Los militares son el único sostén de Maduro. El hilo del cual cuelga. No es un mecate, sino un hilo, porque no son todos los militares, sino los altos mandos.
Jesús Antonio Petit Da Costa
1.- Predomina en la actualidad la opinión de que aquí no va a pasar nada, que Maduro se ha estabilizado, que la situación ha mejorado y que Biden, manejado por la Chevron, es su garantía de permanencia en el poder. Están totalmente equivocados.
2.- Primero: Maduro no tiene piso político porque no tiene pueblo. Carece de liderazgo y apoyo popular. Lo muestran en forma reiterada las encuestas: 95% de los venezolanos en el país están contra Maduro. En estas condiciones con cualquier temblor cae. Su permanencia en poder está dependiendo de que nada se mueva. Está colgando de un hilo. Con un empujón se viene abajo.
3.- Segundo: los militares son el único sostén de Maduro. El hilo del cual cuelga. No es un mecate, sino un hilo, porque no son todos los militares, sino los altos mandos que se benefician de los negocios incluidos los ilícitos. Y entre los militares hay la misma inmensa desigualdad existente en la sociedad civil: la minoría que se está “llenando” y la mayoría que está “pelando”, la cual vive de la “matraca”. Y la desigualdad de esta magnitud es más explosiva entre militares que entre civiles.
4.- Tercero: en Venezuela los empresarios no son factor de poder que sostiene gobierno. Y menos a la tiranía de Maduro. Lo viven, pero no le son leales. Aprovechan las oportunidades. Son “zánganos”. Zánganos por simuladores. Siempre han sido así con todos los gobiernos. Serán los primeros en festejar públicamente la caída de Maduro y empatarse con el nuevo gobierno.
5.- Cuarto: la Iglesia no está con Maduro. Es verdad que no tiene ahora la posición frontal que tenía cuando monseñor Padrón presidía la Conferencia Episcopal, consecuente con la postura de compromiso que venía de monseñor Arias Blanco y los cardenales Castillo Lara y Velasco. Ahora los sacerdotes se han rebajado a ser “curas de misa y olla”, con homilías insípidas, distantes del dolor del pueblo. Pero lo cierto es que, como factor de poder, la Iglesia no está con Maduro.
6.- Quinto: pactar con la Chevron la explotación petrolera resquebrajará la unidad interna de los castro-chavistas-comunistas que llegaron al poder con la tesis del chavismo opuesta a la presencia del “imperialismo yanqui”, lo cual ha sido una constante en su propaganda. La historia demuestra que cambios políticos de esta magnitud traen secuelas traumáticas en los partidos comunistas y filo-comunistas.
7.- Sexto: el papel de los colaboracionistas está agotado. Han perdido el apoyo popular. Ya no pueden prestarle a Maduro el servicio que le han venido prestando de apaciguar al pueblo usurpando el rol de la oposición para desviarlo de la vía que conduce a la liberación. El pueblo no cree a los colaboracionistas porque ha visto que son fichas de Maduro. Son ahora inútiles para seguir sirviéndole de bastones.
8.- Séptimo: La situación económica sigue siendo crítica. Y la pobreza ha llegado al 90%, estando la extrema en el 75%. Lo más importante: los pobres han perdido la esperanza de mejorar con Maduro en el poder. Están convencidos de que sólo será posible mejorar saliendo de él. Lo demostraron los maestros y profesores, los nuevos pobres de la narco-tiranía.
9.- Octavo: La inmensa desigualdad social, que antes se ocultaba, se ha puesto a la vista de la gente en forma chocante: la minoría enriquecida hace ostentación de su inmensa riqueza ante un pueblo inmensamente pobre, que se siente “como el niño pobre ante el juguete caro”. El resentimiento social, que era el combustible del castro-chavismo, comienza a jugar en contra de Maduro y su banda.
10.- En las actuales circunstancias es imposible que no pase nada. Forzosa y necesariamente debe producirse un sacudón. Ha sido la constante en la historia de Venezuela cuando una etapa está agotada. Y la que se inició en 1999 está agotada en peores condiciones que todas las anteriores.
11.- El juego está trancado. Lo destrancará un suceso, aparentemente fútil, que precipitará los acontecimientos. Suceso previsible y esperado para quienes, auxiliados por la historia y la teoría política, analizan la realidad como el que lee la mano. Y eso se lee en la mano de Venezuela: lo que ha de suceder, sucederá.