Sobresale la mentalidad primitiva milenaria. Así acontece en las regiones donde obligan a la mujer a usar la burka y a no poder salir a la calle sin la compañía de un varón de la familia.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
Desde el sinfín de los siglos más remotos, el hombre, prevalido de una mayor fuerza física -lo que lo hacía más apto para cierto tipo de tareas y para el ejercicio del gran modo de conquista de territorios: la guerra-, ejerció un dominio pleno sobre la mujer. Ésta, refugiada en su atractivo natural y en su condición de madre, resistió una desigualdad que llegó a ser oprobiosa. Así fueron las cosas desde que el mundo es mundo, como se dice popularmente. ¿Y cuál tenía que ser el único recurso adverso, al alcance de la mujer?
EL SENDEBAR. Por tradición, se hablaba de los ardides y de los artificios de las mujeres. Y se veían ejemplos en la historia; inclusive con un lugar para el capítulo de la hermosa Reina de Saba con el Sabio Salomón. La acumulación de la prevención ante los recursos que las mujeres esgrimían como defensa, tendrá una confirmación material que hace patente su significación, con la publicación del Sendebar, o «Libro de los engaños y los asayamientos (recursos) de las mujeres»; conocido en traducción española, del árabe, de mediados del siglo XIII. Son veintitrés cuentos, que se suponen de origen persa o hindú, hacia el siglo X. Se trata de «ejemplos» de la astucia femenina, de su ingenio para engañar y lograr sus objetivos, Son narraciones de evidente carácter misógino, fundamentadas en el sentir común de la época: la desconfianza ante los «recursos» femeninos. El libro aspira a enseñar «el engaño de las mujeres, que poseen artes tan fuertes y tan numerosas, que no tienen principio ni fin». En un sentido general, aparte de su interesante contenido, el Sendebar adquiere particular valor en cualquier estudio sobre el tema, al significar una demostración palpable, materializada, en un libro, en una publicación, de lo que venía siendo repetido por la vía de la tradición oral.
ARRAIGO DE UNA PREVENCIÓN. Con el tiempo, la idea se fue haciendo más consistente: los artificios de que se vale la mujer son su modo efectivo de responder a las injusticias y los abusos de que ha sido objeto. Hay que sincerarse en este aspecto. Es necesario sopesar los elementos visibles de una realidad muy cercana en el tiempo. Inclusive hasta el sol de hoy. ¿Han desaparecido los signos de discriminación de la mujer en nuestra sociedad? ¿Y cuál es la perspectiva a nivel mundial? Veamos. No se pueden ignorar los avances logrados en la dimensión del reconocimiento de los derechos de las mujeres y de su igualdad jurídica y económica con el hombre. Pero, ¿no sigue habiendo diferencias de pago por el mismo trabajo entre el hombre y la mujer? ¿No hay, todavía, profesiones «masculinas» donde difícilmente aceptan a una mujer por más calificada que esté profesionalmente? ¿No es una discriminación disfrazada la que aplican en cargos oficiales y en partidos políticos cuando deciden establecer un «cupo femenino», donde hay que designar mujeres, hasta lograr un tanto por ciento, sin importar si están capacitadas o no para la función, y atendiendo sólo al hecho simple y llano de ser mujeres? Y si se ve la perspectiva mundial, sobresale la mentalidad primitiva milenaria. Así acontece en las regiones donde obligan a la mujer a usar la burka y a no poder salir a la calle sin la compañía de un varón de la familia; como pasa bajo el dominio talibán. O en lugares de la India, donde sólo heredan los hijos varones. O en territorios donde priva todavía la tradición árabe de que el hombre puede tener tantas mujeres como le sea posible alimentar; y se permite que niñas de doce años se casen con adultos. En tanto, en este pasado mes de julio de 2022, en Afganistán fue vendida, por su padre, una niña de nueve años, por 2.300 euros, a un depravado comprador; ¡y que haya sido un acto «normal» y «legal»! Entonces, ¿no perviven, hasta la actualidad, muestras de la sujeción femenina ante el «poder masculino»? Ha tenido, y tiene, la mujer que recurrir a su ingenio para defenderse.
CONCLUSIÓN COMPARATIVA. Inclusiveel proceso internacional a nivel de los organismos y de los gobiernos ha sido tan reciente, que todavía está en desarrollo. Basta con señalar fechas y declaraciones públicas. La ONU, en 1948, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce la igualdad de los derechos de todos los seres humanos. Pero, el voto femenino se va imponiendo lentamente: en Francia, en 1945; en Venezuela, en 1946; en México, en 1955; en España, solamente se establece definitivamente después de la Guerra Civil, en 1977. Un lentísimo tránsito en el camino del reconocimiento de los derechos femeninos; y esto solamente en una pequeña parte del panorama mundial. Mientras, en otra dimensión, no hay que olvidar que hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX los matrimonios los decidían los padres, quienes conseguían para sus hijas «un buen partido». Entonces, ¿qué de extraño podría tener que, casada con un hombre que no amaban y que la gobernada, la mujer se compensara engañándolo y poniendo en ejecución sus recursos ingeniosos? Son realidades ancestrales, y en buena parte vigentes, que condujeron a que la mujer echara mano del único instrumento que nadie podía impedirle: la astucia. Sí, siglos y siglos de entrenamiento aguzaron la astucia femenina. Ahora, que ya se haya convertido en una cualidad genética, hereditaria, es cuestión a dilucidar por los científicos. Pero, lo cierto es que la mujer sabe callar y hablar a tiempo. Observa antes de opinar. Recuerda los detalles significativos de las cosas. No cede, como el hombre, de manera absoluta a la tentación visual, a la apariencia atractiva de las personas. La mujer conoce y utiliza sagazmente sus poderes de convencimiento. Todo ello se suma en mi conclusión: sí, las mujeres son más astutas que los hombres. Tenían que serlo, para sobrevivir. Tendrán que seguir siéndolo, por precaución.
VÁLVULA: «Tantos siglos y siglos de sometimiento de la mujer en una organización social construida por el hombre a su imagen, motivaron el desarrollo femenino de un arma reivindicadora: la astucia. Más allá de las críticas y de los prejuicios contra los ardides y los recursos de las mujeres, de lo cual queda muestra impresa en un libro, el Sendebar, de la Edad Media, la realidad es que la astucia femenina ha prevalecido a través del tiempo. Las mujeres son más astutas que los hombres por necesidad, y aún más por una prevención sobradamente justificada». glcarrerad@gmail.com