El conflicto entre los trabajadores de Sidor y la empresa pone nuevamente en evidencia las insalvables contradicciones que arrastra el chavismo
Humberto González Briceño
El chavismo tomó el control político de Venezuela apoyado en buena medida por una marea de mitos y medias verdades, amplificadas por los medios de comunicación de la época, cuyos dueños no dudaron en apostar a este mesías llamado Hugo Chávez. La retórica demagógica de este vengador errante tenía algo que ofrecerle a cada quien. Chávez tenía promesas para los ricos, para los pobres, para los adecos, para los copeyanos, para la izquierda y la derecha. El solo hecho de reunir los más variopintos apoyos de sectores y fuerzas sociales enfrentadas entre sí ha debido ser motivo de angustia, pero por el contrario esto fue presentado como símbolo de una verdadera unidad nacional en el preámbulo de una segunda independencia.
Uno de los mitos más socorridos del chavismo ha sido su presunto compromiso con la clase obrera en el sentido como lo plantean los políticos marxistas. Un gobierno que desde el Estado genera políticas de protección y bienestar para los trabajadores por la vía de aumentar salarios y beneficios. No importa que estos aumentos y beneficios no se correspondan con las capacidades económicas y productivas del país, para eso están el Estado con su ilimitada botija petrolera y las empresas privadas satanizadas como enemigas de los trabajadores. Nada más estimulante para el ex comandante Chávez que ir a repartir lo ajeno en una asamblea de trabajadores como las que protagonizó en Pdvsa.
Pero el socialismo chavista, muy convenientemente apellidado como del Siglo XXI, resultó algo muy distinto a las versiones hasta ahora conocidas del socialismo. Este socialismo a la chavista muy sui generis en su conformación es un socialismo que no es enemigo per se de la burguesía financiera, industrial o comercial. No, este socialismo chavista usa el poder del Estado para crear su propia burguesía y su capa de nuevos ricos conocidas en los bajos fondos con los remoquetes de Bolichicos y Boliburgueses.
Se podría pensar que el chavismo en el poder significaría la reivindicación de la clase obrera venezolana en sus condiciones materiales de vida. No se podría esperar menos de un discurso que machaca hasta el cansancio sus raíces obreras y populares. Más allá de la verborrea chavista está la realidad. Y esta es la de un país cuya clase obrera prácticamente ha desaparecido como resultado del desmantelamiento de las empresas e industrias, incluyendo las empresas del Estado. Los pocos asalariados que quedan tienen que estar agradecidos que al menos el sistema les lanza unos mendrugos y no tienen que ir a escarbar comida en los basureros.
No sólo ha desaparecido la clase obrera venezolana y aumentado el desempleo sino que quienes tienen la suerte de estar en alguna nómina reciben salarios de hambre, insuficientes para llevar una vida digna. Frente a la retórica del chavismo, cuya afrenta es un insulto peor que a la propia madre, solo hay que oponerle la realidad. Nunca antes existió un régimen más anti obrero y enemigo de la clase trabajadora como el chavista.
El conflicto entre los trabajadores de Sidor y la empresa pone nuevamente en evidencia las insalvables contradicciones que arrastra el chavismo. Lo primero que hay que precisar es que se trata de un conflicto entre chavistas. Este es un enfrentamiento entre los chavistas que dirigen Sidor y los trabajadores chavistas cansados de las promesas incumplidas de aumentos salariales, porque en la Venezuela de hoy solo chavistas confesos podrían trabajar en una empresa como Sidor.
Sin embargo, hasta los chavistas se cansan de las mentiras de sus dirigentes. Tiene que existir un límite que demarque hasta donde se es chavista dispuesto a dejarse ultrajar por el régimen y desde donde comienza un ser humano que lucha por la comida para su familia. Ese es el drama de los trabajadores chavistas de Sidor, Pdvsa y otras empresas del Estado que tienen que vivir haciendo maromas para lograr sus reivindicaciones, sin ofender a sus patronos y al gobierno.
Es verdaderamente patético ver al secretario general de Sutiss, Julio López, con un nudo en la garganta explicando que la intención de la huelga reciente no fue paralizar totalmente las operaciones, sino algunas de ellas. Además López le implora a su compañero de partido, camarada Nicolás Maduro, que por favor intervenga para que les paguen el aumento prometido a los trabajadores. El desenlace de este conflicto parece ser que algunos tontos útiles, que de verdad creyeron que bajo el régimen chavista se podía protestar, serán botados de Sidor sin pena ni gloria y ante la indiferencia de su flamante burocracia sindical.
Esas son parte de las contradicciones insolubles del chavismo, servir a los intereses de mafias financieras políticas y militares mientras se llena la boca con una verborrea pseudo revolucionaria. Para los Boliburgueses y Bolichicos hay bonos y contratos, para los trabajadores chavistas látigo y cajitas Clap.-