientras no haya claridad de la necesidad de las ciencias, la tecnología y la educación para el desarrollo nacional, no habrá luz al final del túnel

Luis Fuenmayor Toro

Hace más de 2 mil años, en lo que hoy conocemos como mundo occidental, los romanos dominaban buena parte del mismo y se expandían permanentemente hasta territorios vecinos, que conquistaban y anexaban a su vasto impero. Pero esto fue posible no sólo por su condición guerrera, ambiciones de dominación y un trato particular a cada población conquistada, sino porque fueron además creadores de conocimientos y de técnicas y mejores usuarios de los mismos, lo que los colocaba muy por encima de sus vecinos. Sus avances determinantes en la elaboración del hormigón y las técnicas desarrolladas de la construcción, entre ellas el desarrollo del arco en la arquitectura, les permitieron asumir la edificación de grandes acueductos, aún en pie, que transportaban suficiente agua a sus territorios, para satisfacer las necesidades de consumo doméstico y las de producción de Roma y de las ciudades conquistadas.

Edificios colosales como el Coliseo y el Panteón en Roma, el Foro Romano, los innumerables templos (Júpiter, Vesta, Cástor y Pólux, Antonino y Faustina, Saturno, Venus y Rómulo y César, en Roma; Nimes y Augusto y Livia en Francia, Claudio, Diana y Vic, en España; Évora en Portugal, Antas en Cerdeña), las termas (Caracalla, Nerón, Agripa, Diocleciano y Trajano, en Roma; Pompeya y Herculano en Italia, Bath en Inglaterra), los teatros y anfiteatros (Marcelo, Pompeyo y la Concordia, en Roma; Pompeya, Volterra  y Verona, en Italia; Cartagena, Sagunto, Itálica y Mérida, en España; Orange  y Arlés en Francia, Aspendos y Éfeso en Turquía, los de Jerash en Jordania, Palmira en Siria, Augusta en Suiza, Dougga en Túnez) y sus arcos de triunfo (Constantino, Séptimo Severo, Tiberio y Tito, en Roma; Trajano en Italia, Bará, Medinaceli y Cáparra, en España; Orange y Saintes en Francia).

A lo anterior se añaden los estadios y circos, los mercados, los mausoleos, las basílicas, cientos de miles de kilómetros de calzadas, caminos y carreteras, que comunicaban todo el imperio; la creación del calendario juliano, vigente por más de 1.500 años; la concepción geocéntrica del universo, la construcción de los primeros sistemas de calefacción urbana, la aplicación de poleas, grúas, catapultas, faros y de molinos hidráulicos, a las actividades agrícolas y militares. Se destaca la creación de la noria hidráulica, de carácter casi industrial. Uso de sistemas de canales de riego desde ríos y represas. La aleación de latón, el uso del mercurio en la extracción del oro y los números romanos, fueron innovaciones originales. Se podría decir que no eran en realidad muy prolíficos en la generación de innovaciones, pero sin duda fueron excelentes en perfeccionar las innovaciones de otros pueblos, adaptarlas a sus necesidades y crear la mayor capacidad técnica del mundo de su época.

Ésta les sirvió para sostener el imperio más grande conocido en su momento y uno de los mayores de todos los tiempos. Sus gobernantes tuvieron el tino de tener siempre ingenieros a sus servicios, dispuestos a enfrentar y resolver cualquier reto que se les presentara, lo que les permitió zanjar los múltiples problemas que surgían en un imperio tan extenso, tan diverso y acechado desde varios frentes. La importancia de este hecho en el éxito de los romanos hace más de 2 milenios no ha sido comprendida por nuestros gobernantes, en especial los actuales, quienes se caracterizan por su desprecio de las ciencias, de la técnica y de la tecnología. A lo más que llegaba Chávez era a casi venerar los llamados saberes populares y ancestrales, sobre todo porque no requieren de estudios, ni de escuelas y liceos, mucho menos de universidades, sino a lo sumo de la sombra de una mata de mango. Sus supuestos seguidores en el gobierno actual tienen las mismas convicciones.

Mientras no haya claridad de la necesidad de las ciencias, la tecnología y la educación para el desarrollo nacional, no habrá luz al final del túnel aunque se llegare a salir del mismo.

@LFuenmayorToro

EL AUTOR es médico-cirujano, Ph. D., profesor titular y exrector de la UCV, investigador en neuroquímica, neurofisiología, educación universitaria, ciencia y tecnología. Luchador político

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