Tenía a particular orgullo inspirarse en la poesía oral tradicional y hasta haber escrito corridos y tejido coplas de notable sabor popular
Gustavo Luis Carrera
La poesía es síntesis y es símbolo. En pocas palabras, en escuetas líneas, las cosas no son dichas, sino sugeridas. Pero, esta simbiosis de significado y referencia es un lenguaje. Y tiene un significado. Por fuerza, lleva un mensaje. Es lo que han entendido los poetas difusores, los que escriben para proyectarse mayoritariamente. Son los poetas comunicativos, populares. Tal es Andrés Eloy Blanco.
VOLUNTAD COMUNICATIVA. Ya en la Edad Media se diferenciaba entre una poesía «oscura», de difícil comprensión, y una poesía «clara», de directa captación. Le decían «trovar clos» y «trovar cler». Y así ha sido siempre. Hay poetas indirectos, herméticos y hasta crípticos. Y poetas directos, abiertos y hasta manifiestos. Algunos derivan en sus obras de una a otra opción, o hibridan ambos rangos. Parte de la producción poética de Andrés Eloy Blanco es de una simbología más compleja, y sobre todo a través de un lenguaje altamente metafórico, inclusive por la vía de imágenes sorprendentes e inusitadas, con aires vanguardistas. Pero, se yergue como su poesía característica, muy personal, y hasta de clara singularidad entre autores de su tiempo, la que se califica como popular, tanto en su inspiración como en su propósito. ¡Inspirarse en el pueblo, y escribir para el pueblo! ¡Es difícil mayor aspiración estética y social! El justamente afamado poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer, decía, en misiva a su amigo, el poeta Augusto Ferrán, que el súmmum de un poeta era estar en la boca del pueblo. Y otro notable poeta de la España de comienzos del siglo XX, Antonio Machado, expresa una idea semejante.
LA POESÍA POPULAR. El concepto de poesía popular se maneja desde dos perspectivas caracterizadas. Hay una poderosa y admirable poesía popular tradicional, que básicamente es anónima y no escrita; es la que el pueblo atesora, conservándola y enriqueciéndola por una tradición que esencialmente va de boca a oído. (Aun cuando la alfabetización ha incrementado los «cuadernos de poeta» -donde los creadores resguardan sus composiciones-, la conservación oral es predominante). Y de otra parte, están los poetas formales, escolarizados dentro de una preceptiva literaria, que difunden poemas destinados al mayor público posible, concebidos en un lenguaje participativo y fundado en imágenes de captación directa. Tal es el caso de Andrés Eloy Blanco, quien tenía a particular orgullo inspirarse en la poesía oral tradicional, y hasta haber escrito corridos y tejido coplas de notable sabor popular. Al respecto, el escritor y acucioso investigador Jesús Torres Rivero, en su ejemplar «Antológica. Andrés Eloy Blanco» (Cumaná, 1996), asienta: «A partir del año treinta y cinco corrieron de boca en boca, en la voz anónima, los palabreos, los corridos, los romances y las coplas de Andrés Eloy». A ello se añade, como ratifica el mismo autor, la difusión popular de piezas particularmente representativas de nuestro poeta: «La renuncia», «Las uvas del tiempo», «Píntame angelitos negros» (especialmente publicitado al ser hecho canción por un compositor mexicano), «A un año de tu luz».
«EL POETA DEL PUEBLO». No necesita presentación Andrés Eloy Blanco. Recordaremos sus fechas extremas: nace en Cumaná en 1896; muere, a los 58 años, en un aciago accidente de tráfico, en Ciudad de México, en 1955. Su obra poética, escalonada en libros como «Tierras que me oyeron» (1921), «Poda» (1934), «Baedeker 200» (1938), «Giraluna» (1955), y otros varios, lo sitúan en prominente lugar en la más exigente historia de la poesía venezolana. Pero, nada importó tanto a nuestro ínclito cumanés como ser «un poeta del pueblo», reconocido por él mismo; tal como lo ratifica Torres Rivero en su libro citado: «se dedicará a encontrar la voz auténtica del pueblo venezolano; la buscará en sus romances, en sus modos de hablar y de versificar, para darle elevación estética y literaria». Y quizá esté aquí la clave de lo popular de Andrés Eloy (que así se le conoce comúnmente, sin necesidad de agregar el apellido). Ese sería el fundamento de esa poesía que tantos venezolanos manejan en su lenguaje común. La misma condición que para algunos, en crítica improvisada y nada profunda, señalan como un signo de «poesía sencilla» o «poesía fácil», con el propósito de reducir los valores estéticos de un arte que ellos no comprenden ni valoran. Quienes así opinan, olvidan que de siempre ha existido una «poesía popular», de difusión mayoritaria, de espíritu democrático, que merece tanto respeto como la «poesía estetizante» y la «poesía académica»: éstas más atentas a «cómo se dice» que lo «que se dice». En cualquier caso, lo que resalta como indiscutible es la condición popular del gran poeta cumanés. Y al respecto, voy a narrar un hecho que nunca he publicado. En los años sesenta, en viaje de recolección folklórica, junto con mi esposa y colegas del Instituto de Folklore del Ministerio de Educación, llegamos a almorzar a un bar restorán, en Guatire; a poco de estar allí, se levantó un parroquiano, de mediana edad, fue a la rocola y escogió un disco; de inmediato se oyó la peculiar y expresiva voz de Andrés Eloy Blanco, recitando varios de sus poemas; él disfrutó su selección, con agrado que expresaba su rostro, mientras nosotros, gratamente asombrados, sentíamos la misma satisfacción. ¡En la rocola, junto a canciones y boleros, había esta opción poética! Si hay algo indiscutible es la esencia popular del poeta como signo determinante en la obra singular de Andrés Eloy Blanco.
VÁLVULA: «Así como hay poesía oscura, de difícil acceso, hay una poesía clara, comunicativa. A este último orden pertenece, fundamentalmente, la poesía de Andrés Eloy Blanco. Su inspiración se nutre en la tradición oral popular y en su profunda convicción democrática, de alerta sensibilidad social. Varios de sus poemas forman parte del acervo colectivo venezolano. Su solo nombre encuentra resonancia emotiva en diversos sectores de nuestra sociedad. La poesía de Andrés Eloy Blanco es paradigma del diálogo con el pueblo de un gran poeta cumanés».
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